Encerrados para siempre

Capítulo 1

Era una preciosa mañana de mayo, los jardines de las calles por donde estaba caminando Melisa estaban repletos de flores con colores muy vivos, mientras que los cerezos, con sus ramas llenas de flores rosadas, parecían dibujar nubes de tonalidades suaves en el cielo. El aire era fresco y limpio, impregnado con los aromas dulces de la primavera. Cada paso que daba sobre el sendero pavimentado iba acompañado por el canto de los pájaros y el murmullo de la brisa acariciando las hojas.

Melisa avanzaba con su marcha acelerada, sin siquiera detenerse a contemplar todo aquello. A pesar de la belleza que la rodeaba, no lograba conectar con el entorno. Nunca le habían fascinado las flores, y mucho menos la primavera. En cualquier caso, tenía alergia al polen, por lo que a menudo le picaba la nariz y le provocaba estornudos. A pesar de las molestias, continuaba su paso. Había algo más en su mente, algo que la mantenía enfocada en el camino y no en el paisaje que la envolvía. Pensaba en los próximos exámenes, las tareas que aún debía entregar y los planes que aún no tenía, para el fin de semana.

De repente, sin previo aviso, una mano se posó en su hombro, lo que la sobresaltó ligeramente.

—Buenos días, Bruno —saludó Melisa, sin girarse ni a mirarlo, poniendo los ojos en blanco. Estaba tan acostumbrada a las bromas y sorpresas de su amigo que ni siquiera se molestaba en volverse a mirar. Sabía que era él.

—¿Cómo sabías que era yo? —protestó Bruno desanimado. Su intención era llegar a asustar a su amiga, pero por mucho que se esforzara, nunca lo conseguía.

—Supongo que es un presentimiento —respondió Melisa, sin más, mientras continuaba su marcha. En ese momento, de reojo, notó que su amigo no estaba tan descansado como normalmente. No pudo evitar comentarlo. —Por cierto, ya veo que desde ayer no pegas ojo. Tienes muchas ojeras, y parece que llevan el nombre de «PlayStation».

—A veces te odio —declaró Bruno, frunciendo el ceño. —No he pegado ojo por el examen que tenemos mañana, lista —añadió, queriendo darle una justificación seria. Sin embargo, sabía que la verdadera razón era otra: había estado jugando a videojuegos gran parte de la noche, pero no quería darle la razón a su amiga. —Pues las tuyas llevan el nombre de «soy una empollona que no separa la cabeza del libro» —respondió Bruno burlón.

—Al menos yo estudio para sacarme una buena carrera. Lo de la PlayStation no tiene futuro —se defendió Melisa, callando así a Bruno, quien solo pudo hacer un gesto de desaprobación.

Llegaron rápidamente a la entrada del instituto, un edificio de ladrillos rojizos y aspecto algo desgastado, que a pesar de su antigüedad, seguía siendo el alma de la ciudad. Allí, junto a la puerta principal, Cloe y Jon los estaban esperando.

—¿Os habéis enterado? —les preguntó Cloe, claramente asustada, tan pronto como llegaron a donde ellos dos se encontraban. Su rostro mostraba señales de preocupación, algo que rara vez ocurría.

Ambos se observaron extrañados, sin saber a qué se refería. ¿Qué sería aquello que les deseaba contar su amiga?

—Veréis —continuó Jon, con un tono más grave de lo habitual. —Ayer un chico de nuestro instituto se suicidó. Pero dicen que él no se quitó la vida. Que fue una fuerza maligna que le estaba acechando.

Jon, al decir estas palabras, los miraba con una expresión que los aterrorizaba. Sus ojos, normalmente brillantes y bromistas, ahora reflejaban algo más profundo, algo inquietante.

—Jon, a mí no me contaste eso... Dijiste que solo se suicidó —comentó Cloe, sorprendida y con una expresión aterrada, como si no quisiera creer lo que estaba escuchando.

—Sí, perdón, era para darle un poco de terror al asunto —mencionó Jon con una sonrisa nerviosa, tratando de aliviar la tensión. Sin embargo, su intento de bromear no tuvo el efecto que esperaba. Melisa, molesta por su falta de sensibilidad, le pegó una colleja, y no pudo evitar reprenderlo.

—Eres un imbécil, Jon. Con esas cosas no se juega — dijo enfadada, mientras se disponía a ir a su respectiva clase, sin esperar a sus amigos.

Instantes después, el timbre sonó, y todos comenzaron a dirigirse hacia sus respectivas aulas. La mañana avanzaba con rapidez, aunque la conversación que había tenido con Cloe y Jon seguía rondando la mente de Melisa.

Cuando Bruno entró en clase, Melisa ya estaba sentada, como siempre, justo frente a su asiento, con una distancia corta entre ambos. La primera clase de la mañana siempre resultaba la peor: matemáticas. Comenzar el día resolviendo problemas, ecuaciones y fórmulas parecía una tarea interminable. Aunque Melisa no era del todo mala en esta asignatura, definitivamente no era su fuerte; las letras siempre habían sido su campo. Su verdadera pasión era la siguiente clase, inglés, donde podía sumergirse en nuevos idiomas, algo que le fascinaba profundamente.

Durante la clase de matemáticas, no podía evitar girarse hacia atrás, buscando la mirada de Bruno. A menudo, sus ojos se encontraban, y sin necesidad de palabras, ella pedía su ayuda. Era un intercambio constante de conocimientos: él le guiaba con las matemáticas, y ella lo hacía con el inglés. Se complementaban perfectamente, formando un equipo que funcionaba sin esfuerzo, cada uno destacando en lo que el otro no dominaba tan bien. Sus momentos de complicidad eran sencillos, pero muy valiosos para ambos.



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En el texto hay: misterio, thriller, terror

Editado: 11.05.2025

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