Encadenados por el destino

Capítulo 14: Te las verás conmigo

Brianna miró a un costado, y su expresión se ensombreció al ver ahí a Ivette, que llevaba un vestido un poco más revelador de lo necesario. El gesto de suficiencia en su rostro destacaba, en tanto más atrás estaba Owen, con el ceño fruncido, molesto.

El dúo de los payasos había llegado.

—¡Le fuiste infiel a Owen y no paraste de negarlo! ¡Pero ahora hay pruebas! —espetó, casi chillando, y los demás asistentes, atraídos por el chisme, se fijaron en ella.

Los murmullos no se hicieron esperar, porque en un mundo de plástico como el de la alta sociedad, la falsa moralidad reinaba, y una acusación como esa era capaz de destruir a cualquiera.

Sin embargo, Brianna apenas dio un par de pasos para acercársele y la miró con gesto sereno.

—¡Quedaste embarazada por esa aventura! ¡Yo misma vi al chiquillo! ¡No eres más que una vil infiel! ¡Por eso papá te echó!

Entre las amigas de Yvette se regó una oleada de indignación, y un tenso silencio llenó la sala, pues incluso la música se había detenido.

De pronto, una suave risita desenfadada resonó, sorprendiendo a propios y extraños.

—¿El burro hablando de orejas? —preguntó, con la voz rebosante de sarcasmo, y los miró como si fueran un chiste—. Te recuerdo que te encontré acostándote con este… —Miró a Owen de arriba abajo con gesto displicente— remedo de hombre en mi propio apartamento al volver antes de un viaje de trabajo.

Los murmullos regresaron y, tras Brianna, Kane observaba. Aunque su rostro no demostraba nada, este tipo de espectáculos le repugnaban.

—¡Mientes! —chilló Ivette, dando un pisotón y avanzando un poco—. ¡No intentes acusarme de lo que tú eres, infiel!

—Demuéstralo —desafió Brianna con tono cortante y ladeó la cabeza—. Porque yo puedo demostrarlo, ¿pero y tú? —Una leve sonrisa curvó sus labios.

La sombra del miedo apareció en los ojos de la castaña, que abrió la boca para decir algo; sin embargo, se vio interrumpida de repente.

—Brianna, es increíble que incluso después de tanto tiempo te niegues a tomar la responsabilidad de tus acciones.

Owen dio un par de pasos al frente y se situó junto a Ivette, su nueva pareja. Irradiaba suficiencia, lo que hizo a la rubia soltar una risita y negar con la cabeza.

Era increíble lo hipócritas que podían ser algunos.

—¿Responsabilidad? ¿Lo dice el mismo tipo que le ha mentido a todo el mundo estos años diciendo que le fui infiel, cuando terminé contigo esa misma noche después de encontrarte revolcándote en mi cama con ella. —Llevó la vista a Ivette, reacia a hacer movimientos innecesarios.

»Aunque quizá te sobra espacio en los pantalones y te falta materia gris en la cabeza para hacerlo.

La sala se unió en un jadeo sorprendido por semejantes palabras, un golpe bajo a la virilidad de cualquier hombre, pero que sin embargo ella había pronunciado con total casualidad.

Owen apretó los dientes y su cara enrojeció por la ira.

¿Qué le pasaba a esa estúpida? ¿Quién se creía que era al ventilar esas cosas frente a todo el mundo?

No se daba cuenta de que todo había comenzado por Ivette, o más bien eligió ser ignorante por elección de eso, centrando su furia en la mujer frente a él, que ahora se dignaba a parársele delante como si fuera mejor.

La recordaba. Cinco años atrás, ella llegó antes de un supuesto viaje de negocios y los encontró en la cama a él y a Ivette, pero ellos no podían quedarse con esa, ¿verdad? Entonces, aprovechando que Brianna era prácticamente un paria en la casa familiar, sin madre y con un padre que no la quería en lo más mínimo, Ivette sugirió hacer algo para cambiar las tornas y que esta chica por fin dejara de fastidiarlos.

Miró a un lado, al sujeto en silla de ruedas que sabía ahora era el esposo de su ex, y soltó una risita.

—¿Ahora te crees mucho porque estás casada con un Beresford? —espetó, lo bastante alto para que todos lo escucharan, incapaz de controlar la ira que bullía en su interior—. ¡Pero no es más que un discapacitado! —Soltó una carcajada.

Ivette, a su lado, también se rio, y algunas amigas de ella; sin embargo, alrededor todo se tornó repentinamente sombrío.

—¿Es que acaso tuviste que conformarte con las sobras, Brianna? —continuó Owen, su tono más bajo e insinuante, y una sonrisa maliciosa pintó sus labios.

La muchacha; sin embargo, se mantuvo tranquila, con una serena sonrisa, nada parecido a lo que él esperaba.

Quería verla molesta, pero, en cambio, ella parecía indiferente.

—Debe ser horrible tener que conformarse con un tipo que ni siquiera puede satisfacerte como se debe —se burló.

Una tensión aún mayor se apoderó del lugar, y algunos, esos quienes conocían el temperamento de Kane, no dudaron en mirarlo. Él, no obstante, permanecía tranquilo. Demasiado.

De repente, una risita resonó, y la atención se fue hasta una Brianna que se reía mientras negaba con la cabeza.

Clavó su mirar en Owen y, sin que el buen humor desapareciera de su expresión, comentó:

—Sin entrar en detalles, puedo asegurarte que Kane es perfectamente capaz de satisfacerme de formas en las que tú jamás pudiste. A fin de cuentas, que puedas caminar no te hace capaz de satisfacer a una mujer, y si Ivette nunca te ha dicho lo contrario… es porque ella tiene muy mal gusto.

Se encogió de hombros como si nada y soltó un suspiro.

No estaba aquí para ser elegante, no le importaba en lo más mínimo. Solo venía a saludar a un viejo amigo y esperaba irse pronto a casa para seguir con sus cosas.

Frente a ella, la ira de Owen llegó a un punto culmen al ver insultada su virilidad y, antes de que nadie pudiera darse cuenta, avanzó, arremetiendo contra Brianna.

Sin embargo, antes de que siquiera pudiera ponerle un dedo encima, Kane se adelantó en su silla, tomó a la muchacha por la cintura y la hizo caer en su regazo, dirigiéndole al otro una mirada fulminante antes de decir, con la voz tan fría y baja que dejó a todos tiesos:




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