Enamórame si te atreves

Capítulo 5. El rey de la jungla

—No Patrick en verdad no es necesario, estoy divagando, sabes que mi locura no tiene límites.

—No de verdad, además sería bueno dejar mi solitario departamento e ir a conocer Tijuana.— sonrió y solo parpadeé mirándolo.

Volví a sentarme. —¿De verdad?— Pregunté enarcando una ceja.

El sonrió de oreja a oreja. —Sí de verdad.

—¿Pero eres consciente de que pasarás mucho tiempo conmigo?

—Sí lo sé, no ha de ser tan terrible.— sonrió de oreja a oreja. Y yo hice una mueca en mi rostro.

Solo se carcajeó y algo que me gustaba de él era su risa, ronca, sincera y contagiante.

—¡Ay!

Dije aplaudiendo emocionada. —Mi madre estará muy contenta, el tonto de mi hermano no me lo creyó, aposté con él, fíjate.

—¿Apostaste un novio?

—Ujum.— moví mi cabeza mientras volví a comer.

Patrick sonrió negando. —Eres increíble Mercy.

—Ya hubiera sido millonaria si me pagaran por inventar cosas.— enarcó una ceja.

—¿Qué cosas más inventaste?— apreté mis labios en una fina línea.

—¿Ya nos vamos? Es hora, tu tío de seguro ya pregunta por mí y debo dejar todo en orden antes de viajar, recuerda que pedí permiso.

—Sabes que mi tío jamás te negará nada Mercy, y más si es para ir a ver a tu madre.

—Lo sé, pero sabes que no quiero abusar de su amabilidad.

Volvió a reír y negar. —Sí, vamos.— contestó bebiendo de su jugo de naranja, pidiendo la cuenta. Lo pagó apenas con un toque en su teléfono y salimos nuevamente de allí para dirigirnos a la empresa, debo organizar la reunión para mañana con los accionistas y también con los empleados. Para presentar al rey Julián, por Dios.

—¿Crees que podré trabajar bien con el rey Julián?— giró su rostro a mirarme mientras conducía.

—¿Quién?

Rodé mis ojos. —¿Acaso nunca viste Madagascar? El rey Julián, Diego es el rey Julián, se cree el dueño de toda la jungla.

Patrick solo parpadeó varias veces mirándome y luego solo echó su cabeza hacia atrás y se carcajeó hasta el punto de salirle lágrimas.

—Ya Patricio, vamos a chocar, concéntrate en el camino.— dije tomando el volante.

—El rey Julián.— musitó mientras movía la cabeza de un lado a otro sin dejar de reír.

—Nunca imaginé que le quedaría tan bien ese sobrenombre a mi primo. Y quiero ver su rostro cuando se lo digas.

Solo reí también yo imaginándolo en verdad dando su discurso. Aquí llegó el rey Julián.

—¿Por qué lo odias?— pregunté de pronto. Borró su sonrisa.

—No, no lo odio Mercy, jamás podría odiar a nadie, de hecho quiero mucho a ese tonto, solo que me molesta mucho su actitud de niño mimado, y ni te imaginas todo lo que ya hizo pasar a mis tíos, solo eso es lo que me molesta de él, que no madura, yo creo que necesita una mujer que lo ponga en regla.

Volví a fijar mi vista al frente. —¿Crees que exista mujer que lo soporte?— volvió a sonreír de lado.

—Siempre hay un roto para un descocido.— solo me miró fijamente.

De pronto sonó esa canción que tanto me gusta y aumenté el volumen.

—Esa música me encanta, no la cambies.— dije.

La de lentes la pasada de moda, la aburrida la intelectual, la que prefiere una biblioteca a una discoteca, es con la que vivo yo.

La que todos tachan de fea y en bus nadie le cede lugar…. Seguí cantando

Jamás será modelo de televisión, porque no hacen anuncios para el corazón.

Me recosté en el asiento suspirando, sentí la mirada de Patrick sobre mí y solo volteé mi cabeza sin levantarla.

—¿Qué sucede?— pregunté.

—Nada.— contestó y solo volví a mirar al frente sonriendo.

—Amo a Ricardo Arjona, es mi cantante favorito.

Sonrió bufando.—¿Qué, crees que soy ridícula?

—No, para nada, solo… solo que a mí también me gusta mucho.

—¡Oh! Tenemos algo en común Patrick.

—Sí, entonces los dos somos ridículos.— dijo sonriendo de lado.

—Somos como hermanos de otra madre, me encantaría tener un hermano como tú, con Matteo no me llevo tan bien como me llevo contigo.— solo guardó silencio, en verdad Patrick es como el hermano que cualquier chica querría tener, es súper buena onda. Bueno, no como mi hermano, ¿a quién engaño?

—Sí claro, un hermano.— susurró y visualicé el edificio.

—Gracias Patricio por el almuerzo de hoy.

—Cuando gustes misericordia.— dijo riendo y yo solo cambié mi rostro a uno serio y bajé azotando la puerta, misericordia es lo que debe pedir Diego García desde la otra semana cuando sea su secretaria.

Observé mi hora y corrí para llegar a mi oficina, llegando cinco minutos más tarde.

Al día siguiente llegué temprano para organizar la reunión, ordené la sala de juntas dejando listo para cuando el rey Julián se presente como el nuevo presidente.

El timbre del ascensor indicó que mi jefe había llegado, levanté mi vista y observé que no solo él venía.

—Buenos días Mercy.— saludó el señor García.

—Buenos días señor.

—Hola, Piedad.— saludó Patrick con las manos en los bolsillos con un traje azul y una corbata del mismo color, siempre pulcro y alto, o yo soy tan minúscula o este hombre mide dos metros.

—Buenos días Bob esponja, perdón amigo de Bob esponja.— el señor García sonrió palmeándole la espalda y caminó hacia su oficina alejándose de nosotros.

Pero todo mi día se arruinó al verlo a él, a risitos de oro.

—Buenos días, Matilda.— tecleaba algo en su teléfono.

—Buenos días y no me llamo Matilda— saludé acomodando unas carpetas en mi mesa sin mirarlo.

Apoyó las palmas de su mano en mi mesa, y su aroma inundó mi olfato. —¿No te enseñaron a que cuando se saluda se debe mirar a los ojos, misericordia?

Apoyé mis dos manos en la misma posición en que estaba él. —Lo mismo le pregunto.— nuestros rostros quedaron a escasos centímetros.

De pronto Patrick carraspeó detrás y parpadeé negando varias veces para alejarme de él.




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