Enemigo Impredecible

Papá, dime que no es cierto

No dormí muy bien a causa de las palabras de aquel desconocido porque seguían rondando en mi cabeza y, lo peor de todo, es que solo tenía dos miserables días para encontrarle respuesta a cada una de mis preguntas.

—Papá —llamé su atención mientras llevaba una cucharada de cereal a mi boca—. ¿Dónde estuviste antes de que te encontraran?

—Cariño, no le preguntes eso, recuerda que tu padre sigue asimilando todo —reclamó mi madre.

—¡Pero es que lo necesito saber! —por impulso, golpeé la pesa con mi mano libre—. Ni siquiera se preocuparon por mí cuando llegué anoche toda sucia y desprolija.

—Mi niña, calma. Cuando venía de camino a casa, fui víctima de un robo y terminé inconsciente. Es lo que recuerdo —habló muy tranquilo mientras examinaba mi rostro.

—¿Es lo que recuerdas? —pregunté incrédula y, sin poder evitarlo, solté una risa carente de gracia—. Se supone que debiste de ver algo de tu asaltante, algún indicio que lo vincule contigo. ¡Pero no! Te robaron, te dejaron inconsciente, pero no tienes ningún golpe en tu cuerpo —señalé aquellos detalles de una manera que hasta yo misma me di miedo.

—Vanellope, ¿De qué estás hablando? Sabes bien que el médico dijo que tenía una contusión en la cabeza y del lado izquierdo, para ser más precisa —mi madre se veía ofendida, como si el asunto es con ella.

—Es que no tiene caso —comenté con frustración—. ¿Por qué un desconocido me diría que quieren asesinarme? ¿Por qué siempre estamos en boca de la gente con cada situación que atravesamos? ¡¿Por qué demonios solamente a mí me afecta todo lo que está pasando?!

Cansada y al borde del colapso, comencé a pensar sobre lo que siempre me inculcaron, debíamos ser la familia perfectamente adinerada, solo porque mi padre es el alcalde y mi mamá una privilegiada abogada, pero eso a mí no me importaba. Simplemente anhelaba ser feliz con mis padres, sin que la política y la opinión de la gente importe.

—Vanellope, basta. ¿Acaso estás desquiciada? Tu padre, el alcalde de la ciudad, se está recuperando de aquel hecho en el que pudo haber perdido la vida. ¿Eso no te interesa? —defendió mi madre mientras me lanzaba una mirada recriminatoria para que cerrara boca.

—¡No, mamá! Sí me interesa, porque incluye a mi familia en ello —me arriesgué a alzarle la voz para que me dejase hablar sin importarme las consecuencias, así que opté por dirigirme a mi padre—. Según me dijeron, suplantaron a alguien que conozco y para descartar sospechosos, comenzaré desde mi casa. Así que, papá, dime qué no es cierto...

Apoyé las manos sobre la mesa y fijé la mirada en mi padre.

—Si eres mi padre —tragué saliva antes de continuar—. ¿Cuál es mi comida favorita? —le interrogué con simpleza mientras miraba mis uñas.

Él entrecerró sus ojos y me dio un sorbo a su taza de café.

—Cariño, tú no tienes comida favorita.

—¡Es correcto! —celebró mi mamá dando unas palmaditas como una niña pequeña.

—Bien, estudiaste bastante bien la vida de mi padre o, simplemente dudé en vano.

—Dudaste en vano, mi hija.

Él se acercó a mí para envolverme en un abrazo de oso sin borrar una sonrisa triunfante en su rostro.

 



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En el texto hay: sospechosos e inculpados, suplantacion de identidad

Editado: 09.04.2021

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