—Lo harás, no está sujeto a discusiones. Quiero acabar con este fastidio de su parte, y ni me va ni me viene respirar tu mismo aire —espetó él y se encogió de hombros.
Acto seguido, llevó su silla hasta el largo pasillo por el que se fue su madre con Evan, y Brianna lo siguió.
—Entonces aquí irá mi cama, ¿verdad? —La voz de Evan resonó con calma.
—Sí, o podemos ponerla allá. —Esa fue Evie.
—Allá podemos poner mi mesa. Tuvimos que dejar la mía en Alemania, pero mami dijo que tendré una nueva y así podré ver mis clases.
—¿No irás a la escuela?
—Hmm… creo que sí, mami quiere que vaya a la escuela para que conozca a otros niños, pero también veo mis clases por internet con mis profesores.
—¿Qué clases ves? —Evie parecía interesada.
En el pasillo, Kane se detuvo antes de llegar al portal, y Brianna justo tras él.
—Veo clases de programación y desarrollo de software, también de francés y chino, y clases de música, que me gustan mucho.
—Oooh, eso es impresionante. Eres un niño muy inteligente.
Ellos siguieron hablando, y Kane siguió rodando su silla hasta el final del pasillo, en tanto Brianna se paró en la puerta.
En cuanto Evan la vio, se acercó a ella con una sonrisa.
—Mami, ¿vamos a comprar los muebles para mi cuarto? Mis cosas están aquí.
Alrededor había algunas maletas y cajas que eran las pertenencias de Evan, y su madre asintió.
—Tenemos que comprar tu cama, mesa y un librero. —Brianna se acercó y le acarició la cabeza con cariño.
Evan había nacido y crecido en Alemania, una cultura un poco diferente. No tenía muchos amigos allá, así que para su madre este sería un nuevo comienzo.
Él no iba a la escuela, sino que recibía clases en casa de profesores en distintas partes del mundo, básicamente porque era muy pequeño para ir a un colegio especializado e incluso las escuelas para niños superdotados lo aburrían y limitaban.
—Hoy vamos a ocuparnos de la cama, y mañana lo hacemos con lo demás, ¿está bien?
Él le sonrió y asintió con la cabeza.
—¿Puedo tener sábanas de Iron Man? —preguntó con una inocencia que solo exhibía frente a su madre.
—Claro, cariño. Tendrás sábanas de Iron Man para que combinen con tus pantuflas.
—¡Perfecto!
Él soltó una risita y su madre le removió el pelo.
Al otro lado del cuarto, Evie los miraba con un raro cariño.
—Ah… extraño cuando Kane era así —susurró la señora, atrayendo la atención de Brianna y Evan—. Por aquel entonces era un niño tan inocente y precioso. ¡Te enseñaré las fotos!
Evie pareció aceptar la presencia de los dos recién llegados demasiado pronto, así que Brianna pensó que estaría mal rechazar su ofrecimiento; sin embargo, apenas caminar a la entrada del cuarto, una silla de ruedas la detuvo.
—Mamá, no compartas cosas privadas, por favor. —Era Kane, cuya voz no fue dura, pero se sentía su fuerte aura—. Y tú. —Miró a Brianna—. Ven conmigo.
La aludida soltó un respingo y, repitiéndose mil veces que debía tener mucha paciencia a partir de ahora, dio un paso atrás y le dijo a su hijo:
—Cariño, iré con Kane un momento, ¿sí? ¿Puedes decidir el diseño final de tu cuarto? Buscaremos algunas tiendas para comprar tu cama y nos ocuparemos enseguida.
—Claro, mami —respondió el nene con calma y luego miró a Kane con el ceño fruncido.
No dijo nada, pero fue una advertencia velada, una que Kane captó al instante, y que lo sorprendió tanto que no tuvo tiempo para reaccionar antes de que Brianna saliera y cerrara la puerta tras de sí.
Al oír el madero cerrarse, Kane volvió a sus cinco sentidos y se movió en su silla hasta el final del pasillo, siendo seguido por la muchacha.
Entró por una puerta a la derecha que reveló un sitio amplio y bien iluminado, con paredes claras y decoración moderna. El suelo de madera clara le daba mucha más luz a todo. Las puertas eran anchas, y se podía ver la del vestidor y la del baño.
A un costado había otra silla de ruedas que era muy similar a la que Kane usaba, pero se veía un control, así que era eléctrica. Aunque parecía que no tenía uso.
En el centro había una cama tamaño King bien vestida, un tocador bajo, cajones y mesas de noche, además de un rincón con un sofá y una mesita, con vistas a través del ventanal de la naturaleza más allá de los terrenos familiares.
—Vaya, esto sí que es inesperado. Creía que vivías en una mazmorra oscura, y que dormías en un ataúd, como Drácula —espetó la muchacha sin cuidado, fijándose en los alrededores.
—Como digas. —Él no le dio importancia— Ya que vamos a compartir habitación: yo duermo de este lado. —Señaló la derecha—. Da más espacio a la silla. Tú te quedas en el sofá.
Señaló el mueble, y ella frunció el ceño.
—¿Ah? ¿Te volviste loco? No me jodas. Me voy a dormir con mi hijo.
—¡No! Tienes que dormir aquí —dijo él tras voltearse.
—¿Por qué? ¿Porque tu abuelo lo dice? La verdad es que no me pareces del tipo que le hace caso a los mayores. ¿Acaso eres un niñito de tu abuelo en secreto? —se burló ella con conocimiento de causa.
Groso error.
De pronto, el lugar se congeló, y solo pudo escuchar el movimiento de la silla. Al segundo siguiente, de nuevo, él la jaló por un brazo para acercarla, tomó su mentón con una fuerza que casi la hizo sisear por el dolor, y la fulminó con una mirada penetrante y gélida.
—Te lo advierto, mide tus palabras hacia mí. No toleraré que me faltes el respeto.
Una ligera sensación de temor llenó a la rubia por unos segundos, pero su aplomo apareció, como siempre, y lo encaró.
—Y yo te advierto que ni muerta me voy a dormir en ese sofá, ¿entiendes? No soy un perro. Si voy a dormir aquí, será en la mitad de esa malditamente gigante cama, y guardaré mis pertenencias en tu vestidor, que también debe ser enorme, capisci? Mi hijo y yo no somos cosas que puedas acomodar a tu antojo en un rincón.