Enamórame si te atreves

Capítulo 8. Será tu esposa

No lo puedo creer, no lo puedo creer, Diego García me las pagarás, lo juro. ¿De verdad Mercy?

Bueno no, pero, lo detesto, espero que en su estúpido intento de jefe le vaya mal, sí, y no me digan que eso no se le desea a nadie porque lastimosamente yo no soy una blanca paloma, y sí le deseo lo peor. Espero que se pinche las ruedas de su auto o que le se corte la leche cuando quiera tomar un café. O que se le corte el suministro de agua cuando se está enjabonado.

Con una rabia inmensa me dirigí a recursos humanos para presentar mi renuncia, no lo soportaré más, no, mi paciencia se resume a nada, sí así es, lo que menos tengo en esta vida es paciencia, yo no soy de esas que aguantará todo el tiempo solo porque necesita un trabajo.

Marcelo el jefe de recursos humanos casi cayó desmayado cuando le dije que presentaba mi renuncia, dijo que llamaría incluso al señor García padre, pero no, no molestaré a ese pobre hombre al borde de la muerte. ¡Dios Mercy! No seas exagerada, apuesto que vivirá más años que tú. Así que se lo prohibí terminantemente agarrar su teléfono y decirle algo, le dije que si le sucede algo él sería el responsable.

Y obviamente nadie quiere ser responsable de la muerte de nadie.

No quise despedirme ni siquiera de Patricio porque sabía que se armaría la grande, porque jamás permitiría que renuncie, pero no le aguantaré a ese individuo poco agraciado. Pero extrañaré tanto a mi pato.

Así que tomé mis cosas y caminé con rabia hasta mi departamento que no quedaba tan lejos, no sin antes comprar unos bocadillos para comer, porque entre nervios y nervios me entraron las ganas.

Entré a mi casa gritando de rabia, estaba loca, sí, pero es mi forma de sacar mi frustración gritando y desahogándome.

—Hola mi terroncito, cómo estás mi luna — mi gato se subió a mis piernas cuando me desplomé en mi sillón y solo la acaricié y ella ronroneaba como si supiera que algo malo pasaba.

—Mami se quedó sin trabajo, sí, ¿Puedes creer? Me quedé sin trabajo y ahora no sé qué hacer. Con mi dinero de mi liquidación pagaré por lo menos dos meses de renta hasta poder conseguir otro trabajo decente. Porque ser bailarina en un club nocturno será imposible, no creo que quieran bailarinas de talla plus, se imaginan, mi sueldo iría en descuentos por romper una mesa cada noche.

—A ver Luna, bájate, que mamá tiene que comenzar a buscar trabajo. Bueno primero me pondré a lavar la ropa que hace días no lo lavo, no es que sea muy hacendosa.

Me cambié de ropa, me até el pelo en un moño desastroso y me calcé unas pantuflas de pato, me dirigí al pequeño balcón donde lavo la ropa cuando de un susto tiré el cesto de ropa al suelo, los golpes desesperados en mi puerta me hicieron tener casi un infarto.

—Piedad abre la puerta ahora.— abrí los ojos desmesuradamente cuando oí la voz de Patricio.

—Piedad o abres o lo echo a patadas.— me mordí el dedo y luego cogí con rapidez las ropas que se había caído y corrí a la puerta para abrir antes de que el amigo de Bob esponja eche mi puerta y luego el casero quiera cobrarme la reparación.

—¿Por qué tanto escándalo?

—¿Por qué tanto escándalo, por que tanto escándalo? ¿Te das cuenta de lo que has hecho?

Gritó molesto, con el pelo revuelto, gruñendo como un toro.

—¿Qué, que fue lo que hice?— pregunté asustada.

—¿Por qué renunciaste? ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? ¿Qué te hizo mi primo?

—¡Dios Patricio! Una pregunta a la vez. A ver repíteme que ya me olvidé de todo lo que preguntaste.

—Mercy.— me sujetó de mis hombros. ¿Cuándo fue que creció tanto? Ah lo olvidaba, estoy en pantuflas no con tacos.

—Mercy no puedes renunciar, yo te necesito en la empresa.

—¿Por qué o qué?— rodó los ojos.

—¿Qué se supone que hará Diego sin ti?— me alejé de él caminando hacia mí cesto de ropa.

—No me hables de ese hombre, no me menciones su nombre en esta casa porque me da tortícolis.

—¿Qué te hizo Mercy, que fue lo que te dijo?

—No me quiere de secretaria y yo no lo quiero de jefe, es así de sencillo, no podemos trabajar juntos, no podemos respirar el mismo aire. El dice negro y yo blanco, a él le gusta caperucita roja y a mi blanca nieves.

—No, volverás, hablaré con mi tío.

—Ni se te ocurra Patricio.— giré señalándolo

—Ya tiene suficiente con su enfermedad para estar preocupándose por tonterías, tu primo encontrará otra secretaria mucho más capaz y bonita.

—Tonterías Mercy, si tú no vuelves yo renunció también.— solté una carcajada y elevó una ceja mirándome.

—No harás eso Patrick por favor, ¿Por mí?

—Sí por ti Mercy, no te das cuenta que esa empresa y Diego, serán un caos sin ti.

—Pues él no piensa eso, así que con permisito dijo monchito, lavaré mis trapitos.

—¡Mercy!

Lo escuché venir detrás de mí. —No, la la la ,no quiero escuchar, soy de palo tengo oreja de pescado.

—¡Mercy!

—No Patricio, no me vas a convencer, a esa empresa no vuelvo por nada del mundo.

—¿Ni si yo te lo pido por favorcito?

—Eres muy tierno con tu carita, y por poco me convences con ese pucherito, pero no, para ir a ver al hijo de Chuky, no.

Suspiró hondo detrás de mí mientras ponía a funcionar la lavadora. —Lindas pantunflas.— señaló mis pies.

—Son cómodas.— me encogí de hombros.

De pronto tensé todo mi redondo cuerpecito cuando lo sentí rodearme la cintura y abrazarme.

—Mercy, tu nombre es piedad, debes tener algo de tu nombre en tu corazón, ten piedad de mí.

Solo reí al sentir su respiración en mi cuello.— No, y porque tengo mucha piedad en mi corazón es que no regreso a esa empresa, porque de lo contrario lanzaría a el rey de la jungla desde la ventana y tu tía y tú tío sufrirían horrores.

—Eres mala.— dijo alejándose de mí.

—Sí soy muy mala.— dije haciendo gruesa mi voz, volviendo al interior del departamento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.