El 1° tribunal inquisitorial fue fundado por el Papa Honorio III en 1220 a petición del emperador alemán Federico II Hohenstaufen, para juzgar delitos contra la fe.
El emperador, quien representaba el máximo poder civil, solicitó el tribunal para mejorar su dañada imagen ante la Santa Sede, pues era amigo de musulmanes y no había cumplido la cruzada a Tierra Santa; entonces pensó que era un buen modo de congraciarse con el Papa, quien era el máximo poder religioso.
El pontífice romano demando que el primer tribunal constituido en Sicilia estuviera formado por teólogos franciscanos y dominicos para evitar que se desvirtuara su misión, de la misma forma que intentó Federico II, usando el tribunal eclesiástico en contra sus enemigos.
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