Enamórame si te atreves

Capítulo 17 Mi futura esposa

Mercy

Fijé mi vista mirando como se alejaba Patricio, ¿Por qué tuve que decirle que me gusta este espantapájaros? Tonta, tonta Mercy.

—¿Ahora sí me concedes este baile?— miré a Diego y luego ver a Patrick perderse hacia un rincón. Levanté mi dedo índice. —Espérame un momento Diego, debo solucionar un problemita ya vuelvo.— abrió la boca para decir algo, pero lo dejé allí, tomé la punta de mi vestido y caminé con prisa hacia la dirección donde se perdió mi amigo súper especial. Le diré que no es cierto, que Diego no me gusta.

No por Dios, él me gusta, no su primo. ¿Dónde se metió tan rápido este muñecote? Giré hacia una puerta para salir al jardín cuando, parpadeé, solo lo hice lento, sintiendo mi corazón destrozarse en pedazos, mi pulso latir errático.

Solo volví a esconderme detrás de la pared para que no me vieran, aunque estaban tan ocupados como para que notaran mi presencia.

¿Ya sabes a qué saben mis besos?— escuché que le preguntó y como masoquista me quedé allí escuchando lo que le decían.

Aun saben maravillosos.— contestó. —Patricio, no sabes cuánto te extrañé, cuanto sufrí cuando me fui de aquí, ahora que volví solo quería encontrarte para decirte que aún sigo enamorada de ti.

—¡Lucy!

Yo sequé una de mis lágrimas estúpidas que caían sin permiso. Tontas lágrimas.

—¿Te gusta alguien Patricio?

Abrí los ojos esperando su respuesta, en verdad aún no sé qué esperaba oír. —No, nadie.— contestó y sentí un nudo en mi estómago, en mi garganta, y no es el bollito que me comí hoy, ese ya se fue para el mar.

Era otro tipo de nudo que me oprimía el pecho, la garganta, todo, absolutamente todo mi cuerpo.

Y estaba pensando, si tú estás solo y yo también, si tú quieres podemos intentar de nuevo lo que alguna vez fuimos.

—¿Novios?— preguntó él y yo me mordí el labio muy fuerte.

—Sí eso fuimos Patrick y nos amábamos, ¿Verdad?

.— contestó y eso fue todo. ¡Basta Mercy! Deja de sufrir por alguien que no será tuyo jamás, deja de pretender vivir una realidad que no existe.

Me alejé de allí sin poder evitar lagrimear. Caminé apresurada hacia el salón cuando choqué con un cuerpo.

—¡Mercy, cariño! ¿Qué tienes?— era la señora García.

—¿Qué te hizo el idiota de mi hijo?— increíblemente Diego no tenía nada que ver, de hecho hace tiempo que no me hace ningún canallada.

—No, solo me entró algo en el ojo, eso es todo.

—Mmm, eres una pésima mentirosa ¿Sabias? Pero no te obligaré a que me cuentes nada, pero ¡Oye! Que extraño son tus ojos. — agaché la cabeza.

—¿Tus ojos no eran cafés?— me mordí el labio.

—No, eran lentillas. —¡Oh! Vaya. Bueno es que nosotros ya nos íbamos, Enrique está cansado y ya no quiero tenerlo aquí.— asentí.

—Vamos iré a despedirme de él.— dije caminando hacia el señor Enrique quien se encontraba en compañía de Diego.

—Ahí estás mi niña, estuvo hermosa la gala, en verdad de nuevo hiciste un estupendo trabajo este año.— intenté sonreír y me estrechó en sus brazos.

—Hija, me alegra tanto que sigas en mi empresa, definitivamente tú y mi hijo harán un gran trabajo.

Diego solo me observaba fijamente sin decir nada y yo solo sonreí levemente y luego agaché la cabeza.

—Buenas noches, ustedes sigan disfrutando de la velada.— solo sentí.

—Muchas gracias por todo señor García.— me regaló una última sonrisa tomando a su esposa del brazo y caminaron en dirección a la entrada, no sin antes la señora García dejar un beso en la mejilla de su hijo y su padre solo le palmeó el pecho.

—¿Aún puedo invitarte a bailar?— preguntó y en ese momento fijé mi vista en la pareja que entraba en el salón.

Diego también giró a mirar hacia la misma dirección y yo agaché la mirada cuando Patricio me observó.

—¿Podrias hacer el favor de llamar un taxi por mí?— pedí. Se acercó y solo llevó su dedo pulgar a mi mejilla.

—No me gusta verte así, me gusta tu sonrisa.— hizo un gesto arrugando levemente su nariz. — Le das color a todo alrededor.— en verdad quería volver a llorar y solo agaché la cabeza para no hacerlo.

—No dejaré que vayas en ningún taxi, eres mi acompañante, yo te traje, yo te llevo.— contestó.

—Gracias.— contesté.

—Vamos.— me dio paso y solo caminé sintiendo sus pasos y su presencia a mi lado.

Al salir del salón volví a ver a Patricio abriéndole la puerta a la "Lucy perfecta" a su auto y al cerrar la puerta y girar fijó su vista en mí. De pronto sentí la mano de Diego en mi espalda no me di cuenta que me había abierto la puerta para subir.

Patricio antes de subir al auto solo me miró y yo hice lo mismo. Solo negué levemente subiéndome.Y luego subió a mi lado.

—¿Qué te hizo el tonto de mi primo?— preguntó poniendo en marcha el auto.

—Nada, ¿Por qué habría de hacerme algo?

—¿Por qué estabas llorando?

—No estaba llorando, ¿Quién te dijo?

—Nadie Mercy, tus ojitos rojos e hinchados me lo dicen.— suspiré hondo recostándome en el asiento.

—Esa chica hace muy bonita pareja con Patricio.— dije de pronto girando mi cabeza hacia la ventanilla, para mirar las luces de la ciudad, mientras Diego me lleva a casa.

—No es tan bonita como tú.— sonreí con ironía.

—No seas modesto conmigo Diego, esa mujer es bellísima, yo no le llego ni a los talones.

—Deja de menospreciarte Mercy, vales mucho, el físico no define lo que eres.— giré mi rostro hacia él sin levantar del respaldar.

—¿Desde cuándo piensas eso?¿Que hiciste con risitos? Devuélvemelo. No mejor no, me gusta este Diego.— sonrió negando.

Llegamos unos minutos después a mi casa. —Llegamos señorita, sana y salva.

—Acepto.— arrugó el ceño y levantó la ceja al mismo tiempo, no sabía que se podía hacer eso.

—A ver Mercy, ¿Qué es lo que aceptas? Me confundes un poco ¿Sabes?— pasé saliva.

—Acepto casarme contigo.— abrió los ojos, abrió la boca.




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