Encerrados para siempre

Capítulo 7

Al fin, todo estaba preparado. La atmósfera era densa, cargada de una tensión palpable que hacía vibrar el aire. Las velas, dispuestas en un círculo perfecto alrededor de Melisa, emitían una luz titilante, proyectando sombras danzantes que parecían cobrar vida propia. El corazón de Melisa latía con fuerza, mientras se colocaba en el centro del círculo, con los ojos cerrados y el rostro en un trance de concentración. Había estado esperando este momento con ansias, aunque también con un profundo temor que la atravesaba. Sabía que estaba a punto de invocar algo mucho más allá de su comprensión.

Con voz temblorosa pero decidida, comenzó a recitar las palabras que había memorizado durante semanas. Cada sílaba caía de sus labios como un eco ancestral, resonando en el silencio de la habitación. Las velas parecían responder a su llamado, intensificando su luz con cada palabra que pronunciaba.

"Yo, Melisa García, invoco tu nombre y poder. Oh maestro de todos los espíritus rebeldes. Lucifer, yo te invoco. Háblale a este cuerpo. Ven a mí, Señor Lucifer, manifiéstate. Estoy aquí para pedir tu ayuda. Ven a mí, Señor Lucifer, manifiéstate. Señor Lucifer, manifiéstate. Lucifer yo invoco tu nombre. Renich Tasa Uberaca Biasa Alzar Lucifer" —recitó ella, su voz se oscurecía a medida que avanzaba el ritual.

En ese momento, el aire se volvió más frío, y un viento helado pareció atravesar el espacio, haciendo que las llamas de las velas parpadearan intensamente. De repente, un fenómeno extraordinario comenzó a ocurrir. Ante los ojos atónitos de Bruno, que observaba desde un rincón de la habitación con una mezcla de temor y fascinación, comenzó a materializarse una figura aterradora. Una especie de monstruo con enormes cuernos emergió de la penumbra, su presencia era imponente y desbordante de poder. Era impresionante, y Bruno, incapaz de contener su asombro, se quedó con la boca abierta, sintiendo que en cualquier instante iba a gritar.

Melisa, tras abrir los ojos, contempló al diablo, y el terror se apoderó de ella. Su corazón se detuvo por un instante y, en un acto reflejo, se echó hacia atrás, pero el círculo de velas que la rodeaba la contuvo. De pronto, se dio cuenta de que no podía escapar. Bruno, ante la desesperación de su amiga, tocó la superficie del círculo de velas en un intento de cruzar, pero algo invisible lo detuvo, como si una barrera invisible lo impidiera. Gritó su nombre, pero su voz se perdió en la nada, sin que eso cambiara la situación.

Es hora de irnos, Melisa. Ven y serás mi reina en este libro. No te preocupes porque tus familiares no te recordarán. El único que te recordará será tu amigo, ya que ha estado viéndolo todosentenció Lucifer, su voz resonando con un eco profundo que reverberaba en las paredes de la habitación.

Las palabras de Lucifer hicieron eco en el corazón de Melisa, y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. En un intento desesperado por comunicarse, murmuró algo, un pequeño gesto que Bruno logró captar. Con el corazón desgarrado, se acercó lo suficiente para leer sus labios, y comprendió lo que el diablo acababa de decir. Un torrente de emociones lo invadió, y él también comenzó a llorar. La realidad se tornaba cada vez más sombría, y la idea de perder a Melisa le resultaba insoportable.

Aquella iba a ser la última vez que se verían. Ambos, con el alma en un hilo, intentaron tocarse las manos sobre la superficie del círculo, como si su conexión pudiera romper la barrera que los separaba. La desesperación los envolvía, y en un último acto de amor, antes de que Melisa se fuera, ella murmuró con los labios un «te quiero». Esas simples palabras, cargadas de significado y emociones, resonaron en el aire como un canto de despedida.

En un instante que pareció eterno, Melisa y el diablo se metieron en el libro. Bruno observó, impotente, como su amiga desaparecía, desvaneciéndose en medio de un fuego oscuro que parecía consumirla. Las llamas danzantes se tragaron su figura, y el último destello de su luz se extinguió, dejándolo solo en la penumbra, con el eco de su amor resonando en su corazón.

El silencio posterior fue ensordecedor. La habitación, antes llena de vida y vibrante energía, se tornó un lugar sombrío, donde el rastro de la invocación quedó impregnado en cada rincón. Las velas, que antes brillaban con fuerza, ahora parpadeaban débilmente, como si lamentaran la pérdida de Melisa. Bruno, en estado de shock, se quedó quieto, sintiendo que el mundo a su alrededor se había desmoronado en un instante.

Con cada segundo que pasaba, la realidad de lo que había ocurrido se asentaba en su mente. Melisa se había ido, y aunque sabía que había tomado una decisión, el dolor de su ausencia lo ahogaba. Se sentía como si su corazón estuviera siendo desgarrado, y en ese momento, comprendió la profundidad de su amor por ella.

Mientras el fuego se apagaba y la oscuridad se hacía más densa, Bruno se dio cuenta de que, aunque el diablo había prometido que solo él la recordaría, no podría nunca olvidar a Melisa. Su recuerdo viviría en él, una llama eterna en medio de la oscuridad. Con lágrimas en los ojos, se arrodilló en el suelo, sintiendo que el eco de su «te quiero» resonaba en la habitación, recordando que, aunque el amor puede ser un fuego que consume, también es la luz que guía en la oscuridad. Así, en ese instante, Bruno juró que haría lo que fuera necesario para traer de vuelta a su amiga, enfrentándose a cualquier cosa que se interpusiera en su camino.



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En el texto hay: misterio, thriller, terror

Editado: 11.05.2025

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