Claudia
No sé si se debe a los nervios, pero he despertado antes de la hora y optado por levantarme. Voy a ver a Daniel y eso debería ser algo genial, pero lo que me tiene más inquieta es el encuentro previo con Siwon. Me esmero en mi atuendo, ¿por qué? No lo sé. Mi cabeza no parece funcionar como debería y por eso lo odio. Siempre causaba cosas negativas en mi persona y aunque ha dicho que esto es en buen plan, continúa molestándome un poco. Podría intentar sabotearme. A pesar de eso, he limpiado la cocina como nunca y todo el resto de la casa. Miro el reloj, son las 12 en punto y justo llaman a la puerta. No sé porque se me agito y de nuevo siento ese vacío en el estómago, como cuando saltas de muy alto o bajas de golpe.
―Hola ―dice con una sonrisa. Esta apoyado en el marco de la puerta, con una ajustada camisa blanca, que dibuja a la perfección su pecho. Lo que me recuerda, el hecho de que lo he visto sin ella e incluso tocado.
¡Basta, Claudia! No debes pensar en eso.
―Llegaste ―digo, intentado disipar mis pensamientos y sonar normal. Sin ser demasiado huraña. Se supone que me ayudara a preparar la cena―. Voy por mi bolsa.
El plan es ir de compras y regresar para preparar algo que aún mantiene en secreto. Espero que no haga algo tonto. Entramos a un centro comercial y vamos directo al área de alimentos. Siwon es el encargado de seleccionar los ingredientes. No es que yo no puedo hacerlo, pero él parece un experto y eso sí que es toda una sorpresa. Lo veo tocar y olfatear las verduras y un par de frutas. Cosa que provoca que no pueda apartar la mirada de él, ni siquiera cuando me pilla mirándolo. Sin embargo, no dice nada al respecto, solo asiente y se desplaza por el lugar.
Es algo raro. Sin duda ha cambiado, ya no es aquel adolescente que disfrutaba jugarme bromas. Aun cuando sigo esperando que haga alguna.
―¿Quieres que compremos un postre? ―pregunta mientras empujo en carito, que luce una gran cantidad de cosas.
―Si.
―De acuerdo. ―Me conduce hasta el área de pasteles y para mi absoluta sorpresa, toma uno que me hace agua la boca―. Tres leches, con fresas.
―Mi favorito ―murmuro, a lo que él hace un pequeño gesto afirmativo.
Espero que haga algún comentario, pero solo me lleva al área de cajas, donde esperamos nuestro turno.
―Podrías haberme dado las recetas y ocupar tu tiempo en algo más ―comento, queriendo lucir despreocupada.
―En realidad, no tenia nada que hacer y como dije, quiero ayudarte.
―¿No hay alguien a quien deberías ver? ―Me arrepiento casi al instante por lo directa que es mi pregunta, pero es demasiado tarde.
―Siguiente. ― ¡Que alivio!
Empujo el carito, ya que es nuestro turno. Me concentro en dejar todo sobre la cinta, sin mirarlo.
Mientras la chica cobra todo, no estoy segura si quiero conocer la respuesta a esa pregunta. Es decir, ¿cambiaria algo saber que Siwon ve a alguien?
―¡Oye! Necesitamos esos tomates enteros.
―¿Qué? ―Lo miro confundida, pero cuando miro mi mano, veo que he apretado las verduras y casi han muerto trituradas―. ¡Oh! Lo siento.
Él los toma y los deposita en una bolsa.
―Creo que aun funcionan.
―Bien.
¡Que horror!
―Y respondiendo a tu pregunta. ―Me quedo inmóvil―. Lo hay, pero eso ya lo sabes.
¿Qué, qué? No, no tengo idea, quiero decirle, pero entonces es hora de abordar el auto.
Esa es toda nuestra charla, hasta que entramos en mi piso y vamos directo a la cocina. Ha sido incomodo, porque sus palabras han quedado colgando entre los dos. ¿Se supone que sé quien le gusta? No tengo idea. ¿Por qué debería? Siento que me estoy perdiendo algo.
―Bien ―dice colocando las bolsas sobre la mesa―. Ahora comencemos a cocinar.
―De acuerdo.
Se coloca el mandil y se ajusta las mangas de la camisa. Una imagen que me roba una sonrisa. Ver a este hombre enorme y musculoso con un mandil es algo único. Comenzamos por lavar los vegetales y dividir algunas tareas.
―Ven. Te voy a enseñar cómo prepararlos. ―Me hace tomar el cuchillo y él se coloca a mi espalda. Sentir su pecho contra mis omoplatos es algo extraño y no pude evitar hiperventilar―. Tienes que rebanarlos finamente.
―Si ―murmuro moviéndome un poco adelante, buscando alejarme. No lo consigo, él viene conmigo―. Déjame, puedo hacerlo.
―Estoy intentando ayudar. ―Lucho por no estremecerme al sentir su aliento en mi oído.
―Sí, pero no tienes que estar pegado a mí ―gruño, intentando darle un codazo. Que sin problemas esquiva.
―No estoy pegado a ti, solo te guio. ¿No me crees?
―Sí, pero… ―De nuevo se pega a mí y sujeta mi mano.
―Es de esta forma. Observa. ―Corta pequeñas rebanadas, con una precisión increíble―. inténtalo.
Lo hago, pero mis manos tiemblan ligeramente y no sale tan bien.