Encadenados por el destino

Capítulo 11: Ya no importaba

La ira se reflejó en los zafiros de Brianna, una contenida, velada, tan cruda y dura que podría matar a alguien con su frialdad si lo quisiera; sin embargo, se vio interrumpida con un fuerte paso al frente y un sonoro grito:

—¡¿Cómo se te ocurre pegarle a…?!

—Si no quieres que te deje sin hijos, será mejor que te quites de mi camino —interrumpió la rubia, fulminándolo con una mirada severa que dejó a Owen de piedra y preguntándose quién era esta y qué había hecho con la Brianna que conocía.

Pero ella lo ignoró, se volvió hacia su hijo y se agachó a su altura. Evan permanecía tranquilo, algo nada natural para un niño de su edad.

—Cariño, ¿estás bien?

El nene miró al par de adultos gritones y luego a su madre, y asintió con la cabeza.

—Lo estoy, mami. No deberíamos dejar que este par de personas feas nos siga molestando. ¿Podemos ir a la otra tienda? Me gustaría ver los bloques de construcción ahí.

Su voz era fina e infantil, pero contenía una intención terrible y un deseo de intimidar que, de nuevo, no eran propios de un niño de su edad.

Y su madre lo sabía, porque lo conocía bien, pero asintió con la cabeza, se levantó y tomó su mano.

—Claro, cariño. Vamos. Amy, vámonos. Aún tenemos algunas cosas que hacer.

Ignorando al par, madre e hijo pasaron de largo para dirigirse al siguiente negocio, y cuando Amelia pasó junto a ellos, dijo claro y conciso:

—Dios los hace y el mal gusto los junta.

Siguió su camino, dejando al par ofuscado, y a una Ivette que se preguntaba qué demonios estaba pasando aquí.

—¡¿Por qué no me defendiste mejor?! —protestó la castaña con el ceño fruncido.

—¡Claro que lo hice, Ivy! ¿Qué querías? ¿Que le pegara?

La otra se enfurruñó más y resopló con fuerza.

—¡Pues deberías! —espetó y empezó a caminar a la salida.

No le habló en todo el camino, y cuando llegó a casa para todos fue obvio que estaba molesta. Los del servicio la miraron, pero apenas le dirigieron la palabra, conocedores de su carácter volátil y no queriendo ser ellos los receptores de su arrebato.

En el salón, Ezra Hunt, su padre, la miró con curiosidad y no pudo evitar preguntar:

—Ivette, ¿pasó algo? No traes buena cara.

La chica, apenas verlo, se acercó a pisotones y haciendo pucheros, y se tiró en el sofá.

—¡Papá, hoy vi a la idiota de Brianna! Y no lo vas a creer… ¡Tiene un mocoso!

Ezra, que revisaba la bolsa en su tablet, la dejó a un lado en el sillón y la miró con los ojos bien abiertos.

—¿Qué?

Sonaba incrédulo, y lo estaba.

El mohín de Ivette se hizo más profundo y se cruzó de brazos sobre el pecho.

—¡Lo vi! ¡No solo engañó a Owen, sino que ahora tiene un mono desgraciado de crío! ¡Y es un maleducado! ¡Es un demonio que me insultó! —espetó y luego soltó un gruñido—. ¡Y mira! —Se señaló la mejilla, que estaba un poco hinchada—. ¡Esa desgraciada me pegó! ¡Soy una modelo! ¡¿Cómo puedo tolerar esto?!

Ezra frunció el ceño, sin hacerle demasiado caso a su hija.

—¿Cómo que ya llegó? —susurró y se sacó el celular del bolsillo.

Marcó el número de Brianna, pero nadie contestó. Volvió a marcar y, de nuevo, nadie contestó.

No fue sino hasta el cuarto intento que alguien por fin respondió al otro lado.

—¿Qué quieres? —resonó la voz fastidiada de una Brianna que se notaba tenía nulas ganas de hablar.

—Ya estás en el país, ¿por qué no viniste a casa a visitar a tu familia? Además, Ivette dice que tienes un hijo. ¿Tengo un nieto? ¿Cómo es que tengo un nieto y no lo sabía? Tienes que traerlo para que lo conozca.

A un lado, Ivette lo miraba con desdén, y al otro lado de la línea resonó una carcajada desdeñosa.

—¿Tu niña bonita te fue con el chisme? De seguro te dijo que le duele mucho la bofetada, ¿no? —Resopló—. Como sea, no somos familia. Dejamos de serlo cuando me repudiaste hace cinco años. Solo volví por mamá, no por ti, así que déjame en paz. Ahora tengo cosas más importantes que hacer. Ya tienes tu dinero, ¿no? Sigue adelante y entiende tu lugar.

Sin darle tiempo a contestar, Brianna colgó, y todo lo que Ezra escuchó a continuación fue el tono de ocupado.

—¡Esta malcriada! —chilló el varón al segundo siguiente, apretando el celular con fuerza.

—Bueno, es la hija de Salma, ¿qué esperabas? Salieron igual de estúpidas —se oyó una voz diferente, de una dama que venía desde las escaleras.

—Dalila, cuida tus palabras —amonestó Ezra con dureza.

Dalila, la segunda esposa del patriarca de los Hunt, rodó los ojos, lo ignoró y fue junto a su hija.

—Mi niña, ¿qué te pasó en la mejilla? —preguntó preocupada, con tono lastimero.

—¡La malparida de Brianna me abofeteó, mamá! ¡Es una estúpida!

Dalila frunció el ceño y negó con la cabeza.

—Esa chiquilla, siempre causando problemas… ¿Al menos conseguiste lo que buscabas? El vestido que te pongas para la fiesta de Conor Kelly marcará el primer paso a relacionarte con gente poderosa, ¿entiendes?

Ivette asintió con la cabeza.

—No encontré nada que me gustara, y luego de la bofetada… Owen y yo solo volvimos. Tengo que ir a otro sitio.

Dalila suspiró y acarició con cuidado la mejilla de su hija.

El regreso de Brianna sin lugar a dudas sería un dolor en su trasero, pero tenía algo a su favor.

Esa estúpida ahora estaba atada a un discapacitado inútil. Ya no era problema para ellos.

• • •

Se nos vienen desencuentros en la celebración de Conor Kelly... ¿o no? ¿Quién es su favorito/a en la historia hasta ahora? ¡Los leo en comentarios!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.