Brianna se había preguntado más de una vez qué clase de ceguera tenía su madre para haber considerado que alguien como Ezra Hunt era material de esposo, o al menos de ser humano.
Ese tipo era una mierda y su madre una mujer fantástica. ¿Cómo terminó con una escoria así?
Después del encuentro con la pareja dispareja, Amelia y Brianna estuvieron hablando sobre establecer una pequeña base en la ciudad para trabajar, ya que Dylan, un amigo en común, se transferiría de vuelta a Irlanda.
Mientras ella acompañaba a Evan a pedir unos zapatos, Amelia llamó al jefe, y tras unos minutos volvió sonriente.
—Él dice que tendremos una pequeña reunión por la tarde. Los cuatro.
Unas horas más tarde, Amelia los llevó a casa. Evan llevaba un par de bolsas no muy pesadas con algunas de sus cosas para la escuela, y marchaba contento, balanceándolas.
Él era así, muy sensato la mayoría del tiempo, pero niño al fin, y a veces se contentaba con las cosas más inesperadas, y no podía evitar sonreír, emocionarse y asombrarse como el nene de cuatro años que era.
Brianna guardaba esos momentos, que eran escasos, con especial cariño en su mente y corazón.
Entraron por el acceso privado a la casa, y apenas pasar encontraron a Evie en el salón, revisando algo en su celular.
Apenas alzar la vista, el semblante de la señora se iluminó.
—¡Llegaron! ¡Bienvenidos! —Bajó la vista a Evan y su sonrisa creció—. ¿Qué traes en esas bolsas, pequeño Evander?
El rubiecito, que solía ser precavido, pero que parecía haber tomado a la mujer como una buena persona, le dio una mirada serena y se acercó.
—Mi mami me compró las cosas para la escuela, para el uniforme y las clases.
Abrió una de las bolsas, donde se veía la caja de una tablet, además de audífonos, y la otra, donde se veían algunas camisas y medias.
—Oh, ya pronto irás a la escuela entonces.
—¡Sí! La próxima semana —declaró alegre.
Evie estiró la mano y le acarició el cabello, y Evan, para sorpresa de su madre, dejó que lo hiciera sin oponer resistencia ni poner mala cara.
—Señora Beresford, ¿cree que podría mantener un ojo en Evan por un momento? Mi jefe convocó a una reunión de emergencia y necesito entrar al sistema de la empresa —sondeó la rubia.
—Oh, cariño, no te preocupes. Ve tranquila. Evander y yo conversaremos un rato sobre su nueva escuela. ¿Verdad, Evander?
El niño dudó un segundo, pero enseguida asintió.
—Puedes llamarme Evan, mi mami me llama así.
Evie sonrió y asintió.
—Está bien, Evan. Entonces puedes llamarme Evie, ¿de acuerdo? Y tú también, Brianna. —Miró a la otra con una sonrisa.
Brianna no dijo nada, solo asintió porque tenía un poco de prisa, y se llevó el resto de las cosas al cuarto de su hijo antes de tomar su laptop en la habitación principal y entrar al sistema de su empresa.
Una vez iniciada su sesión, con la laptop sobre la cómoda, se puso los audífonos y esperó unos segundos. Enseguida apareció un hombre rubio que la saludó efusivo, luego Amelia, y por último un varón castaño que sonreía tranquilo, enfundado aparentemente en ropa casual.
—Señor Cook, qué bueno volver a verlo —saludó Brianna, y el hombre al otro lado sonrió.
—Me alegra ver que estás bien, Bri. ¿Cómo va la adaptación? ¿Cómo lo está tomando Evan?
—Todo bien, más o menos —comentó ella—. Evan se está adaptando a la escuela. Le daré un par de semanas antes de retomar sus sesiones.
El castaño asintió, y entraron en materia laboral.
En un principio, Brianna planeaba trabajar desde casa, pero con la presencia de Amelia y la llegada de Dylan, se perfilaba mucho mejor establecer una base para comenzar el plan de expansión que tenía en mente desde hacía un tiempo, y que implicaba a ByteBloom Software, la empresa fundada por su madre.
No tenía interés en convertirse en una ejecutiva, pero sí en recuperar lo que le pertenecía por derecho, lo que nadie sabía valorar.
—La oficina local es un buen punto de partida —intervino Andrew tras escuchar sus planteamientos—. Les enviaré algunos asistentes para apoyarlos en su trabajo. Me ocuparé de sus gastos de gestión, así que no se preocupen. Solo hagan lo que saben hacer.
Amelia, Dylan y Brianna sonrieron a la cámara y asintieron. Esto representaba el inicio de una nueva aventura, el principio de un plan con un fin único: conquistar ByteBloom Software.
Y después de esto tendría que comenzar a buscar en serio la fuente del mensaje y pruebas de que lo que dijo era verdad.
• • •
Tras la reunión, Brianna salió al salón, donde encontró a su nueva suegra viendo un programa en la TV junto a un Evan que leía un libro como si nada.
Sobre la mesita había un sobre dorado.
Apenas verla, Evie reaccionó.
—Cariño, un mensajero trajo esto para ti —dijo, tomando el sobre y extendiéndolo a Brianna—. Es una invitación muy bonita.
La muchacha sonrió y la aceptó. Al abrirla, descubrió que era la invitación a la celebración de Conor.
Se sentó junto a Evie en el sofá, y ella no pudo evitar chismear.
—Oh, ¿conoces a Conor Kelly? Incluso eres invitada especial.
—Sí, nos conocimos en el internado, cuando éramos niños. Pero él eligió un camino completamente distinto al mío —murmuró Brianna.
—Ya veo. Es impresionante que mantuvieran su amistad hasta ahora.
La sospecha llenó la cara de Evie, y Brianna lo notó al instante.
—No somos tan cercanos —se apresuró a aclarar—. La mayor parte del tiempo lo he visto crecer desde lejos, pero es lindo ver lo alto que ha llegado.
Eso pareció relajar a la mayor, aunque un rastro de sospecha seguía ahí.
En ese momento se escuchó el rugido de un motor y, tras uno o dos minutos, Kane entró, rodando en su silla de ruedas y con cara de pocos amigos.
Evander alzó la vista, miró con desdén al rubio y volvió a su libro, indiferente.
Los vio a todos y murmuró un escueto «Buenas tardes» antes de intentar seguir su camino. Aunque su madre no lo dejó.