Ena ̶d̶e̶ morados

Capítulo 4 | Check-in

Multitudes apiñadas en las entradas principales formaban un enjambre humano caótico. Cuerpos apretujados bajo paraguas improvisados y capuchas empapadas avanzaban hacia el interior. El bullicio de voces elevadas competía con los anuncios de los altavoces que crujían con interferencias: “Vuelo 457 con destino a Montemar, retrasado por condiciones climáticas adversas”.

Las maletas rodaban con estrépito sobre el pavimento resbaladizo, mientras dueños apresurados las arrastraban. Los charcos reflejaban las luces neón parpadeantes de los carteles publicitarios —"¡Bienvenidos a Ralft! ¡Disfrute su vuelo!"— que titilaban como promesas falsas en medio del desorden.

El olor a lluvia lo impregnaba todo. Ese petricor terroso y eléctrico que se colaba por las puertas automáticas, mezclándose con el café derramado de vasos desechables y el humo distante de cigarrillos furtivos en las zonas designadas, un tapiz olfativo que envolvía el caos.

Gabriela y Sofía entraron juntas, mientras José terminaba de cerrar el paraguas y las alcanzaba con pasos largos, sacudiéndose las gotas con un gesto enérgico.

—¿Ya encontraste el número de mostrador? —preguntó José, alzando la vista hacia la enorme pantalla que tenían delante, su voz cortando el ruido ambiental.

Sofía escaneaba cada vuelo con una concentración feroz, sus ojos moviéndose a toda velocidad sobre el panel brillante mientras buscaba dónde iniciar el trámite.

—¡Mostrador 45! —gritó, señalando el número con un dedo triunfante.

José asintió y las siguió mientras avanzaban entre la multitud, hasta llegar a la larga fila frente al mostrador de Aerolíneas KryonAir, un río humano que serpenteaba entre las cintas del recorrido con una lentitud exasperante.

—¿Segura que esta es la fila? —preguntó Gabriela, mientras observaba los carteles sobre los demás mostradores.

—Sí, aquí en el boleto lo dice —confirmó Sofía, el papel crujiendo levemente entre sus dedos.

—Al parecer el vuelo estará lleno —comentó José, mirando la fila interminable frente a ellos.

—Eso es porque Vinterra es un país precioso —respondió Sofía, con la mirada encendida de ilusión.

—Bueno, pero Kryon no se queda atrás… —soltó José, inflando apenas el pecho y apoyando las manos en el cinturón, como hacía siempre cuando hablaba de su país.

—Lo sé, pero… —Sofía se aclaró la garganta, llevó sus manos en puño bajo el mentón, los ojos brillando—. Vinterra tiene esas pistas de hielo que, ¡uff!, son un fuego.

—Pero Vinterra no tiene lo que tiene Kryon —replicó José, cruzándose de brazos con una sonrisa apenas curvada.

—¿Una pista de carreras? —aventuró Gabriela, distraída mirando a los pasajeros que los rodeaban.

—A mí —dijo José, erguido y triunfante, como si la respuesta fuera obvia.

—Bah —soltaron ambas al unísono, restándole importancia al momento con un gesto de la mano que lo apartaba como a un insecto molesto.

La postura de José se desarmó tan rápido como se había formado, sus hombros cayendo apenas en un gesto de derrota teatral.

La fila avanzaba lento, cada paso medido por el vaivén de las maletas rodando. Sofía fruncía el ceño, impaciente, revisando una vez más que todo estuviera en orden. Gabriela y José intercambiaban miradas, sonriendo con ternura ante la mezcla de concentración y fastidio de su hija, un orgullo silencioso iluminando sus rostros.

Cuando fue su turno, extendió su boleto a la agente de la aerolínea, quien tipeó los datos con rapidez, sus uñas chocando contra el teclado en una cadencia precisa, casi mecánica y confirmó el vuelo con una eficiencia profesional.

—Perfecto, todo en orden —dijo la agente mientras colocaba la etiqueta en la maleta grande y le entregaba los documentos—. Que disfrutes el vuelo —su sonrisa rutinaria ocultando el estrés del día.

Sofía los tomó con un gesto rápido y los guardó con cuidado en el bolsillo externo de la mochila. Apretó la manija del carry-on, como si ese pequeño gesto pudiera mantenerla anclada, y se giró hacia sus padres con una sonrisa que mezclaba ilusión, nervios y una chispa de miedo que intentaba disimular.

Mientras avanzaban hacia el control de seguridad, Gabriela la rodeó con un brazo, estrechándola contra sí en un abrazo firme, y le dio un beso en la frente, un gesto suave pero lleno de fuerza. José, en cambio, se quedó observándolas unos instantes; los ojos, más brillantes de lo habitual, lo delataron antes de que él mismo se diera cuenta. Se acomodó el abrigo con un movimiento breve y finalmente las alcanzó en silencio.

En la entrada del control, Sofía se giró y abrazó a su padre con fuerza, como si pudiera retener su aroma un instante más. José la estrechó con esa mezcla de orgullo y nervios que siempre lo invadía en cada despedida.

Sofía se separó apenas lo necesario para envolverlos a ambos entre sus brazos.

—Diviértete y sé prudente —dijo Gabriela, apoyando la mejilla sobre su cabeza como hacía cuando era pequeña—. Avísanos cuando llegues.

Sofía asintió y los apretó un poco más, queriendo demorar lo inevitable. Luego tomó su carry-on, avanzó unos metros y se detuvo en seco. Soltó una exhalación profunda y, sin pensarlo demasiado, volvió sobre sus pasos. José la abrazó otra vez, breve pero firme, y Gabriela le acarició la mejilla, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

—Nos vemos al regreso, campeona —susurró José, soltándola con un guiño cómplice que intentaba aligerar el momento.

Sofía sonrió, los ojos llenos de emoción, ajustó su mochila y apretó con fuerza el carry-on antes de avanzar hacia el control. Sus padres se quedaron unos segundos más, observándola abrirse paso entre la multitud con el corazón en la garganta.

La fila avanzaba despacio, pero pronto cruzó los detectores sin contratiempos, recogió sus pertenencias y entró a la zona de tránsito. La luz de los anuncios, el murmullo constante de los pasajeros y el aroma a café recién hecho la envolvieron como un pequeño bote navegando en un río caótico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.