Enseñar a Mamá a Quererme

Capítulo 6

 

Después de algunos minutos, todos estaban más calmados. La directora de la escuela y la maestra de Aime salieron al pasillo por petición de Max para quedarse a solas con su hija.

La pequeña se encontraba en un rincón, asegurándose de que su conejito estuviera bien. Lo sacó de la mochila y el pequeño animalito se escabulló bajo los muebles.

Max tomó la mano de su pequeña y la guió hacia el sofá de la esquina. Él tomó asiento e hizo que la niña se sentara sobre su regazo. 

—En verdad me preocupé mucho cuando llamaron para decir que te habías ido —Aime bajó la cabeza, avergonzada por ocasionar problemas.

—Lo lamento mucho, papi... Yo solo quería... Quería... —sus ojitos se pusieron vidriosos. Se puso a jugar nerviosamente con sus propios deditos—. Quería buscar a mi otra mamá, pero tú dijiste que no era posible hacerlo, así que quise buscarla sola y por eso fui al orfanato para que me ayudaran, pero me perdí.

Un orfanato. Dios bendito. Max no supo si reñirla o felicitarla por ser tan lista. Solo una mente brillante pudo idear ese plan. Qué mejor forma de buscar a su madre que yendo al orfanato para tratar de averiguarlo, aunque fuera muy poco probable que le dieran una respuesta. Admiró la valentía de su pequeña.

Algunas lágrimas escaparon de los ojos de Aime; la pequeña se cubrió el rostro con ambas manos, sollozando. Max, al ver a su pequeña en ese estado, se sintió culpable.

—No quería preocuparte, lo siento, papi.

—Mi oruguita, no llores, me parte el corazón verte así. —limpió una lágrima que se deslizaba por su mejilla—. Ya pasó, mi amor. Lo único que importa en este momento es que te tengo aquí a mi lado y que estás bien —dijo su padre, abrazándola y consolándola.

Max se preguntó qué iba a hacer ahora. Toda esa situación estaba fuera de control.

No quería que su hija se volviera a exponer de esa forma. Fue valiente, pero eso no cambiaba el hecho de que fuera muy peligroso que saliera sola a la calle; pudo pasarle algo.

Si algo le pasaba a su pequeño tesoro, nunca podría perdonárselo.

Besó su coronilla, ahuyentando esos pensamientos negativos de su mente.

—¿Estás más calmada, mi amor? —le preguntó su padre luego de unos minutos. Aime se fue apartando lentamente del pecho de su padre.

—Sí.

—Bien... —hizo una pausa y pensó muy bien lo que iba a decir a continuación. No quería llegar a eso, pero después de lo ocurrido era necesario—. Sobre tu otra mamá, mi amor, debes entender una cosa —su pequeña lo miró con mucha atención. Él volvió a quedarse callado; decirlo era más complicado de lo que parecía, no quería herir los sentimientos de su hija. Ella se veía realmente entusiasmada por escuchar lo que él tenía para decirle—. Algunas veces cuando las mamás y papás dejan a sus hijos en un orfanato es porque no... No sienten cariño por ellos, ni mucho menos esperan volver a verlos. Lo que trato de decir es que esa mujer, tu otra mamá, no creo que quiera que tú la encuentres.

Aime sintió un pequeño pinchazo en su corazoncito. Sus ojos verdes reflejaban confusión y tristeza mientras procesaba las palabras de su padre.

—¿Crees que mi otra mamá no me quería? —preguntó triste. La idea la llenaba de angustia.

Max se arrepintió de haberle dicho eso. No quería que su hija sintiera que no era amada. La miró con ternura, sintiendo el peso de sus palabras.

—Aime, cariño... —dijo con voz suave, acunando su carita con ambas manos—. No puedo confirmar lo que sienten tus otros padres, pero lo que sí sé con certeza es que yo te amo, mi amor, más de lo que puedas imaginar. Eres una niña maravillosa y brillante, y no puedo imaginar a nadie que no quiera tenerte en su vida. 

Aime se refugió en los brazos de su padre. Las lágrimas volvieron a escapar de sus ojos. Pensó en su mamá Sara y en su sueño. No podía ser verdad que su otra mamá no la quisiera, tal vez se vio obligada a dejarla en ese orfanato, pero eso no significaba que no la quería. 

Estaba muy confundida, y triste. Sintió que necesitaba conocer la verdad ahora más que nunca.

—Papi, quiero saber la verdad de mi otra mamá.

Max no entendía por qué su pequeña se aferraba tanto a esa idea, pero era claro que nada de lo que le dijera la haría cambiar de decisión, y no quería que se volviera a exponer huyendo de nuevo al sentir ese impulso por conocer a su madre.

—¿Me ayudarás a encontrarla, papi?

Max la abrazó con fuerza. Le dolía mucho sentir la tristeza con la que su pequeña le pedía ayuda para encontrar a su otra mamá.

—Lo haré, mi amor... —dijo, esperando no arrepentirse.

Para él lo más importante en el mundo era su hija. No podía pretender que olvidará todo lo que había descubierto de su origen y se guardara esa pena en su corazoncito. Iba a hacerlo, trataría de averiguar quien fue su madre, solo le suplicó a Dios no terminar lamentándose en el futuro.

Después de arreglar esa situación con la directora de la escuela y la policía, que aunque tarde habían llegado, Max pidió autorización para llevarse a su hija a casa. En el camino ella le contó lo que pasó cuando escapó de la escuela.




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