Me miro al espejo de mi habitación con la vestimenta que llevo puesta, hoy es el gran día, por fin me enfrentaré a los ángelus y les pateare el culo a cada uno de ellos, incluido a su futuro rey. No soy de esas personas que piensan en lo que dirán y lo que vendrá después de momentos especiales que pasen en un simple día, solo vivo el día a día, sin planes, creo que eso es lo que mejor me enseñaron mis padres. Al principio de mi infancia todos pensaban que yo solo era una persona normal y por esa razón me hicieron protegerse entre algodones, estaba sobreprotegida por mis padres como de mis hermanos, hasta esa tragedia que me marcó la vida en un antes y un después, pase de ser la débil a ser la más fuerte, desperté mis poderes con todo mi esplendor sin dejar cabos sueltos y eso implicaba a todos en este universo. Los entrenamientos se volvieron más duros y sin tregua, las heridas más profundas sanaban en milésimas de segundos, mi cerebro dolía con todos los conocimientos que aprendía, hasta que pude llevarlo todo y ser la mejor.
Ahora mismo no tengo miedo enfrentarme a una batalla, al fin de cuentas nadie en este mundo podría matarme, ya que yo no puedo morir. Seria estupido que la diosa de la muerte muriera ya que su cargo es ese, llevar a los muertos a su lugar y arrebatarles la vida a los que le llegó la hora, por esa razón ellos vinieron a mi a que les arrebatara sus malditas asquerosas vidas.
TOC,TOC!
-Adelante!- Digo un poco fuerte.
Danae entra en mi habitación vestida casi con la misma ropa que yo, la diferencia es que ella lleva una falda abierta en la pierna izquierda y yo llevo un pantalón, se demuestra en su aura la auténtica reina de los licántropos y la diosa de las brujas.
-Estás lista pequeña.- Se acerca a mi y me abraza por la espalda.
-Nací lista hermanita.- Sonríe, nos miramos a los ojos desde el cristal.
-Sabes que a nosotros no nos pasara nada verdad.- Asiento.- Entonces no estes nerviosa, mantente tranquila y serena de acuerdo?
Asiento y me coge de la mano para salir fuera. Cruzamos cada uno de los pasillos y paramos en las puertas de la sala grande.
-Es hora de que nuestros padres nos den su vendición.- Dice mi hermano a mis espaldas.- Vamos chicas.
Entramos y todas las conversaciones de la sala se mantienen en silencio, hay gente que nos mira con orgullo, otros nos miran con pena y luego están las de preocupación por lo que pueda pasar. Siento su mirada clavada en mi nuca, desde aquel día no hemos vuelto hablar, sinceramente nose como sentirme, le dije todo lo que esperaba de él y la gran decepción que me dio. Soy una chica fuerte y siendo sincera desde el momento que entro a este reino me he dado cuenta de muchas cosas que en su momento dentro de la manada no me di cuenta. Ethan solo fue una marioneta del asqueroso de su padre, cómo puedes criar a un hijo con esos idealismos sabiendo la maldita cochina verdad, su padre no odiaba a los humanos por ser los que supuestamente asesinaron a su gente sino por ser débiles y por ser rechazado por su auténtica mate, si la verdadera mate del padre de Ethan es humana.
Quise investigar un poco acerca de él y mi suerte fue bastante buena pero con resultados que hasta una persona normal puede despreciar. Su primera mate fue una humana pero ella al asustarse de saber lo que hera lo rechazó como perro rastrero, como fue el enfado de el rechazandola y al momento asesinarla sin piedad, despues la Diosa Luna le concedió una segunda mate siendo esta una loba de clase alta donde engendraron a Ethan y luego a su hermana menor.
Tuve unas palabras con ese señor bastante duras ya que entró a mi despacho reclamando que debía darle a mis hijos ya que debían aprender cómo aprendió Ethan los valores de la manada y como podéis imaginar lo eche a patadas de mi despacho, literalmente. Soy de las personas que piensan en la justicia, pero también soy de aquellas que les gusta llevar la justicia por su mano como en este caso con estos tipos tan idiotas.
-Padre madre estamos aquí para que nos concedan su bendición.- Dice mi hermana con una sonrisa en el rostro.
-Nosotros os damos nuestra bendición en la batalla.- Dicen mis padres al unisón.
Aunque no lo crean, cuando debemos pelear mis hermanos y yo somos los primeros en quedarnos en primera fila para observar el panorama, y si podemos también aprovechamos a comer un poquitin de las personas que matamos, al fin de cuentas si no nos lo comemos ahora se los comerán mis demonios así que me da absolutamente igual.
-Tengo mucha hambre hermanita.- Mi hermano cada vez que vamos a empezar una batalla le entra hambre yo creo que deja de comer en días para poder alimentarse como se alimenta en la guerra.
-Tu y tu estomago no me caen bien.- Mi hermana odia eso, siempre le quita la pieza que más le gusta.- Mantén tus manos y colmillos quietos fuera de mi territorio, mis víctimas son mías estamos?- Lo señala con un dedo.
-Estamos.- Dice levantando las manos.
Nos dirigimos a la muralla de antes de entrar a la aldea, yo no paro de reir escuchandolos, llevaba tiempo sin estar asi con ellos, me recuerda al principio cuando todo el mundo quería quitarnos nuestro territorio y poder. La gente es ignorante pensando que por asesinarnos a nosotros se quedarían con lo nuestro pero estaban muy equivocados.
-LAVINIA!!!- Grita alguien a mi espalda- ESPERA UN MOMENTO!!!- Me giro y veo a Ethan corriendo hacia mi.
Llega hasta mí casi saliéndose la lengua de su boca.
-Que quieres Ethan.- Giro a mis dos costados y los traidores de mis hermanos me dejaron sola.
-Por favor te lo imploro déjame entrar en batalla contigo.- Dice casi suplicando.
-No, sabes que no puedes a diferencia de nosotros, vosotros sois débiles, para poder defenderse de tantos necesitas de tu manada entera y lo sabes.- Lo miro seriamente.