La casa principal de los Beresford quedaba en uno de los barrios más ricos e importantes de la ciudad, Ballsbridge, y al llegar a Brianna no le sorprendió encontrar altas cercas que delimitaban todo el terreno, además de guardias en la entrada que corroboraron su información.
Pasaron en el taxi, que los dejó en la entrada, rodeando una enorme fuente.
La casa parecía un palacio, y daba aires de opulencia por todas partes, con suelo adoquinado en la entrada de aquella rotonda.
—Señorita, llegamos.
Tras las palabras del taxista, ella y Evan bajaron y contemplaron la nueva estampa.
Los preciosos ojos del nene detallaron todo el lugar, y no pudo evitar murmurar:
—Es linda.
Era linda, sí. Brianna resopló, y ambos caminaron hasta la puerta principal, para tocar el timbre.
Esta se abrió con lentitud, y la figura de un señor espigado, no tan viejo, enfundado en un traje y corbatín, apareció ante ellos, y el ruido de una discusión inentendible se coló.
—Buenos días. Usted debe ser la señora Beresford. Un placer conocerla, yo soy Nino Bosco, el mayordomo de la casa —habló e hizo una leve reverencia.
—Buenos días, soy Brianna Hunt —se presentó ella destacando su apellido, lo que llamó la atención del señor.
—Y yo soy Evander Hunt —secundó el pequeño rubio con una voz muy seria.
El mayordomo lo miró con interés, sonrió y le extendió la mano. El pequeño dudó, mirando a su madre, que asintió en señal de aceptación.
Evan estrechó la mano del empleado, y tras las presentaciones ambos ingresaron a la casa. Dentro, la discusión se hizo más fuerte.
—¡¿Por qué hiciste que me casara con una tipa usada?! ¡Ella tiene un hijo!, ¿ni siquiera pensaste en lo que es eso? ¿Quién carajo te dijo que quiero tener cerca a un maldito mocoso ajeno, eh?
La voz de Kane resonaba con una ira profunda y muy real.
—¡¿Y a quién mierda le importa si tiene uno, dos o diez hijos?! ¡Estás casado con ella, eso es lo único que me importa! A partir de ahora, compórtate como un hombre adulto, o despídete de tu posición en la empresa. ¡Que no se te olvide quién es el Presidente de la junta, chiquillo malcriado! ¡Eres igual a tu madre!
De la mano de Evan, Brianna llegó al salón y vio cómo la expresión de Kane, sentado en su silla de ruedas, cambió enseguida por una dura, y ese otro hombre, un señor mayor, canoso pero bien conservado, lo fulminó.
—¿Crees que me importa tu maldita empresa, abuelo? ¡Puedes hacer lo que quieras con ella, envuélvela en un papel y métetela por el…!
—¡Ya basta!
Una tercera voz resonó con vehemencia y, de pronto, todo se sumió en un profundo y sepulcral silencio presionado por el frío, y la señora que habló, que venía bajando las escaleras, llevó la vista hacia los recién llegados.
Un escalofrío recorrió a Brianna, que tragó saliva.
—Los nuevos miembros de nuestra familia han llegado, compórtense como dos hombres adultos, por favor.
Su tono era fuerte, pero no crudo y, sin embargo, imponía un respeto increíble.
Evan jaló el pantalón de su madre, que bajó la vista a su encuentro.
—Mami, ¿por qué parece que somos rechazados? —preguntó el niño en inglés, con un tono claro y audible.
Su voz era fina, propia de un niño de su edad, pero la curiosidad latente hizo que a su madre se le subiera la rabia y respondiera a viva voz:
—Es porque son unos idiotas que solo piensan en sí mismos, cariño. No les hagas caso, no vale la pena perder tu precioso tiempo con ellos.
El color se les subió a ambos hombres a la cara con gran cólera; sin embargo, una risita lo cortó todo y, para cuando Brianna se dio cuenta, la señora de la casa reía por lo bajo. Ella vio al par de varones y asintió con la cabeza.
—Son unos idiotas, sí señor. ¿Cómo se les ocurre armar tal pelea frente a un niño?
Brianna le dedicó una mirada, apretó la mano de su hijo y frunció el ceño al pasar la vista por los alrededores, porque no veía sus cosas por ninguna parte. Quiso preguntar por ellas, pero la señora, que terminó de bajar las escaleras, se le acercó.
—Lamento la bienvenida tan convulsa. Soy Carol Beresford, la abuela de Kane. Es un placer conocerte…
—Brianna, Brianna Hunt —dijo la muchacha con cierta extrañeza, y enseguida desvió la vista al nene a un lado—, y este es Evander, mi hijo.
La señora, que se veía como en el final de sus sesentas, aunque de seguro debía ser mucho más vieja, suavizó su mirar al contemplar al pequeño y le sonrió.
—Es un placer conocerte, Evander.
Él sonrió y correspondió con respeto, en tanto Brianna le echaba un vistazo a Kane y al otro señor, de expresión dura, definitivamente familia del primero.
—Un gusto conocerlo, señor Beresford. No sé qué clase de trato hizo con mi padre, pero espero que solo sea esto. —Le enseñó su anillo de matrimonio de pacotilla.
Él frunció el ceño, definitivamente molesto por la presencia de Evander, pero a ella poco le importaba. Por alguna razón, ese viejo estaba tan desesperado porque su nieto tuviera una esposa que recurrió a tácticas bajas para conseguírsela.
¿Algo tan simple como «mi abuelo quiere que tenga una esposa»? Brianna no se comía esa excusilla, no era tan estúpida.
¿Qué hombre de negocios cedía por algo tan trivial? A pesar de que estuviera en silla de ruedas, eso no era suficiente justificación para ella. ¿Y Kane? ¿Ceder ante la voluntad de su abuelo? No le daba aires de ser de ese tipo.
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Estamos conociendo a mucha gente nueva. Estaré colocando los rostros de estos personajes en mi insta.gram. Si desean conocer más de la historia y estos pequeños detalles, no duden en seguirme. Me encuentran como Shi Fernweh. Espero que estén disfrutando de la historia.