Brianna frunció el ceño y lo miró con ojos acusadores, viendo cómo se acomodaba para ponerse los pantalones. Era extraño, pero funcional.
—¿Acaso sabes lo que son el respeto y la decencia? —preguntó con tono acusador.
—Son cosas que no tengo por qué hacer en mi cuarto —soltó él como si nada y se encogió de hombros—. Me voy a dormir, mañana tengo mucho trabajo pendiente.
En un parpadeo, se pasó a la silla de ruedas, actuando como un experto, y fue al baño para dejar las toallas.
La muchacha lo vio hacer esto con el ceño fruncido. A continuación, él volvió, y ella lo vio tomar sus piernas con fuerza para meterse bajo las sábanas. Apagó las luces de la habitación con un interruptor que tenía a un lado de su cama, agarró el celular y empezó a ver cosas.
Brianna apretó los labios, pero decidió ignorarlo y seguir con lo suyo.
Tomó un pijama que había dejado fuera antes, su neceser con sus pertenencias y una toalla, y entró al baño, cerrando con pestillo por si acaso.
El lugar era enorme, y estaba pensado para facilitar la movilidad de Kane en su silla de ruedas. El retrete tenía un par de asideros en horizontal a un costado, obviamente para ayudarlo a hacer la transición desde la silla de ruedas.
La ducha era amplia y plana, y se veía el asiento a un lado junto a otra barra de baño. Más allá había un conjunto de lavabo bastante curioso, pues uno de ellos, el que se encontraba más cerca de la puerta, estaba más elevado, lo ideal para una persona «normal» y abajo tenía una pequeña despensa, un gabinete, en tanto el otro se encontraba varios centímetros más abajo y era flotante, de seguro para facilitar que Kane se aseara en su silla de ruedas. Junto a este estaban las cosas del rubio y su cepillo dental.
Brianna no pudo evitar quedarse mirando cada zona por largos segundos, y solo entonces lo comprendió. No el hecho de que estuviera casada, sino que se había casado con un discapacitado.
No pudo evitar preguntarse si Kane era así de cascarrabias por culpa de su discapacidad, pero decidió dejarlo de lado y se duchó.
Fue un poco incómodo, pues estaba acostumbrada a las mamparas y esta ducha no tenía nada de eso, pero no le dio demasiada importancia.
Mientras se duchaba, no pudo evitar notar el fuerte olor de un cítrico con otra cosa, que llenó sus sentidos justo en la ducha y la hizo estremecerse por unos segundos. De seguro se trataba del champú de Kane.
Tras bañarse, se vistió, se secó el pelo y salió.
Justo entonces evaluó sus posibilidades, tomó su celular y rodeó la cama. Hacía frío, el aire acondicionado parecía estar más bajo, y se acostó.
A su lado, Kane seguía en su celular, por lo que ella se quedó de su sitio e intentó no hacerle caso.
—Buenas noches —murmuró y, como esperaba, no recibió respuesta.
Sin embargo, estaba tan cansada que se dejó llevar a los brazos de Morfeo, entrando en un sueño oscuro y profundo que necesitaba con urgencia.
Hasta que, de repente…
—Mami… mami… ayuda… mami…
Como si fuera una alarma, Brianna abrió los ojos de par en par apenas escuchar la voz de Evan en el fondo de su mente, y al tomar consciencia del entorno, lo encontró ahí, parado junto a la cama mientras sollozaba por lo bajito, quizá teniendo cuidado de no despertar al hombre al otro lado.
—Cariño, ¿qué pasó? —preguntó en voz baja—. ¿Viniste tú solo?
—Sí… lo siento, pero… es que el malo me quería comer y…
Por la ventana entraba una tenue luz que iluminó sus pequeñas facciones, dejándola ver su rostro compungido y listo para soltar el llanto. Su mente sumó dos más dos y le dijo:
—¿Quieres venir con mami? Yo te cuidaré, ¿sí? El malo no te hará nada.
Sus ojitos brillaron en medio de la penumbra y asintió con la cabeza, así que su madre lo subió a la cama con cuidado y, justo cuando él se acostaba en medio, sus instintos detectaron la presencia de Kane, cuya expresión y ojos oscurecidos no parecían aprobar esto; sin embargo, no le importo.
Lo fulminó con la mirada para que no dijera ni media palabra, porque Evan sollozaba un poquito y no quería alarmarlo más, y se recostó cerca de la orilla, con su hijo abrazándose a ella con fuerza.
Evan era un niño muy maduro para su edad, pero niño al fin y, aunque podía hablar varios idiomas mejor que muchos niños con el triple de años, programar y sabía muchas cosas más, sufría pesadillas a veces, como cualquier niño, tenía miedos como cualquier niño, y lloraba como cualquier niño, y el hecho de que se aferrara a ella con fuerza se lo confirmaba.
Era su bebé, y lo cuidaría sin importar nada ni nadie, sobre todo porque lo había sacado de su zona de confort para venir a un ambiente completamente desconocido.
Él se durmió casi enseguida, ella poco después, y cuando volvió a abrir los ojos, la luz que venía desde la ventana era más clara, aunque aún no amanecía por completo, y se alarmó al darse cuenta de que Evan no estaba en sus brazos, ni a su lado.
Se sentó sobre la cama de golpe, miró a un costado, y lo que vio hizo que se le fuera el corazón a la boca.
Sus ojos no eran del todo visibles porque aún estaba oscuro en el cuarto, pero distinguió su ceño fruncido, cual gorila rabioso, que le heló el cuerpo.
—Oh, la Bella Durmiente se dignó a despertar por fin. ¿Me quitas a este mocoso de encima? Si quisiera tener a un chiquillo molestando mi sueño tendría mis propios hijos —espetó Kane con un ronco tono casi seductor que le apretó el pecho.
Pero no había nada que decir. Por alguna razón, Evan dormía a pierna suelta contra el pecho desnudo del rubio, aferrado a su cuerpo como si fuera el más preciado de sus juguetes, y parecía bastante cómodo.
Lo peor de todo era que a Evan no parecía gustarle Kane, pero…
Maldita sea.
—Ya voy, ya voy… —espetó Brianna y se acomodó para tomar al nene, que enseguida se removió, cargarlo y levantarse.
—Hmm… mami… —balbuceó el pequeño y se acunó contra su cuerpo enseguida.