En verano te encontré

Capítulo 9

El suave golpeteo de los latidos proveniente del pecho de Dae-Hyun se hacen ecos a través del oído que tengo encima de él. Estamos sentados sobre la arena, el me rodea con sus brazos apoyando su barbilla en mi cabeza mientras yo estoy entre sus piernas, simplemente estamos disfrutando el momento.

En un momento dado su espalda se cansa de no tener ningún tipo de apoyo, ambos nos acomodamos para mirar un rato las estrellas, sumidos en silencio compartiendo la conexión entre ambos.

Seguimos sin romper el contacto teniendo nuestras manos entrelazadas.

―Vamos a viajar ―rompe aquél momento etéreo.

―¡¿Qué?! ―pregunto exaltada―. ¿Cuándo?

―Ya, ahora mismo.

―¡¿Estás loco Dae-Hyun?!

―Vamos Deborah, solo este fin de semana. ―Se gira un poco para tomar de mis mejillas y apoyar nuestras frentes―. Vamos.

―¿Pero qué haremos con el dinero, la ropa donde nos quedaremos…? ―dejo la pregunta al aire.

―Solo vamos y ya, conozco el pueblo vecino no perderemos nada te lo prometo. Confía en mí.

―¡Necesitamos aunque sea dinero Dae-Hyun! Solo tengo efectivo y esta donde Rosie. Y la ropa y… ―coloca un dedo sobre mis labios, silenciándome

―Deborah, corazón, confía en mi por favor ―me mira con sus ojos penetrantes. Y sin saberlo accedo a su petición. Dejamos de estar acostados en la arena con el sonido de las olas haciendo de música de fondo mientras disfrutábamos del espectáculo que cielo nos brindaba con su noche despejada y llena de estrellas.

Me toma de la mano para correr a su auto, por algún motivo nos estamos riendo. Será la adrenalina.

Antes de que nos subamos, me sujeta la cara con suavidad y firmeza a la vez para darme un beso cargado de emoción

Arranca su auto una vez que estamos dentro de él, la dirección a tomar es el sentido completamente contrario de la casa de Rosie. Sujeta el volante con una mano mientras que con la otra toma la mía mientras acariciar el dorso con su pulgar. La sonrisa creo que es imborrable de su rostro.

―Pensé que no accederías.

―Pensaba no hacerlo, siendo sincera.

―Lo sé. Sólo te supe convencer. ―Sonríe con amplitud remarcando aún más el hoyuelo que por lo general se le forma―. ¿Le dijiste a Rosie? No quiero que se preocupe demás. Aunque por mi fuera sería totalmente un secuestro sin dejar rastro.

Me río a carcajadas. Es un riesgo hacer esto, quiero decir tengo a lo mucho mes y medio de conocerle. A pesar de que Rosie insiste que es el alguien de fiar y él ha demostrado serlo, yo no iba a dejar de avisarle a mi amiga que iba con Dae-Hyun al pueblo vecino. Intento ser precavida, aunque lo que estoy haciendo no tiene nada de sensatez.

Varios minutos luego de la alocada proposición de mi novio nos toca aparcar en un pequeño motel que se ubica a las orillas de la carretera. Así para evitar inconvenientes de manejar de noche.

Tomo asiento en un sillón de la recepción mientras Dae-Hyun conversa con el que da las habitaciones. Al parecer sólo acepta efectivo, que en mi caso solo tengo cincuenta dólares encima. Quizá no tengamos lo suficiente y nos toque regresar o quizá sí lo tengamos, no sé qué esperar esta travesía.

Un Dae-Hyun victorioso se gira hacia mi balanceando el llavero con una llave. Me indica que le siga. Llegamos a la habitación correspondiente y mi compañero abre la puerta de la misma. A pesar de que es pequeño y no da la pinta de muchas comodidades, el cuarto está bastante pulcro. Unas sábanas blancas visten la cama matrimonial ubicada en el centro de la habitación. Un pequeño televisor está colgado en la pared encima de una cómoda de color madera clara. La iluminación es baja y de cierta forma acogedora. El piso está cubierto por completo con alfombra.

―Bueno, estamos de suerte Deborah, era la última disponible ―anuncia.

―Al menos podrás descansar de manejar. Y se ve bastante limpia.

―Sí. ¿Necesitas algo?

―No… Bueno, sí. Quizá podamos tomar algo refrescante, ¿no crees?

―Cierto, me comentó Rudy, el recepcionista, que había una máquina expendedoras con bebidas. En la habitación hay una nevera pequeña con agua. Me iré por unos minutos y te traeré tu Coca-Cola.

―Sí, papa ―digo con fastidio rodando los ojos.

―No seas así, sabes que me gusta que estés bien. Y es «Sí, Oppa» ―Dae-Hyun coloca un mechón detrás de mi oreja.

―¡No seas mandón! ―replico. Él suelta una pequeña carcajada y luego de darme un beso en la frente sale de la habitación.

Decido recorrer el cuarto para ver los de talles. Aunque a simple vista todo se ve bastante limpio, pienso que ir al baño y comprobarlo es una buena idea. Al abrir la puerta y encender la luz unas baldosas blancas desde el piso hasta las paredes me dan la bienvenida, el lavabo, inodoro y ducha del mismo tono acompañan. Sí, parece que todo está en orden.

Al ya no tener nada interesante que descubrir, me dispongo a revisar las dos mesitas de noche que se encuentran al lado de la cama. En una conseguí el mando de la televisión y si esperar más la enciendo. Sólo hay programación de películas. El Titanic, Cantando bajo la lluvia y El Padrino son algunos de los títulos que pude reconocer. Voy revisar la otra mesita y apenas abro la gaveta, escucho la puerta abrirse.




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