Encadenados por el destino

Capítulo 6: Firma el acuerdo

A Brianna se le revolvió el estómago de solo escucharlo, pero él seguía y seguía, metiendo la pata hasta el fondo.

—El que ahora seas la señora Beresford no te da derecho a nada, ¿entendiste? Solo hice esto para sacarme al chicle de mi abuelo de encima y que dejara de fastidiarme la vida. No sé quién eres, ni me importa. Solo procura no meterte en mi camino y estaremos bien.

Aquellas palabras resonaron con tan poca soltura que chirriaron en los oídos de la muchacha. ¿De qué le servía tener una cara tan hermosa, si por dentro era más ego que cerebro?

Resopló con fuerza y rodó los ojos.

—¿De verdad te crees tan especial como para que me importes tú, tu apellido o tu familia? ¡Dios, no, que egocéntrico saliste, Kane Beresford! —exclamó mientras negaba con la cabeza, fingiendo asombro.

—¿Y por qué otra razón lo harías? Tu padre te vendió a cambio de su empresa, ¿no? Ustedes son tal para cual.

Brianna frunció el ceño y se acercó un paso, enfrentado su dureza con aplomo.

—Mire, señor Virgen. —Él se crispó apenas oírla, pero Brianna continuó—: No metas a ese tipo en esta conversación. Lo que él haga o deje de hacer me importa una mierda. ¿Y tú? ¿De verdad te crees el ombligo del mundo? ¿El accidente que te dejó en esa silla de ruedas también se llevó tu cerebro o qué?

Ese era un terreno peligroso, y ella lo sabía bien; sin embargo, ahora poco importaba. Necesitaba dejar las cosas claras desde el principio.

—Hay millones de cosas más importantes que tú; es decir, hace dos semanas ni siquiera sabía que existías. Incluso limarme las uñas me es más interesante, ¿entendiste? Así que bájale a ese teatrito de macho alfa queriendo imponer su poderío, porque no te luce para nada. Si te sientes inseguro por estar confinado a una silla de ruedas es muy tu problema, a mí ni me va ni me viene, y definitivamente no te voy a tener lástima por eso.

»A mí tampoco me importas en lo más mínimo. Si acepté casarme contigo fue porque tengo mis propias razones, unas que no te incumben, dicho sea de paso.

El rostro de Kane se ensombreció con una furia apenas contenida, y adelantó su silla. Antes de que Brianna pudiera reaccionar, la tomó del brazo y la jaló para que cayera en su regazo, sometiéndola con fuerza. Subió la mano libre a la mandíbula y la hizo mirarlo, aunque en los ojos de la muchacha no había ni una pizca de arrepentimiento.

—Escúchame, chiquilla. —Su voz resonó áspera, llena de ira—. Será mejor que aprendas a controlar esa maldita boquita tuya desde el principio, ¿entiendes? No te gustará que la haga callar.

Brianna sintió un escalofrío de advertencia por sus palabras, y se sintió atrapada por esos orbes de un color tan raro, que no llegaba a ser azul, pero tampoco era algo más.

Tragó saliva, pero se negó a dar marcha atrás. Jamás volvería a dejarse pisotear por un hombre.

Subió una mano, le arrancó la suya de su mentón y se enderezó, aún sentada en su regazo, con un mirar tan astuto como controlado.

—A ver… ¿Cómo me hará callar, señor Virgen?

Casi podía oír el latido de su corazón acelerado en sus oídos, presa de la adrenalina del momento, pero no cedió. Él la miró como si quisiera descuartizarla ahí mismo, pero no importó.

—No me retes, perra. Te aseguro que no querrás averiguarlo.

Y se suponía que ella debía temer a tal amenaza de un desconocido, ¿verdad? Pero no fue así.

En cambio, un cierto aire de excitación que no comprendía despertó en el fondo de su alma.

Se levantó sin dejar de verlo y se quedó derecha frente a él, una pose que indicaba que no estaba dispuesta a dejarse doblegar.

Era una guerra de caracteres.

Kane sostuvo su mirada por unos segundos, pero luego se volvió hacia la mesa, donde estaba una carpeta de manila. La tomó y se la extendió a Brianna.

—Este es el acuerdo postnupcial. Fírmalo después de leerlo. No sé cuáles son tus intenciones, tampoco me importan, pero no permitiré que te metas en mi camino.

¿Acaso este tipo creía que a todo el mundo de verdad le importaba lo que hiciera con su vida?

La frustración cegó por un segundo a Brianna al recibir el folio, pero empezó a leerlo, y no le pareció nada raro, hasta que…

—Si la parte B incurre en infidelidad o adulterio, y es descubierto por cualquier persona que no sea la parte A, la parte B deberá indemnizar a la parte A con la suma de cinco millones de dólares por daños y perjuicios —leyó con asombro y alzó la vista—. ¿Acaso te volviste loco?

Él era la parte A, ella la B y, viéndolo negar con la cabeza, Brianna se indignó.

—¿De dónde demonios piensas que alguien como yo podría sacar semejante cantidad de dinero?

Que sí lo tenía, pero no se lo daría a él.

—Bueno, es simple: si te vas a revolcar con otro, que nadie te descubra. No quiero que piensen que una tipa como tú tiene los ovarios para engañarme. Eso te daría demasiado crédito —Se encogió de hombros—. Entonces, firma de una vez. No tengo todo el día.

Sacó una pluma y suspiró molesto.

Brianna apretó los labios y contuvo las ganas de pegarle un puñetazo en esa boquita suya. Agarró la pluma y firmó.

—Espero que usted tampoco deje verse con alguna mujer u hombre. No creo que sea del tipo al que le gusta que se hablen pestes de su persona.

No dijo nada, pero se la quedó viendo como si aquello fuese muy obvio y ella una idiota, lo que le dijo a Brianna que todo estaría bien. Cerró la carpeta y le extendió la pluma.

—Bueno. La mayor parte de mi trabajo la haré desde casa, y ya que ahora viviré aquí, necesito un sitio privado para hacerlo. ¿Hay algo así en este lugar?

—¿Trabajar desde casa? ¿No vas a trabajar para tu padre?

—¿Yo? ¿Con ese malnacido? Ni muerta —espetó Brianna sin pensarlo y resopló—. Bueno… iré a acomodar mis cosas y las de Evan en el cuarto. Hay mucho que tengo que hacer todavía.

—Hay un pequeño depósito al fondo que puedes usar para trabajar. Respecto a dónde dormirás, será en mi habitación, así lo dispuso mi abuelo.




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