Enamorados por una noche

Capítulo 8: Noche en el Monte Lee

Durante todo el camino hay un silencio ensordecedor. Dallas no aparta la vista de la carretera y tiene una expresión de dureza y de pocos amigos. Tiene el cuerpo tenso y aprieta tanto el volante , que las venas de sus manos terminan marcándose. Mientras , yo jugueteo con la ventilación de aire acondicionado. Me cruzo de piernas de todas las maneras posibles. Echo el asiento de delante hacia atrás. Mando un mensaje en el grupo de Whatsapp que tenemos Cheril , Emily y yo , pero no contestan a mi SOS. Y finalmente dejo de aburrirme cuando leo un cartel en medio de la carretera , en el que pone Franklin Avenue. 
Durante más de cincuenta minutos he estado intrigada por saber a donde nos dirigiamos , y ahora sé exactamente el lugar.

—¿El cartel de Hollywood? —decido hablar después del largo trayecto insonoro. Dallas sigue con la mandíbula apretada y la respiración acelerada , y no sé si quiero que me conteste. No quiero más discusiones por hoy.
—¿En serio? —hago una segunda pregunta al ver que posa la mirada en mí un momento y que la vuelve a poner en la carretera , evitandome.

—Hay una pequeña quedada de amigos , solo íntimos —dice escaseando la respuesta. Contesta mirándome por el rabillo del ojo y bajando la velocidad del coche para aparcar en los alrededores de la Avenida.

Que sea una reunión de íntimos amigos , explica todavía menos el que yo esté aquí. Y aún así , por alguna razón , no le doy a penas importancia.
Se siente la tensión y así mismo la incomodidad. No me arrepiento de haberme subido a su coche , al mercedes negro que estacionó esta mañana frente a mi casa. Pero si vamos a estar juntos hasta llegar al cartel , mientras subimos por el monte Lee , más le vale que deje la rabia de lado. Tenemos que andar durante más de una hora y me niego a escuchar solamente el ruido de nuestra respiración sofocada por los caminos empinados.

Cuando Dallas estaciona el coche , los dos nos apeamos , cerrando las puertas tras nosotros. Al tocar el suelo , me estiro con totalidad , subiendo los brazos por encima de mi cabeza. Tengo el cuerpo entumecido. Siento un hormigueo en la planta de los pies , como si se me hubieran quedado dormidos. Y miro por encima de mi hombro asegurandome de que mi culo no se ha quedado cuadrado por el asiento. No soporto los viajes largos en coche y menos cuando son tan incómodos y lo único en lo que pienso es en que termine.

Son las diez de la noche y los últimos turistas que se han acercado a ver el cartel de Hollywood o el Griffith Observatory , están bajando el último tramo del monte Lee. A diferencia , nosotros subimos.
Por lo general , llegar hasta la parte más alta es complicado. Hay diferentes caminos , y si eres nuevo en Los Ángeles , lo más probable es que termines perdiéndote.
La primera vez que visité las grandes letras de Hollywood , tenía dieciséis años. Era el primer verano que pasaba en California , y Dean y Stella se ofrecieron a hacer de guías. En ese momento , eran solo amigos. Pero hasta yo podía notar la tensión entre ellos , siendo todavía una cría.

Después de coger el primer desvío a la derecha , me freno en seco. Estoy cansada , las gotas de sudor caen por los laterales de mi frente. No he cenado y a penas tengo fuerzas como para seguir andando durante otros cuarenta minutos.
Dallas lleva pateando una piedra toda el camino y de vez en cuando , gira sobre su brazo una bolsa negra de plástico , causando un ruido molesto. No ha levantado la mirada de sus zapatillas ni por un momento. Está perdido en sus pensamientos , pero se da cuenta de que dejo de seguirle , porque da media vuelta y por fin deja de raspar la puntera de sus zapatillas.

—¿Qué te pasa? —pregunta frunciendo el ceño. Una pequeña arruga aparece entre sus cejas y sus labios quedan entreabiertos para coger una bocanada de aire fresco.
Su gesto es lascivo , y sus ojos dejan la dureza para preocuparse un instante.

—Llevamos cuarenta minutos andando , estoy cansada y ni si quiera me diriges la palabra —digo como puedo jadeante. 
Estoy apoyada sobre mis piernas y siento como me arden las mejillas. A penas hay luz y deduzco que están rojas como tomates.

—Toma —abre la bolsa que ha llevado durante todo este tiempo colgada en la muñeca , y saca una botella de agua. Quita el tapón azul de esta , y me la da.

Está fría e ingiero la mayor cantidad de liquido posible en el menor tiempo , saciando la sed. Cuando veo que tan solo queda un cuarto de la botella , paro de beber. El plástico vuelve a coger su forma y provoca varios crujidos.

—¿Quiéres? —pregunto extendiendo el brazo para que coja la botella. Pero él niega y con un gesto me hace entender que me puedo beber el resto. Aún así , no lo hago , sería demasiado egoísta por mi parte. Así que me acerco hasta él y meto la botella de nuevo en la bolsa.

Ahora me siento mejor , siento que he recuperado las fuerzas y comienzo el paso antes frenado. Esta vez camino al lado de Dallas y me decido a no seguir en silencio.

—¿Por qué has roto el faro de tu coche? —llevaba aguantandome la pregunta todo este tiempo y por fin me atrevo a preguntar. Le miro inquieta y observo su reacción.

—¿De verdad crees que soy tan gilipollas como para romper el faro de mi coche? —pregunta desconcertado a la vez que haciéndome ver , que lo que acabo de preguntar tiene una respuesta obvia.
—Stella le ha tirado una piedra , estoy cansado de sus tonterias , y no estaría con ella de no ser porque... —deja la frase a medias , frena sus propias palabras. Parece que se hubiera dado cuenta de que está hablando más de la cuenta con la prima de su peor enemigo. 
Me mira entre las pestallas con el reflejo de la luna en sus ojos y chasquea la lengua , dandose cuenta de que la ha cagado.

—¿De no ser por qué? —pregunto intrigada. Freno su paso y me pongo delante de él con un gesto inquisitivo.
Después de todo , estoy con él y no con Dean. Me merezco una explicación por mínima que sea.



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En el texto hay: adultojoven, adolescencia, drama

Editado: 22.10.2019

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