Encadenados por el destino

Capítulo 2: Color de rosas

El niño de apariencia angelical soltó aquellas palabras con una rara firmeza que dejó helado no solo a Kane, sino al mismo Riley, y que hizo a Brianna suspirar para sus adentros.

Kane frunció el ceño y acercó la silla de ruedas, fijo en el pequeño; sin embargo, cuando quiso ponerse frente a él, Brianna se adelantó y lo dejó a su espalda, ganándose un mirar desdeñoso del rubio, que resopló con fuerza.

—¡Tengo que casarme con alguien que no conozco, y mi abuelo ni siquiera pudo encontrar a una mujer decente, sino a esta…! —continuó botando sapos y culebras por la boca, echando la silla hacia atrás.

¡Este hijo de…!

Su desprecio por Brianna y por su hijo regó calambres de ira por la cabeza de la muchacha, que en ese mismo momento deseó darle un par de cachetadas y una patada en la entrepierna; sin embargo, interrumpió su descargo de niñato malcriado y siseó:

—¿Esta qué?

Notó que él no parecía estar acostumbrado a que le contestaran, porque se enderezó al instante y la fulminó con ojos gélidos y unas tremendas ganas de mandarla a la mierda.

Jo… ¿así iba a ser esto?

A ver quién reía al último.

—Con una mujer que ya tiene un hijo de quién sabe qué hombre —respondió Kane con altanería—. ¡No me voy a casar! ¡¿Por qué mierda me casaría con una tipa usada?!

Brianna apretó los labios y dio un paso al frente.

—Oh… ¿es que acaso usted es un señorito puro y casto, señor Beresford? ¿Nunca ha tenido relaciones con nadie, guardándose para cuando el amor de su vida toque a su puerta? —inquirió con condescendencia y obvia saña—. Porque internet no dice lo mismo, si me permite mencionarlo… No puedo creer que un sujeto de su aparente virilidad siga siendo virgen.

Lo miró con desafío y sonrió, decidida a no dejarse humillar por un tipo tan asqueroso como él.

Kane Beresford, treinta y dos años, sin pareja ni hijos, su prometida lo dejó tras su accidente, y desde entonces era un paria, un rechazado. De ahí que su abuelo lo quisiera casar con cualquier incauta, porque ninguna mujer de las altas esferas, ni por todo el dinero del mundo, estaba dispuesta a casarse con un discapacitado.

¿Pero antes de eso? Era un mujeriego, o al menos lo fue hasta que se comprometió.

¿Cómo podía un chiquillo de oro llamarla «usada»?

«¡Qué se joda!», espetó Brianna para sus adentros.

Él frunció el cejo ante sus últimas palabras, y la cólera se regó por todo su rostro mientras la miraba.

La rubia lo encaró sin temor, nada intimidada por su aparente arrebato de dominio.

—¿Quién demonios eres tú? —escupió Kane con bravura sin quitarle los ojos de encima.

—Brianna Hunt, y nos vamos a casar ya mismo, porque no dejé mi vida en Alemania por nada, y todavía tengo un montón de cosas que hacer —respondió la muchacha con firmeza.

Él entornó los ojos en ella con desafío, pero Brianna lo encaró con fiereza, no dispuesta a perder.

El juego de poder acababa de comenzar, y no podía permitirse flaquear.

Ella no era de las que se metía en una partida con miras a perder, no señor.

Al final, tras algunos segundos, él chascó con la lengua, se dio un cuarto de vuelta y resopló.

—De acuerdo… me casaré contigo solo para que el estúpido de mi abuelo me deje en paz, pero ni te creas que me voy a comportar como el esposo de tus sueños, querida. Yo tengo mi vida, y no sé qué rayos harás con la tuya, ni con ese crío, y tampoco me importa.

¡Este tipo era un maldito arrogante!

Por un segundo, por la mente de Brianna pasó la idea de darle dos buenos golpes en la cara, pero recordó lo que fue a hacer ahí y se calmó. Puso la más elegante y falsa de sus sonrisas y se preparó para hacerle saber que con ella no la tendría fácil.

—Perfecto, señor Beresford. Yo también tengo mis propios motivos, así que será un placer hacer negocios con usted. ¿Le parece si acabamos con esto y nos casamos de una vez?

Ella tampoco se la pondría fácil, ¿quién dijo?

Extendió la mano para ofrecerle un apretón; sin embargo, él la miró como si fuese infecciosa y, con el asco en su rostro, llevó su silla a la entrada para salir de ahí.

Sí… esto no iba a ser color de rosas.

• • •

Un angelito y dos bestias... Bri anda exhibiendo algo de carácter. ¿Cómo terminará esto?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.