Enamórame si te atreves

Capítulo 20 Mientras yo esté a tu lado

Las nueve de la mañana sentada frente a mí edificio esperando a que vengan por mí, para irnos al dichoso viaje, wuhu que divertido, nótese el sarcasmo.

Pasar cinco horas con Lucy perfecta es lo que me emociona, llevo mis audífonos para poder dormir durante el viaje y no oír ninguna conversación estúpida.

La bocina de una gran y lujosa camioneta me saca de mis cavilaciones. Sonreí en una mueca irónica, levanté la mano y refunfuñando me levanté para tomar mi pequeña maleta y caminar hacia ellos.

—Buenos días— saludé cuando Patricio bajó con rapidez para tomar mi maletita.

—Hola Mercy— saludó  mirándome

—Hola Patricio— saludé sintiendo mi rostro arder, mientras el guardaba mi maleta en el valijero y luego me abrió la puerta trasera para subir.

—Hola Mercy— santo cielos, por qué me envías estás pruebas tan difíciles mi Dios.

Al subir lo primero que vi fue la sonrisa luminosa de Lucy perfecta.

—Hola— saludé de mala gana.

—Hola hermosa— saludó efusivo girando su cuerpo hacia mí, Diego estaba en el asiento de copiloto.

—Oh, me olvidé que venías también— dije irónica.

—Me hubiera gustado ir detrás ahí contigo, pero amo ver el camino de frente cuando viajo— dijo y Patricio solo lo miró al subir, yo solo miré su perfil y era perfecto, ¿Cuándo fue que me enamoré perdidamente de Pato que todo me gusta de él?

—No te preocupes Diego, estamos bien así.

—Sí, además yo y Mercy hablaremos durante todo el camino— dijo Lucy y yo solo parpadeé mientras quitaba mis audífonos de mi bolso y lentamente me los puse, Patricio me miró a través del retrovisor y solo apretó sus labios en una fina línea para no reír.

—O no—dijo de nuevo Lucy mientras aumenté el volumen de mi música para no escucharlos.

Patricio comenzó a conducir y recuerdo cuando viajábamos juntos los dos, hablábamos sin parar desde que me subía al auto hasta llegar, incluso nos faltaba tiempo para seguir hablando.

— ¿Y dónde nos hospedaremos?—cuestionó Diego y solo apagué la música para oír, eso también me interesaba.

—Ah, sí, el ganadero al saber que no solo iría yo, nos invitó a su estancia para pasar el fin de semana, entonces ustedes pueden divertirse mientras yo resuelvo el problema con él.

—Eres genial primo, ¿Ya te lo dije?— rodé los ojos.

—Parece que no estamos de buen humor hoy— giré mi rostro para mirar a Lucy al escuchar sus palabras que sabía muy bien se refería a mí.

— ¿Te diste cuenta? Pensé  que no estaba siendo muy obvia—contesté de mala gana. Patricio volvió a observarme por el retrovisor, esta vez muy serio.

— ¿Cuántas horas son, Patricio?—pregunté mirándolo.

—Cinco horas más o menos.

—Lo supuse— contesté

—Bien, despiértenme cuando hayamos llegado —Volví a aumentar el volumen de mi música recostándome en el asiento y cerrando los ojos.

No sé cómo, no sé cuándo solo sé que alguien me estaba haciendo cosquillas con algo en la nariz.

Abrí mis ojos golpeando a Diego sin querer por el susto que me pegó.

— ¡Ah!— gritó.

— ¿Por qué me golpeas?— gritó apretando la nariz.

— ¿Por qué me estabas haciendo cosquillas? Me asustaste— grité reclamando.

—Era solo una pluma—mostró levantándola.

—Yo te advertí que no lo hiciera Diego, te dije lo que pasaría — escuché la voz de Patricio fuera de la camioneta. Giré mi rostro y ya Lucy no estaba a mi lado, entonces habíamos llegado.

— ¿Llegamos?

—Sí, ya — contestó Patricio.

Bajé estirando mi hermoso y redondo cuerpecito cuando mis ojos se maravillaron al ver semejante hermosura, y no me estoy refiriendo al paisaje, sino al hombre hermoso que se estaba acercando a nosotros, tendrá unos 40 años, pero madre del cielo, si éste hombre no está bueno ya no sé cuál sería el concepto de bueno.

—Bienvenidos a mi humilde morada— bufé, ¿Humilde? Sí vaya modestia.

— ¿Perdón?— solo parpadeé porque de nuevo pensé en voz alta, sintiendo la mirada de todos sobre mí, el hombre solo pasó de todos y se posó frente a mí. —Sergio Montanaro, para servirte— ofreció su mano extendiéndolo y sus ojos, su boca, su barba, ese sombrero que le quedaba perfecto a su físico y ese aroma a hombre, Jesús bendito.

—Mercy, mucho gusto— contesté tomando su mano, pude ver un atisbo de sonrisa en sus labios y la calidez de su tacto.

Alguien se aclaró la garganta. —Como está señor Montanaro— Patricio serio, extendió su mano hacia él y el hombre solo sonrió de lado soltándome para tomar la mano de Patricio.

— ¿Cómo está García? Me alegra que hayan venido.

Patricio los presentó a todos y yo no sabía a quién seguir mirando si a Patricio o al ganadero.

—Por favor, pasen, mi casa es su casa— solo suspiré.

¿Podría ser otra cosa también mío no sólo su casa? Pensé y luego me detuve, y todos hicieron lo mismo mirándome confundidos. — ¿No dije nada verdad en voz alta?

Se miraron entre sí. —No, al menos no escuchamos nada— contestó Patricio achicando sus ojos hacia mí.

Solté todo el aire que tenía retenido, —Entonces sigamos caminando.

— ¿Y cuál es el problema con la topadora señor Montanaro?

—Pues con un mes de uso dejó de funcionar y como tiene garantía no quise dejar que mis técnicos lo reparen ni lo toquen, quiero que la garantía lo cubra, sabe que siempre seguiré apostando a sus maquinarías es la primera vez que sucede algo así con algunos de los nuevos adquiridos.

—Por supuesto señor, lo revisaré yo mismo, y sí es algo de fábrica la garantía lo va a cubrir sin ningún problema.

—Es por eso que me gusta tratar con usted — paró su andar girando hacia Patricio para señalarlo con el dedo.

—Además si sabía que traería unas bellezas con ustedes, yo mismo le causaba a mis máquinas algún desperfecto — es lo que dijo mirándome y yo no podía creer, ¿Está coqueteando conmigo? Debo estar soñando, seguro es solo modestia, porque aquí la única belleza es Lucy, yo solo estoy de adorno.




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