Encadenados por el destino

Capítulo 13: Un libro abierto

Una semana más tarde, había llegado el día del evento. Conor Kelly, el afamado pianista de talla mundial que volvía a casa a formar a las nuevas promesas, aunque él mismo solo tenía treinta años, regresaba oficialmente a la ciudad.

Esa noche, Evie planeó una pijamada con Evan mientras Brianna y Kane se dirigían a la fiesta. Ella estaba muy emocionada, y él… también, solo que lo disimulaba.

Kane esperaba por su pareja en el pasillo, sentado en su silla con un traje negro y pajarita, tal como exigía el código de vestimenta. No tenía muchas ganas de ir, pero no le quedaba de otra.

Se escuchó el ruido de la puerta cerrándose y unos pasos de tacones altos resonando por el pasillo.

Entonces, la vio. Brianna caminaba con innegable clase, enfundada en un vestido de fiesta largo y plisado con cuello en V en un color azul que resaltaba sus ojos incluso en la noche.

Tenía el cabello ondulado y suelto, con un ligero maquillaje y apenas joyas. Pero no las necesitaba.

Kane se quedó pasmado por unos segundos, pero luego volvió en sí mismo, respiró hondo y tiró la vista a otro lado.

Entre las celebraciones de su madre y el mocoso, murmuró un escueto «Vámonos», y se movió hacia la entrada.

Se dirigió al auto, y luego de desbloquearlo hizo lo de siempre: abrió la puerta, acomodó la silla, se trasladó al asiento del conductor, haciendo un esfuerzo, acomodó sus piernas y procedió a desarmar y plegar la silla, que metió en la parte trasera.

Brianna, ya sentada en el asiento del acompañante del auto deportivo, fue testigo de todo esto, guardando silencio mientras examinaba su dinámica.

Él resopló con fuerza y encendió el auto, para luego cerrar la puerta y mirar al frente.

Arrancó, y se dirigieron al lugar del evento.

El camino fue silencioso, porque Kane no era de muchas palabras, y ella no tenía mucho de qué hablar.

—¿Es difícil manejar el auto así? —preguntó tras un rato, sin quitar la vista del camino.

—Al principio es frustrante, pero está bien. Al menos puedo valerme por mí mismo en esto.

Eso la dejó pensando, y se sumió en el silencio.

Debía ser difícil.

Tras llegar al sitio del evento, como ningún mozo podía manejar el auto, Kane tuvo que estacionarlo por sí mismo, y ambos bajaron.

Brianna presentó la invitación VIP, y los del protocolo los hicieron pasar de inmediato.

Dentro, el salón rebosaba de actividad, con conversaciones animadas por acá y por allá entre personas que representaban la flora y nata de la sociedad dublinesa.

A ella no le gustaba esto, los focos, la atención, por lo que suspiró cuando, apenas entrar, todos los ojos se posaron sobre ellos. Por supuesto, quizá no por ella, sino por el hombre que iba a su lado.

Tras investigar un poco, supo que hacía muchísimo tiempo que Kane Beresford no asistía a ningún evento social, y que su vida era básicamente ir a trabajar y volver a casa, salvo alguna salida casual con su mejor amigo cuando este volvía al país.

Los rumores decían que pasaba por una fuerte depresión, y a ella eso no le parecía tan descabellado.

Pasaron entre algunas personas que los saludaron con cordialidad, pero el personaje central de la noche no tardó en aparecer.

Era un varón alto, pelirrojo y con barba, que vestía de punta en blanco, y que se acercó sonriendo apenas verla.

—¡Bri, qué bueno verte! Ha pasado un tiempo.

Se puso frente a la rubia, que sonrió, y se acercó más para saludarla con dos besos, lo que la sorprendió, porque ellos no eran tan cercanos, pero mantuvo la calma.

—Tienes razón, ha pasado bastante, Conor —dijo ella.

—Supe que volviste a la ciudad tras mucho tiempo. ¿Te quedarás de forma permanente?

Una pizca de inquietud bañó el corazón de la muchacha, que no era muy amiga de la efusividad, y asintió con la cabeza.

—Volví al país por trabajo, pero también por algo más. —Dio un paso atrás y señaló al hombre a su lado, uno al que Conor no había notado gracias a que estaba un poco bajo por la silla de ruedas—. Te presento a mi esposo, Kane Beresford. Él es en parte la razón por la que volví al país.

Lo dijo lo bastante alto como para que las personas alrededor lo escucharan, y todos se volvieron hacia ellos con expresiones sorprendidas.

El silencio se extendió alrededor, y al mismo Conor se le congeló la sonrisa y se quedó tieso por unos segundos.

Miró al rubio en la silla de ruedas y frunció un poco el ceño.

—Bri, ¿cómo que te casaste? Yo no… lo sabía.

Cierto rastro de decepción se oyó en el fondo de su tono, uno que ella no notó, pero que Kane sí, lo que lo hizo mirar a la estrella de la noche con renovada curiosidad.

—Sí, me casé hace poco. Esta es la primera vez que asistimos a un evento social desde que salimos. Gracias por invitarnos —comentó la muchacha con calma.

La idea no le agradaba demasiado, pero era consciente de que debía interpretar un papel delante de toda esta gente para preservar la imagen de Kane y la integridad de la familia Beresford, así que lo hacía.

Esbozó una leve sonrisa, pero de pronto se vio sorprendida cuando sintió que alguien tomaba su mano, y al bajar la vista encontró a Kane, quien miraba arriba, a Conor, con un deje de casi indetectable picardía, lo que la hizo fruncir el ceño.

—Usted es uno de los mejores músicos de este país, señor Kelly. Muchas gracias por invitarnos a mi esposa y a mí a esta velada. De verdad espero que disfrute su estancia en la ciudad, y que sea provechosa para tantos estudiantes que buscan su guía.

Remarcó a propósito «a mi esposa», siendo especialmente incisivo, y se congració al ver que el otro arrugaba un poco la cara.

Dios, algunos eran tan predecibles, un libro abierto ante él.

Una ligera tensión se apoderó del salón; sin embargo, esta fue rota cuando, de repente, se escuchó una voz un poco chillona que los sacó a todos de su centro:

—Oh, Brianna, ¿así que decidiste mostrar la cara después de lo que hiciste y que papá te repudiara cinco años atrás. ¡Sí que eres descarada!




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