Mercy
—¿Qué?— gritó Diego levantándose de la cama cubriéndose con la sábana para que no lo vea solo en bóxer, mm, tal vez si quiera ver un poquito. ¡Basta Mercy! Contrólate.
—No, no tuvimos relaciones, ¿que te pasa?— me gritó indignado y elevé una ceja. Me crucé de brazos y lo miré.
—¿Y porque o que tiene de malo haber tenido relaciones conmigo?— pregunté esta vez yo indignada como si fuera que tengo alguna enfermedad contagiosa o algo para que no quisiese estar conmigo.
—No, es que tenga nada de malo Mercy, pero no mal interpretes las cosas, anoche tomaste hasta más no poder, te encontré más ebria que Alejandro Fernández y me vomitaste encima.— abrí los ojos muy grandes.
—¿Yo hice eso? Oh Dios, perdóname Diego, pero quién te manda venir a la casa de una borracha.
—¿Y porque estamos los dos en ropa interior?
—Yo tuve que darme una ducha, quitarme la ropa porque estaba asqueroso, por cierto intenté usar tu lavadora y no funciona.— hice una mueca con mis labios.
—Sí, no funciona, esa cosa me odia, debo comprar uno nuevo.
—Recuerdame regalarte uno nuevo por favor— pidió y yo solo negué.
—¿Y porque yo estoy en ropa interior?— se rascó la nuca, elevé una ceja interrogante.
—Bueno te la saqué para que estuvieras más cómoda y eso… —¿O sea me querías ver en paños menores?
—¿Qué? No, no, no es así.— sonreí apretando mis labios.
—Mejor vamos a darnos prisa que debemos ir a la oficina.— declaró.
—Oh, cielos, es cierto, mi jefe me va a matar si llego tarde.— comencé a desesperarme.
—¡Mercy, Mercy!— exclamó.
—¿Qué?— grité y lo vi señalarse. —¡Oh! Cierto, olvidé que dormí anoche con mi jefe.
—No digas eso Mercy, suena muy mal.
—¿Qué acaso no es cierto?— bufó caminando hacia el baño.
—Ah necesito que me prestes una remera y un pantalón, iremos a mi casa, me cambio y luego vamos a la empresa.— aclaró.
Hice un saludo militar.— Sí mi general.— contesté viéndolo entrar al baño.
Mientras yo busqué con rapidez mi ropa de oficina y a él alguna ropa que le quede.
Quince minutos después salía con una toalla enrollada a su cintura y yo solo quedé hipnotizada mirando su torso desnudo, marcado con gotas de agua cayendo desde su pelo hasta donde llega la toalla.
—¿Se te perdió algo?— preguntó y yo tuve que despabilarme.
—¿Soy sexy verdad?— rodé los ojos tomando mis cosas para entrar ahora yo al baño.
—No te creas tanto risitos. He visto mejores.— dije entrando al baño, me recosté en la puerta quedándome ahí solo un momento. La verdad que nunca he visto a ningún hombre así desnudo, bueno, no es cierto, a Patricio también lo he visto así. Pero no voy a negar que Diego es un hombre muy atractivo, pero lo que tiene de hermoso lo tiene de loco e idiota.
¿No estás considerando la propuesta verdad? No, por supuesto que no. De ninguna manera, bajo ningún termino.
Moví mi cabeza negando y entré a ducharme para ir a la oficina.
Cuando salí del baño ya vestida, peinada y algo maquillada, no pude evitar carcajearme con el pantalón que tenía puesto mi jefe.
Tenía los brazos puestos en jarra, mirándome serio —¿Un pato Mercy? ¿Un piyama de pato?¿No tenías otra cosa menos ridícula para darme?— me mordí el labio negando.
—Es el único que iba a quedarte, además te queda estupendo.— dije soltando una carcajada.
—Anda vámonos que se nos hace tarde.— agregué.
—Lávame mi ropa Mercy, no pienso llevarle a mi santa madre una ropa vomitada.— aseguró.
—Sí, seguro que sí.— dije riendo mientras lo escuchaba venir detrás de mí.
Pasamos por su casa, él subió a cambiarse y yo lo esperé en el auto.
veinte minutos más tarde llegamos a la oficina un poco tarde en realidad una hora tarde. Y al primero que vi fue a Patricio. Y su rostro más serio que los guardias de la realeza.
—Buenos días.— saludó y al parecer de bueno no tenía nada su día.
—¿Se les pegaron las sábanas o que?— añadió y su voz sonaba molesta.
—Buenos días.— saludé tirando mis cosas en mi escritorio.
—Sí aquí la señorita no se quedaba dormida y no me costará tanto despertarla hubiéramos llegado a tiempo.— dijo Diego y solo abrí los ojos desmesuradamente.
Patricio hizo lo mismo, eso pudo haberse mal interpretado, mataré a Diego lo juro, y esconderé su cadáver. —¿Qué quieres Patricio?— preguntó palmeándole el hombro al pasar a su lado caminando hacia su oficina.
Patricio solo clavó sus ojos en mí. —¿Pasaron la noche juntos?— es todo lo que preguntó.
—Buenoo… agaché la mirada, ¿Qué le digo?
—¿Bueno si o no?— volvió a preguntar.
—Bueno si, pero no es lo que piensas…— dije rápidamente excusándome, recibiendo una risa irónica que en verdad me molestó.
Apoyé mis dos manos en mi cintura. —¿Qué? ¿Acaso solo tú puedes pasar la noche o revolcarte con quién quieras y lo que yo haga está mal?— cubrí mi boca luego al darme cuenta de lo que le dije.
Lo vi tensar la mandíbula y apretar sus puños. —No digas cosas que no sabes.— gruñó.
—Y tú tampoco Patricio, no digas cosas que no sabes, pase la noche con Diego o más bien el paso en mi casa, pero no pasó nada. — de un momento a otro estábamos discutiendo por algo sin sentido. Bueno yo sí tenía porque estar molesta, me reclama algo y él fue quien se estuvo besuqueando con una mujer en su departamento.
—Cierto, no sé qué tengo que reclamarte, solo somos amigos.— declaró frío y hasta sentí congelarme completamente.
Molesto giró con prisa caminando hacia su oficina, y yo quedé respirando con pesadez, siento rabia, no sé cuál es su problema, ¿Qué tiene que reclamarme? Puedo hacer con mi vida lo que quiera, así como él lo hace. Quedé por un momento en una posición semi muerta, mirando a la nada, pensando en todo, ¿Aún vale la pena seguir viviendo? ¡Dios Mercy! Eres exagerada mija.
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Editado: 17.05.2022