Enamórame si te atreves

Capítulo 4 Un novio falso

Diego

—¡Hijo! Me alegra que hayas venido —papá me palmeó el hombro con una gran sonrisa.

Giré hacia mi primo con una sonrisa y él solo rodó los ojos.

—Hola, primito —saludé.

—Hola, tonto —respondió.

—Bueno, tío, seguiremos hablando más tarde del proyecto Clavel —dijo Patrick, y mi padre solo asintió. Observó hacia esa mujer que tenía detrás por un segundo, que por cierto, giré hacia ella para verla con la boca abierta; su mandíbula casi caía al suelo.

—Hijo, quiero presentarte a una persona muy importante en la empresa y también para mí —dijo. Enarqué una ceja al escuchar ese “importante para mí”. ¿Quién es acaso esta mujer?

—Ella es Mercy Martínez, mi secretaria y próximamente tu secretaria —ella abrió la boca, dejó de parpadear, dejó de respirar. ¿Cómo lo sé? A mí me pasó lo mismo.

—¿Mi secre qué?

Mi padre parpadeó mirándome.

—¿Sucede algo, Diego?

Preguntó frunciendo el ceño.

—A ver, papá, pasemos a tu oficina, necesitamos hablar.

Dije sujetándolo del hombro, rodeándolo con uno de mis brazos para conducirlo hacia su oficina.

—Pero… —intentó voltear de nuevo hacia ella y yo se lo impedí.

Lo conduje hasta la puerta, entramos y cerré con seguro, así evitaba que esa mujer entrara por todos los cielos.

—A ver, Diego, ¿qué te sucede?

—Papá, esa mujer es el demonio, no puede ser mi secretaria. Ya tuve el placer de conocerla: anoche me rayó el auto con sus llaves.

—¡¿Qué?! —gritó el señor García, alias mi padre.

—Sí, ajá, papito, así como lo escuchaste: ella me rayó el auto, me robó mi dinero y hoy me corrió de la empresa —mi santo padre solo parpadeó varias veces y luego hizo algo que jamás imaginé.

Soltó una carcajada, sí, una carcajada, así como lo oyen. Enarqué una ceja mirándolo, poniendo mis manos en jarra.

—¿Escuchaste todo lo que te dije, papá? —apreté los labios en una fina línea y no pudo evitar volver a carcajearse con el rostro totalmente sonrojado.

—Ujúm —movió la cabeza afirmando.

—¿Y entonces?

—¿Estás seguro que es la misma?

—Claro que estoy seguro —extendí mi brazo hacia la puerta.

—Es la misma loca, y me llamó flacucho —mi padre volvió a reír y yo solo rodé los ojos.

—No es gracioso, señor García. ¡Basta! —dije despacio.

—Ya, ya, perdón, perdón, hijo —contestó agitando sus manos en el aire.

—Es que Mercy es de armas tomar, esa mujer arrasa con todo a su paso.

—Sí, ya me imagino —papá enarcó una ceja, cambiando su rostro a uno serio.

—¿Qué quieres decir?

—¿No ves su tamaño?

—Diego, no voy a permitir que te burles de su contextura física. Mercy es una supermujer, es inteligente, dedicada, trabajadora. Aquí no denigramos a nadie solo por su físico.

Puse los ojos en blanco.

—Ella será tu secretaria.

—No —dije negando rotundamente.

—¿Cómo que no?

—No, no la quiero de secretaria, quiero una mujer más acorde al puesto. Esta empresa es prestigiosa, al menos la secretaria del presidente debe ser elegante, de largas piernas y un rostro perfecto.

—¿Y hueca? —agregó mi padre.

—Claro que no, pero lo más importante es su apariencia física.

—Tonterías, aquí nada de eso importa. Para tu mano derecha necesitas a alguien preparada, con experiencia y conocimientos, y Mercy lo tiene todo.

Mi padre caminó hacia la puerta, abriéndola y solo la llamó.

—Ven, Mercy, por favor.

Mi padre la sujetó del hombro y eso me molestó un poco; no me gusta que tenga ese tipo de acercamiento con otra mujer que no sea mi madre.

—Mercy, él es Diego García, mi único hijo, futuro presidente de Global Group y tu nuevo jefe.

Vi cómo tragó grueso, parpadeó y abrió los labios.

—Mucho gusto, señor —dijo extendiendo su mano hacia mí. Solo la miré y me alejé de allí.

—¡Diego!

Reclamó mi padre.

—Tranquilo, señor, no se puede pedir a un burro que cante.

Giré inmediatamente para mirarla.

—¿Me está diciendo burro?

—No, yo no dije eso —se hizo la desentendida.

Me volví a acercar a ella.

—Claro que lo dijiste, ahora discúlpate conmigo.

—Nunca me disculpo cuando digo la verdad, eso está en contra de mis principios.

—¿Lo ves, papá? ¿Ves cómo esta mujer me trata?

—Será mejor que se lleven bien, porque de ahora en más trabajarán juntos, y deja de ser descortés con Mercy que ella solo está aquí para hacer su trabajo.

—Gracias, señor, y por favor me avisa si necesita algo más.

—Claro, Mercy, puedes retirarte. Ah, y por favor convoca una conferencia para el viernes con todos los empleados en el auditorio. Presentaré a mi hijo y una junta con los accionistas, por favor, para mañana.

—Por supuesto, señor. Con permiso —me dedicó una mirada asesina y luego giró sobre sus talones para salir de la oficina.

—Bien, Diego, es precisamente Mercy quien te ayudará a sobrellevar aquí todo. Ella conoce todo lo que yo conozco, ella es estupenda.

—Hablas demasiado bien de ella —giré a mirarlo.

—¿Qué insinúas, Diego? —reclamó en tono cauteloso.

—No me faltes al respeto ni a ella, mucho menos. Ella es respetuosa en su trabajo. Debo rescatar cuando una persona hace bien su trabajo. Te advierto que no quiero contratiempos con ella.

—Mercy es muy capaz e inteligente, punto final.

—Bien, bien, si ella no se vuelve loca podré trabajar con ella; de lo contrario será imposible.

—Si tú no le haces nada, ella te respetará.

—Ni quiero acercarme a ella, padre, no te preocupes.

Ahora fue él quien rodó los ojos.

—Bien, ven, comenzaré a mostrarte todo lo que necesitas saber, todo lo que tú debes manejar. Patrick es el CEO de la compañía, lo sabes. Él se encarga de mantener las relaciones con los inversionistas. Cada tanto te estará presentando nuestras estrategias, nuevas inversiones. Patrick es una herramienta fundamental en esta empresa, así que tú, como presidente de la compañía, deberás trabajar muy de cerca con él. Deberán trabajar juntos, Diego, te guste o no, porque así es como trabajamos aquí.




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