Max se presentó ante la directora del Orfanato San José y mantuvieron una conversación, al principio fue amena, luego el ambiente se tensó un poco. Tal como él esperaba, ella no negó tener información de la madre biológica de Aime. Sin embargo, ella se negó a proporcionarle la información.
—Lo lamento, señor Grigory, en verdad no puedo ayudarlo. Dar esa información va en contra de nuestras politicas.
—Entiendo su postura, directora, pero entiéndame usted también a mí. Necesito esa información, cualquier dato que pueda llevarme a la madre de mi hija. No imagina lo complicado que es todo esto, desde que mi hija supo que era adoptada no ha dejado de preguntarse cosas; incluso escapó de su escuela para ir a buscar a su madre. Fueron momentos de mucha angustia para mí. No puedo permitir que se vuelva a exponer de esa forma.
—Por supuesto que entiendo por lo que están pasando los dos, pero en serio no puedo ayudarlo —dijo la directora. Se sentía realmente apenada por la situación de Max y de la niña, pero no podía evadir las políticas del Orfanato, ni siquiera en agradecimiento por las donaciones que Sara les hacía anualmente antes de morir y ahora Max.
Él no estaba dispuesto a irse sin saber lo que quería, así que trató de persuadir a la mujer.
—Le ruego que lo piense mejor, si me da la información que tenga de la madre de mi hija, yo aumentaré la cifra en mi próxima donación al orfanato.
—Trata de sobornarme, señor Grigory.
—No lo hago con el afán de ofenderla, pero estoy un poco desesperado, mi hija es lo más importante de mi vida y por ella soy capaz de lo que sea. Solo tiene que darme la información que le pido y yo me aseguraré de que reciban un jugoso donativo.
—Me pone en una situación complicada. Aunque es verdad que un donativo extra no nos vendría nada mal, siento decirle que mi respuesta sigue siendo la misma. No puedo darle la información de la madre biológica de Aime. Créame cuando le digo que es mejor que su hija y ella no se vean nunca. Su madre la abandonó por una razón, es mejor dejar las cosas como están y no tratar de averiguar nada, su hija lo entenderá algún día.
En el fondo, Max sintió que aquella negativa más las palabras de la directora eran como una salida al problema que estaba atravesando con su pequeña. Si le decía que no había forma de encontrar a su madre, con el tiempo Aime la olvidaría, pero no podía hacerle eso y rendirse tan fácilmente.
Estaba agobiado y un poco confundido. Ya no sabía qué era mejor.
—Digame algo, señor Grigory. ¿En verdad quiere que su hija conozca a su madre biológica?
—No, claro que no. Pero no puedo ver a mi hija triste. Todo este asunto la ha afectado —se puso de pie—. Ayer me dijo que había soñado con su madre, mi difunta esposa. Y que le pidió que ayudara a su otra mamá. ¿Puede creerlo? Me parece una locura, pero supongo que solo es parte de la fantasía de una niña de ocho años.
—Pienso que su hija es una niña muy tierna. Si comparamos su caso con el de otros niños que descubren que son adoptados, parece que ella lo ha tomado con optimismo.
—Sí, y eso es lo que me preocupa —se acercó a mirar por la ventana—. Quiere conocer a su madre biológica, no habrá forma de que cambie de opinión, la conozco. Si no me encargo de esto, ella lo hará, lo sé.
—Es muy triste y complicado todo esto —murmuró la directora, ajustándose los lentes.
Max se dio la vuelta.
—Usted dijo que era mejor que no se vieran nunca. ¿Lo dice porque como cualquier caso de abandono esa mujer no quiere a mi hija o hay otra razón?
—Temo que no puedo responder a eso.
—Por Dios. Necesito una respuesta, algo que decirle a mi hija cuando la vea en la tarde y ella me pregunte si logré averiguar algo de su madre.
—Es que..
—¡Directora! —una mujer los interrumpió abriendo la puerta de repente—. Tenemos un problema en la cocina, necesitamos que por favor venga.
La directora le ordenó a la mujer que se retirara con un gesto de la mano.
—Tengo que ir a ver qué pasa —dijo poniéndose de pie.
—Adelante, la espero.
Ella suspiró. Era claro que él no iba a irse sin tener la información que pedía, y Max sabía que ella no iba a dársela, así que esperó paciente a que la mujer saliera y luego de unos minutos se puso a hurgar entre los cajones de un archivador donde parecía que guardaban los documentos importantes.
No sabía a dónde lo llevaría descubrir el origen de su hija, pero en ese momento solo pensó en la felicidad de ella.
En el primer cajón del archivador no encontró nada. Solo facturas que pagar.
Buscó en otro cajón.
Ahí estaba.
Había varias carpetas ordenadas por orden cronológico.
Los labios de Max se estiraron en una sonrisita victoriosa. Buscó la carpeta con el año en que adoptó a Aime. Había varios expedientes de diferentes niños. Se concentró en encontrar el de su hija ¡y bingo!
Reconoció la foto de su pequeña, en donde tenía tan solo unos días de nacida. También estaba el nombre con el que registraron a la niña durante el tramite de adopción, por lo que no hubo ninguna duda de que ese era el archivo que necesitaba.