Encadenados por el destino

Capítulo 8: ¿Te gusta lo que ves?

Madre e hijo cenaron tarde, pues se la pasaron acomodando su habitación, lo que la libró de enfrentar a su señor nuevo esposo.

Sin embargo, cuando llegó la hora de dormir, bueno… ardió Troya.

—¿Qué es esto? ¿Por qué mis zapatos están tan juntos en un rincón? ¡Se ve todo desprolijo! —se quejó Kane, por un motivo muy insulso a ojos de Brianna, y volteó a verla con furia.

Ella llevaba algunas cajas consigo, no muchas, porque no era de esas fanáticas de las compras y se aseguraba de tener lo justo y necesario, y se encogió de hombros.

—Te dije que debías darme un espacio en tu vestidor, ¿no? Lo decía en serio. Soy una dama, y merezco ser tratada como tal.

Él frunció el ceño y estuvo a punto de decir algo; sin embargo, la rubia le pasó por delante como si nada y se dispuso a acomodar sus zapatos y sandalias en el pequeño espacio que desocupó.

—Recuerde lo que le dije temprano, señor Beresford —remarcó con especial apego—. Además, no es para tanto. Una hilera, un cajón y un par de perchas, y ya estás poniendo el grito en el cielo. ¿Estás seguro de que no tienes un problema de control de ira?

No lo miró, pero pudo sentir sus ardientes ojos taladrarla, cosa que le hizo cierta gracia. ¿Acaso disfrutaba molestar a alguien que estaba confinado a una silla de ruedas, pero que era más poderoso que ella y podía hacer que esto terminara mal? Sí, ¿y qué?

Luego de acomodar sus zapatos, Brianna trajo su maleta y empezó a guardar en un cajón, que ya estaba vacío desde antes debía destacar, algo de su ropa, lo que no necesitaba estar colgado, y luego dejó lo que sí en un rincón. El vestidor era enorme, como una habitación pequeña, y pudo ver trajes de alta costura y ropa fina y costosa, relojes y demás, todo caro, por todas partes, aunque a la altura de alguien con su condición.

Para cuando terminó la particular organización, ya pasaban de las nueve de la noche. Evie se fue a su propio cuarto, al otro lado, y Kane entró a ducharse.

Esa era otra cosa: tendrían que compartir baño.

Bueno, a ella no le molestaba compartir baño con un hombre desconocido al que no le sabía las mañas ni nada parecido, ¿se entendía el sarcasmo? Pero ya se había hecho la brava con sus exigencias, y de ninguna manera daría un paso atrás en su resolución, aunque eso significara compartir ducha y demás.

—Mami, ¿mañana vamos a pasear? —preguntó Evan mientras se tallaba los ojos con sus manitos.

A Brianna le sorprendía que siguiera despierto a esta hora considerando todo el estrés del día, pero probablemente estaba tan ansioso por todo que por eso soportó.

Ella terminó de acobijarlo y asintió con la cabeza.

—Deberíamos quedarnos en casa a descansar, pero iremos a una entrevista en la que podría ser tu nueva escuela. Iremos con la tía Amelia, ella de verdad está deseando conocerte en persona.

—¿De verdad vamos a conocerla? —El nene se animó de repente—. ¡Genial! —Soltó una carcajada emocionada, y ella se acercó para besar su frente.

—Luego podemos ir a comprar algunos legos para sustituir los que regalamos allá en Alemania, y a comer helado.

Los violáceos ojos del nene brillaron con emoción y asintió con la cabeza.

—¡Perfecto!

Brianna volvió a besar su frente, despejando sus cabellitos traviesos, y se separó. Los del servicio de la mueblería armaron todo muy bien considerando el poco tiempo, pero parte de sus cosas aún estaban apiladas a un lado en el cuarto, más que todo libros y recuerdos que no podía dejar perder. Luego de volver al día siguiente tendría que revisar para ver qué tal era el depósito que Kane mencionó. Le quedaba una semana de vacaciones forzadas.

Salió de la habitación de Evan tras dejar una lucecita encendida, y caminó al final del pasillo, tomó el pomo de la puerta de la habitación principal y, antes de girarlo para pasar, respiró hondo.

Justo cuando puso un pie dentro, la puerta del baño se abrió, y de ahí salió Kane, con solo una toalla sobre sus piernas y otra sobre la cabeza, como si nada, aparentemente sin haberse percatado de la presencia de la muchacha.

La visión de su torso desnudo la sacudió por un momento, pues se notaba que le dedicaba sus cuantas horas al gimnasio solo al contar la cantidad de músculos que se le marcaban, aunque no en exceso, dándole un aspecto más deseable y sensual que, sin embargo, contrastaba con sus delgadas piernas, propias de alguien que hacía mucho tiempo no las usaba.

Era algo pálido, pero no demasiado, y tenía unos brazos fuertes y unos hombros anchos. Entonces quedó claro: Kane era el tipo de hombre que no quería depender de los demás.

Desde que lo conoció más temprano, lo vio subir a su auto y conducir, pasear por su casa como si nada, bañarse y asearse por su cuenta. Sí, era un tipo autosuficiente.

Se le aceleró el corazón mientras lo observaba fijo sin darse cuenta, y se le aceleró aún más cuando sus ojos se encontraron.

La sorpresa la invadió y a él también, aunque enseguida lo enmascaró con indiferencia.

—¿Acaso te gusta lo que ves?—se burló y resopló, deslizó su silla hasta la cama y se estiró para tomar su ropa interior.

«¡Ah, este tipo es un maldito ególatra!», gritó Brianna para sus adentros al verlo.

Él se quitó la toalla como si nada y comenzó a vestirse con calma.

Al mismo tiempo, ella volteó y espetó:

—¡Oye, ¿no podías vestirte en el baño?!

—¿Por qué? Este es mi cuarto, y puedo hacer en él lo que quiera. Si me da la gana, puedo dormir desnudo. Si no te gusta, siempre puedes quedarte en el sofá.

• • •

¡Tarde pero seguro! ¿Creen que Kane hará algo de eso último que dijo? Y Bri... bien que anda echándole miraditas a pesar de todo.




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