Ella se sentía en estado zombie, apenas pudo percibir que se encontraba en su propia despedida de soltera. Sus amigas y sus hermanas la habían arrastrado allí con la excusa de que era el único día en el que podría librarse de su abuela controladora y manipuladora.
Quien no le tuviera miedo a una abuela coreana con esas características, es porque de seguro ya estaba bajo tierra. El respeto a los mayores era el lema primordial, los Kang tenían ciertas reglas estrictas que debían cumplir y seguir, principalmente las mujeres que ya pasaban de los 27 años.
—¡Vamos, cambia esa cara! ¡Él parece un chico bueno! —Gritó su hermana por encima de la música alta de la discoteca.
—¡¿Me has visto con un chico bueno?!
Su hermana y su mejor amiga, quienes estaban más cerca, empezaron a reírse. Ciertamente, Eris era conocida como la chica de las relaciones tóxicas y cortas. Mike era todo lo contrario a lo que ella buscaba, pero su abuela era quien tenía la última palabra. Si ella decía que debían saltar de un edificio, era mejor hacerlo.
—Vamos a embriagarnos, te prometo que lo olvidarás todo con la cabeza en las nubes —le comentó Giselle, su mejor amiga y cómplice de sus aventuras, aunque ahora ella estaría atada a un hombre por el que no sentiría nada y la abandonaría en las noches en las que andaban sin correa.
Giselle le pasó varios shots, Eris se embriagaba con suma facilidad, así que le permitió elegir con cual empezar. Escuchó a una de sus hermanas chillar y la observó.
—¡Tu futuro esposo viene hacia acá, Eris, nos vio!
Ella observó a su mejor amiga y le arrebató la copa que tenía, no sabía ni lo que era, solo se la tomó, al igual que los otros shots sobre la barra antes de que las alcanzara.
—Hola, futura esposa —se espantó y volteó a verlo, él parecía encantado de encontrarse con ella en ese lugar—. No pensé que fueran a venir al mismo lugar, mis amigos me enviaron esta dirección.
Él saludó a sus hermanas y Giselle se autopresentó, puesto que sabía que el trago ardiente en la garganta de Eris iba a ser más que suficiente para que se pusiera en modo cacería y las dos lo sabían, ella no se arrojaría a los brazos de Mike.
—¿Estás bien? —Le preguntó. Giselle tuvo que pellizcarla para que reaccionara y sonrió.
—Estoy bien.
—No las interrumpiré más, señoritas. Por favor, cuídenla —observó a su futura esposa—. Ella es la luz de mis ojos.
Giselle esta vez la golpeó para que no se burlara, no era de las que le gustaran las cursilerías. Ella se burlaba de los enamorados, aborrecía las muestras de cariño. Nació en el seno de una familia ambiciosa, y por familia, solo podía destacar a su abuela Hye Ri, quien jamás permitiría que alguien de su familia se casara con alguien con poco dinero.
Observó cómo Mike se alejaba, giró hacia el bartender y ordenó más shots para sobrellevar la noche. Los divorcios, según su abuela, eran el principio para alabar al diablo y hacer rituales para invocarlo, así que tampoco podía pensar en eso. Y Mike no parecía del tipo de hombre que golpeaba mujeres como para que Kang Hye Rie, aceptara que se separaran.
Eris empezó a tomar sin escatimar en dinero, ya no le importaba que estuviera ahorrando para irse de viaje con Giselle a un hotel, ya no podía usar la excusa del trabajo, esa era su última noche antes de entrar en luto de por vida.
—¡Debo ir al baño!
—¡Está a la derecha, el otro es el de hombres! Cuidaré a tus hermanas, una de ella está demasiado contenta con el sensual moreno.
Se rio del comentario de su amiga y se marchó.
«El baño… ¿Cuál dijo que no era?».
A ella no le importó, entró al primero que vio y se sorprendió al encontrar 7 hombres allí, muchos de ellos con los pantalones hacia abajo.
—Buen paquete, muchachos —sonrió—. Entré al baño equivocado. Perdón.
Mientras salía del baño, tropezó con un hombre cubierto de tatuajes. Un hombre alto, pelo negro y largo con varias perforaciones en la oreja y no pudo evitar jadear con tal monumento tallado por los dioses.
—Discúlpeme, señorita —él miró hacia arriba—. Creí haberme equivocado, pero me parece que esa fue usted.
—Estoy un poco ida de la mente, no escuché tu nombre —el hombre frente a ella sonrió, le pareció simpática.
—No te lo he dicho.
—Pues muy mal comienzo. Soy Eris.
—Keanu.
Eris volvió la vista cuando uno de los hombres que vio dentro del baño salió y le guiñó el ojo. La tentación le gritaba que le saltara arriba, pero frente a ella estaba el hombre perfecto, justo el tipo que a ella le gustaba.
—Vi muchos equipos allá adentro, estaban superdotados de sabiduría.
Keanu empezó a reírse. Nunca había conocido a una mujer que lo hiciera reír en menos de cinco minutos y ella lo había conseguido dos veces, era bonita y divertida.
—¿Te gustaría que te invite un trago?
—Si sabes bailar, puedes invitarme dos, pero primero debo encontrar el puto baño de damitas.
Una vez más lo hizo reír. Él ya estaba seguro de que había encontrado la chica que haría su noche aburrida, bastante divertida.
Finalmente, cuando Eris encontró el baño y pudo hacer sus necesidades, el galante Keanu la estaba esperando con una copa en manos. Empezaron a bailar casi durante toda la noche, hasta que las luces se apagaron y al encenderse, ella se encontraba una vez más con su mejor amiga.
—¿Dónde estabas?
—Con un tatuado perfecto.
—¡¿Qué?! ¿Recuerdas que vas a casarte mañana?
—No hicimos nada, solo bailamos y bebimos unos tragos.
Eris abrazó a su hermana menor y le pidió calmarse, ya que estaba a punto de lanzarse hacia el moreno que la deseaba igual. Pidió una botella de agua para ella y empezó a buscar a su hermana mayor, pero no la encontraba.
—¿Dónde está Hae Na, Giselle?
—Maldición… La tenía sentada en esa banca. La buscaré, tú no cometas una estupidez, mientras no estoy.