En cuanto Bruno se despertó aquella mañana, se sintió un tanto desorientado. La luz que entraba por la ventana iluminaba su habitación de manera cálida, pero su mente aún estaba atrapada en el torbellino de pensamientos y recuerdos de la noche anterior. Se vistió rápidamente, sin prestar mucha atención a la elección de su ropa, y se encaminó hacia el instituto. Mientras caminaba, sintió que algo no estaba bien, como si una sombra lo siguiera, pero no podía identificar exactamente qué era. De hecho, se le había olvidado por completo lo que había sucedido el día anterior. En su mente, había asumido que todo había sido un mal sueño, una pesadilla que había sido borrada con el primer rayo de luz del día.
Sin embargo, su percepción cambió drásticamente al llegar a clase. Cuando entró al aula, su mirada se dirigió automáticamente hacia el lugar donde Melisa solía sentarse. Su corazón se detuvo por un instante, y se dio cuenta de que la ausencia de Melisa era innegable. Ella ya no estaba. Un nudo se formó en su estómago mientras la realidad le golpeaba con fuerza; lo que había sucedido no era solo un producto de su imaginación, sino un hecho que había cambiado su vida de alguna manera.
—Eh, tío ¿qué te ha pasado? —preguntó Jon, su voz resonando en la habitación y rompiendo el silencio que había envuelto a Bruno. Jon siempre había sido el amigo preocupado, el que se aseguraba de que todos estuvieran bien, y en ese momento, su preocupación era palpable.
—Das pena —dijo Chloe, intentando hacer una broma para aligerar el ambiente, pero su risa sonó un poco forzada.
Bruno no pudo evitar sentir que la broma era inapropiada, dado lo que había ocurrido. Sin embargo, no quería mostrar debilidad ante sus amigos, así que trató de mantener la compostura.
—Nada, no lo vais a recordar —murmuró Bruno, sintiendo que las palabras se le escapaban de los labios sin que él pudiera controlarlas.
—¿Qué no vamos a recordar? —preguntó Chloe, su curiosidad se despertó por la frase de Bruno. Ella siempre había sido inquisitiva, y en ese momento, su tono era uno de genuino interés.
Bruno dudó un momento. Sabía que debía contarles lo que había sucedido, pero algo en su interior le decía que era mejor mantenerlo en secreto, al menos por ahora. La imagen de Melisa desapareciendo de su vida era demasiado dolorosa para compartirla. Jon, al percatarse de lo que Bruno se refería, decidió intervenir.
—Ah, esa tal Melisa que dice Bruno que somos amigos —explicó Jon con un tono que pretendía ser ligero, pero que no podía ocultar la seriedad de la situación.
—Ah, es verdad. Pues, tío, lo siento, pero ahora mismo no sé quién es esa tal Melisa —dijo Chloe, su voz siendo un eco de la confusión que había invadido a Bruno.
—No importa, son cosas mías —dijo Bruno, rascándose la cabeza en un gesto nervioso, intentando ocultar la incomodidad que sentía. La sonrisa que intentó forzar no llegó a sus ojos, y sus amigos lo notaron.
A lo largo de la mañana, Bruno trató de distraerse con las clases, los profesores y las tareas asignadas, pero su mente seguía volviendo a Melisa. Recordaba su sonrisa, su manera de hablar, cómo iluminaba cualquier conversación con su presencia. Era difícil no pensar en ella. Sin embargo, el día no fue tan malo como esperaba. Se esforzó por disfrutar de los momentos con sus amigos, riendo y bromeando cuando era posible. Jon y Chloe intentaron incluirlo en sus charlas, y aunque a veces se sentía como un espectador en su propia vida, se dejó llevar por el ritmo de ellos.
A medida que avanzaba el tiempo, Bruno comenzó a pensar que quizás estaba bien no recordar todos los detalles de lo que había pasado. Quizás era una señal de que debía seguir adelante, de que la vida continuaba y que él debía hacer lo mismo. Pero, al llegar la hora del almuerzo, una sensación inquietante le recordó que había cosas que no podía ignorar.
Se encontró sentado con Jon y Chloe en la cafetería, observando a sus compañeros de clase reír y disfrutar de su comida. La atmósfera era alegre y despreocupada, y Bruno pensó que tal vez podría unirse a esa alegría. Sin embargo, un sentimiento de vacío lo invadió. La ausencia de Melisa era como una sombra que cubría su corazón, y a pesar de los esfuerzos de sus amigos, no podía deshacerse de la sensación de que algo fundamental faltaba en su vida.
Mientras masticaba su sándwich, Jon comenzó a hablar sobre un nuevo videojuego que había salido y que todos sus amigos estaban jugando. Chloe se unió a la conversación, entusiasmada por las posibilidades del juego. Bruno intentó participar, aportando algunas ideas y comentando sobre la trama, pero su mente seguía divagando hacia Melisa. La imagen de ella sonriendo, riendo con él, lo perseguía.
Al finalizar el almuerzo, Bruno decidió que era hora de hacer algo. Tenía que enfrentar la situación de una manera u otra. Sabía que no podía seguir ignorando lo que había pasado. Tenía que buscar respuestas, aunque le asustaba lo que pudiera encontrar. Era como si estuviera a punto de hacer un pacto con el diablo: arriesgar su estabilidad emocional en busca de la verdad, de lo que realmente había sucedido con Melisa.
Mientras se levantaba de la mesa, sintió una mezcla de determinación y miedo. Con cada paso que daba hacia la salida de la cafetería, su corazón latía más rápido. Sabía que debía encontrar a Melisa y preguntar por ella, descubrir qué había pasado realmente. Era un camino incierto, pero estaba decidido a tomarlo, a arriesgarse por su amistad y por lo que había significado para él. Así comenzó su jornada, una búsqueda que lo llevaría a enfrentarse a sus propios sentimientos y a descubrir verdades ocultas sobre su relación con Melisa y sobre sí mismo.
Editado: 11.05.2025