Capítulo 3

Bruno decidió dejar de leerlo, ya que deseaba continuar junto a sus amigos. Colocó el libro cuidadosamente en la mesa de su habitación, quedándose con una mezcla de emoción y nerviosismo. Había algo en el aire, una anticipación casi palpable, que le hizo sentir que este libro podría ser el inicio de una aventura inolvidable.

«Chicos, he encontrado algo» —escribió en el grupo de chat en el que se encontraba junto a sus amigos. La conversación instantáneamente cobró vida.

«¿Qué has encontrado?¿Sherlock Holmes?» —respondió en el grupo de forma divertida Jon, quien siempre tenía una broma lista para cualquier situación.

«Lo que ponía en la carta es el título de un libro» — informó, dando así un giro interesante a la conversación.

«¿En serio?» —preguntó Melisa, estupefacta. Su interés era evidente, ya que siempre había sido una apasionada de las historias intrigantes.

«Joder, que siniestro todo. ¿Y de qué trata el libro?» —preguntó Jon, curioso, como era habitual en él. Siempre tenía un aire de detective, buscando en cada conversación un misterio por resolver.

«Bueno, he leído super pocas páginas; empieza con que mataron a un niño para hacer un ritual y así maldecirlo» —declaró Bruno, dejando caer la información como si fuera una bomba en la conversación.

«¿Maldecir el qué?» —preguntó Cloe, sin entender nada de lo que estaba diciendo Bruno en ese momento. Su confusión era comprensible, ya que los detalles eran escasos y la historia, inquietante.

«No tengo ni idea. Podemos averiguarlo juntos, venid a mi casa sobre las 20:30 y lo leemos» —propuso Bruno, sintiendo que la intriga crecía entre sus amigos. La idea de reunirse y compartir el misterio del libro lo emocionaba.

Tras la charla sintió el cansancio del día, por lo que se recostó a descansar un rato. Levantarse temprano no era su fuerte, y necesitaba un poco de energía antes de la llegada de sus amigos. Mientras se acomodaba en la cama, su mente viajaba entre la realidad y el mundo de los sueños, donde las imágenes de lo que había leído comenzaban a mezclarse con sus propios pensamientos.

En su sueño, se mostraba la escena macabra de cómo mataban al niño de la historia para llevar a cabo el ritual de la maldición. La imagen era vívida y perturbadora, y al ocurrir esto, se despertó de inmediato empapado en sudor. Su corazón palpitaba con fuerza, y la sensación de terror seguía latente en su pecho.

Giró la cabeza y, asustado, observó el libro al lado suyo. Él apostaría lo que fuera a que lo había dejado en la mesa. Pero ahora, el libro parecía vibrar con una energía oscura que lo hipnotizaba. Se percató de que algo no estaba igual en el libro; la portada que antes mostraba el título: «Yo no lo hice, fue él», ahora decía: «Léeme». Al ver eso, su rostro se puso pálido y una ola de inquietud lo envolvió.

Lo primero que hizo fue intentar llamar a sus amigos, para que vinieran en el menor tiempo posible. Sin embargo, al revisar su teléfono, se dio cuenta de que no disponía de señal. La ansiedad comenzó a apoderarse de él. No tuvo más remedio que leerlo sintiendo que, de algún modo, la historia lo estaba llamando.

La historia de Iraia Gonza (1978), se desplegó ante él como un oscuro laberinto. Cuando lo abrió, una fuerza maligna pareció aparecer de la nada. El chico no le daba importancia a la sombra que se formaba en la esquina de su habitación; era solo una simple sombra. Pero a medida que leía, la atmósfera se volvía más pesada, y una sensación de peligro se cernía sobre él.

Las palabras del libro comenzaron a cobrar vida en su mente, y cada línea lo arrastraba más profundo en la narrativa. La historia de Iraia era trágica y escalofriante; un relato de traiciones, sacrificios y maldiciones que parecían estar vinculadas a su propia existencia. La sombra comenzó a moverse, danzando en las paredes de su habitación, como si la historia estuviera tomando forma propia a su alrededor.

Bruno se sintió atrapado, como si el libro lo hubiera hipnotizado. Las primeras páginas hablaban de un niño inocente que había sido víctima de un ritual oscuro, y cada palabra parecía resonar en su interior. La historia revelaba un secreto ancestral que había estado dormido durante años, y que ahora, de alguna manera, había encontrado su camino hacia él. La sensación de que no estaba solo en la habitación se intensificó; la sombra parecía estar observando, esperando a que revelara su secreto.

A pesar del miedo que lo invadía, la curiosidad también lo empujaba a seguir leyendo. Sentía que estaba destinado a descubrir la verdad detrás de la maldición. Con cada página que pasaba, el ambiente se volvía más opresivo, y la sombra continuaba moviéndose, acercándose más a él.

El tiempo se desvanecía, y la sensación de que algo iba a suceder se hacía más fuerte. Bruno sabía que tenía que detenerse, que debía esperar a sus amigos, pero la necesidad de saber más lo consumía. ¿Qué había pasado con el niño? ¿Qué relación tenía la historia con él y sus amigos? ¿Era posible que la maldición que se narraba en el libro también los afectará?

Finalmente, la tensión alcanzó su punto máximo. En un instante de lucidez, Bruno cerró el libro de golpe, intentando ahuyentar la sombra que parecía haber cobrado vida en su habitación. Sin embargo, la oscuridad no se desvaneció; al contrario, parecía intensificarse, llenando el espacio con un frío penetrante. Sabía que debía salir de allí, que no podía enfrentarse a lo desconocido solo. Bruno, atrapado en su propia curiosidad y miedo, no sabía qué camino tomar.

Los minutos pasaban como horas. La espera por sus amigos se convirtió en una tortura, y el eco de las palabras del libro resonaba en su mente. La decisión estaba tomada: debía enfrentar el misterio que había empezado a desentrañar, aunque eso significara adentrarse en las profundidades de lo desconocido. Con el corazón latiendo con fuerza, Bruno se preparó para lo que estaba por venir, consciente de que la historia de Iraia Gonza no era solo ficción, sino una advertencia de que lo que había leído podría tener consecuencias más allá de su comprensión.