Encadenados por el destino

Capítulo 16: Muerto en vida

Cheek to cheek, versión de 1956, de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, comenzó a sonar, y Kane frunció el ceño, preguntándose cómo demonios su nueva esposa conocía una canción tan vieja. ¿Eso era normal en alguien de menos de treinta años?

Pero ella le tomó la mano y lo jaló hacia la pista de baile sin importarle nada.

Era raro, ¿por qué se comportaba de esa forma ahora, cuando solía despreciarlo?

Al llegar a la pista, ante la atenta vista de todos, ella se acercó y le susurró al oído, con expresión pícara:

—Ya que me defendiste, tenemos que pretender ser una pareja enamorada, ¿no? Ahora estamos en una escenario donde echaste a los malos y tienes que ser el héroe, ¿entiendes? Tienes que asegurarte de dejar una profunda buena impresión.

—¿Hablas en serio?

La sonrisa de Brianna se amplió, y un brillo juguetón cruzó sus ojos.

—Marketing, querido. Si lo aplicas en tu vida diaria también te será provechoso. Además, bailar no te hará mal.

El rubio la miró, y pasó de la sorpresa a la comprensión, y luego a una picardía que replicaba la de ella.

—Pero, por si no te has dado cuenta, estoy paralizado. —Puso las manos en los costados de su silla.

Ella amplió su sonrisa y le guiñó un ojo, un gesto encantador que le aceleró el pulso de forma inexplicable.

—Estás paralizado, no muerto. Aunque tu corazón sea frío como el hielo, estoy segura de que hay un poco de diversión por ahí. Solo deja de ser el todo duro Kane y relájate.

Él frunció el ceño, pero tras unos segundos soltó un suspiro.

—De acuerdo.

Con la canción ya bien entrada, ella le tomó las manos y comenzó un movimiento lento. Kane era alto, así que incluso en la silla se ajustaba cómodamente a su altura; sin embargo, frunció el ceño, lo que la hizo resoplar.

—Concéntrate —susurró, y luego añadió, moviendo los labios y sin sonido—: Señor Virgen.

Kane frunció más el ceño; sin embargo, con los ojos de todos encima, porque quizá nunca habían visto a un tipo en silla de ruedas en la pista de baile, supo que debía mantener la calma y la dejó hacer.

Dio una vuelta en la silla y vislumbró algo, lo que encendió su curiosidad.

—Hay periodistas —susurró.

Brianna se acercó sonriente y se inclinó un poco hacia su rostro con un movimiento calculado.

—Perfecto. Eso es buena publicidad.

Ella se movía con gracia mientras se acercaba y se alejaba; sin embargo, a mitad de la canción Kane se cansó de eso, y la jaló para hacerla caer sentada en su regazo.

Brianna soltó un gritito sin poder evitarlo, pero al encontrar sus ojos mirándola curiosos, sonrió y lo abrazó por el cuello, propiciando una intimidad que en realidad nunca habían tenido.

—Eres buena mintiendo —susurró Kane con un deje de diversión en el tono que la hizo reír.

—Estoy en mi papel —murmuró y se encogió de hombros. Llevó un dedo a darle un toquecito en la nariz y añadió—: Tienes que saber ser diplomático cuando hace falta.

Una rara serenidad invadió a Kane, como si de repente se sintiera cómodo en una situación que en principio le resultaba incómoda, y entonces movió la silla para fingir que bailaba, generando un mirar cómplice de parte de la muchacha que otros interpretaron como de verdadero amor.

—Se ven bien juntos… qué inesperado —murmuró alguien.

—Y parecen llevarse bien. Vaya, quién pensaría que alguien podría conquistar el corazón de Abadon —comentó otro.

Los murmullos chismosos a su alrededor crecieron, y el boca a boca generó teorías interesantes que al llegar a Brianna, gracias a que tenía un oído muy agudo, solo la hicieron reír.

Abrazada al cuello de su esposo, disfrutó del ambiente, del espectáculo y, por qué no, de la calidez que emanaba de ese cuerpo en la silla, de un hombre que aparentemente no era del todo molesto. Aparentemente.

Al terminar el baile, ella bajó y se integraron en la fiesta. Kane, que no solía salir mucho, se entretuvo hablando con algunos eruditos, forzado a ser diplomático, y Brianna hizo lo propio, reconectando con algunas personas que hacía mucho no veía.

En eso se acercó Conor, con una copa de champaña en la mano, y charlaron un poco antes de que los demás se dispersaran.

—No sabía que te habías casado. Ni siquiera sabía que conocías a Kane Beresford. No parece tu tipo —señaló.

Brianna sonrió.

—¿Verdad? Pero es buen tipo.

Conor frunció el ceño. No quiso sacar el tema de las acusaciones de Ivette porque no le pareció propicio.

Al mismo tiempo, ella no paraba de decirse que esa noche estaba mintiendo demasiado. ¿Era bueno? No; sin embargo, Conor no era un amigo cercano, así que no tenía necesidad de ventilar sus verdades con él.

—Nunca pensé que… bueno, te casarías con alguien como él —susurró el pelirrojo algo dubitativo—. Y tampoco sabía que tenías un hijo.

—¿Te refieres a que está paralizado? —señaló la rubia, y luego negó con la cabeza—. Eso no es impedimento para tener una vida más o menos normal. Míralo, conduce un auto deportivo. —Se encogió de hombros, restándole hierro al asunto—. Y sobre mi hijo… la verdad es que no me gusta ventilar mi vida privada.

—¿Lo que Owen e Ivette dijeron…? —cuestionó al final, picado por la curiosidad, pues solo conocía la historia que se contaba por ahí.

Brianna, sin embargo, se mostró tranquila.

—Puedes elegir creerlo o no, la verdad no me importa. Conozco la verdad, y eso es lo único que me vale.

Eso lo dejó en el aire por unos segundos, hasta que, de repente, apareció Kane, quien rozó con calma el brazo de su ahora esposa.

—Bri…

Conor sintió un nudo en el pecho al oírlo llamarla así, que solo empeoró cuando ella volteó y le dedicó un mirar dulce.

—¿Pasa algo…?

—Es momento de irnos.

Brianna vio su rostro un par de segundos antes de darse cuenta de que algo andaba mal, pues estaba muy pálido y parecía incómodo.

Salieron del salón, y al dirigirse hacia el estacionamiento no pudo evitar hablar:




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