Ocho días pasaron y las cosas parecían más calmadas para Max y la niña. Aime estaba mejor de salud y no había un solo día en que no le preguntara a su padre si ya tenía noticias de su otra mamá.
Los primeros días la respuesta de Max siempre era la misma. "No, todavía no había información que los condujera a su madre, así que debía ser paciente y esperar".
El último día mientras se preparaba para viajar a Miami, el investigador lo buscó finalmente para entregarle la información que tanto esperaba. Le había costado un poco, no porque fuera complicado dar con Merida, si no porque acceder a su información personal fue cómo intentar abrir una caja fuerte sin clave.
"En ese documento encontrará todo lo referente a la vida de la señora Merida Brown". Le dijo el investigador.
Max se apresuró en leer la información.
Merida Brown vivía en el centro de la ciudad en un departamento de un lujoso edificio. Tenía la dirección e incluso el número del departamento.
Siguió leyendo el documento y corroboró que la madre biologica de su hija pertenecía a una de las mejores familias de Inglaterra, o por lo menos lo fueron antes de que el esposo de ella desfalcara la empresa familiar.
A medida que leía, Max se hizo más y más preguntas.
Había un registro médico donde decía que Merida había sido madre de una niña. Aquella niña sin duda era su pequeña oruguita.
La información mencionaba varios aspectos de la vida de Merida, pero ninguno dejaba en claro una posible razón del por qué abandonó a su hija y peor aún un indicio del progenitor.
No podía ser del hombre que desfalcó la empresa ya que a él lo había conocido hace apenas un año atrás.
Max le dio un generoso cheque al investigador como pago por sus servicios, después de que el hombre se fue, Max volvió a releer la información, saltándose algunos detalles que en ese momento no consideró relevante.
—Señor —Ingrid tocó la puerta.
—¿Qué pasa?
—El taxi está esperando para llevarlo al aerodromo.
—Gracias, ahora salgo —dijo todavía concentrado en el documento.
Se sentó en su silla giratoria y soltó el folder con la información sobre el escritorio.
Estaba un poco abrumado.
La madre biológica de su hija estaba tan cerca.
Aunque no tenía una idea del por qué esa mujer había abandonado a su pequeña oruguita, tenía todo para contactarla, sin embargo esa idea ya no resultó de su agrado.
Tomó la foto de la mujer que había archivada junto a la información y la escudriñó unos segundos. Las similitudes con su pequeña eran increíbles. Las dos tenían el mismo cabello, incluso algunas pecas similares sobre la nariz. Lo único diferente era el color de los ojos. Los de Merida eran de un azul profundo mientras que los de su pequeña eran de un verde esmeralda.
—¡Papi, papi! —Aime entró corriendo..
—Mi amor... —Max soltó la foto y cerró el folder antes de que su pequeña lo viera, pero para su mala suerte ella si lo hizo.
—¿Qué es eso, papi? ¿Y esa foto de quién era? —curioseó. Aime rodeó el escritorio hasta estar al lado de su padre y trató de abrir el folder.
Max la abrazó y llenó su rostro de besos como una distracción para guardar el folder en el cajón de su escritorio.
—Papi, me haces cosquillas con tu barba —dijo riendo.
—Estaré fuera todo el fin de semana, dejame consentirte un poco, mi vida —las risas de ambos llenaron la habitación.
—Te voy a extrañar, papi...
—Y yo a ti, pero estaremos hablando por videollamada para desearte las buenas noches y para que me cuentes todo lo que haces en mi ausencia —besó su frente—. Sigue estudiando mucho para que saques buenas notas en los examenes. Hoy es viernes así que si mal no recuerdo te esperan dos examenes y el lunes otro. Si todo sale bien prometo que apenas regrese de mi viaje pasaré a recogerte a la escuela para que nos vayamos a comer ese rico helado.de queso que tanto te gusta.
—¿Y cuando regreses ya habrá alguna noticia de mi mamá?
Max tragó saliva, sintiéndose abrumado por las palabras de su pequeña.
No consideró prudente decirle en ese momento que ya tenía un nombre y la ubicación de su madre, en el fondo no deseaba hacerlo y menos deseaba continuar con todo eso.
Pero ella se veía tan ilusionada y no quería romper su corazoncito.
—Sí, cuando regrese, hablaremos de eso ¿Vale?
Ella asintió frenética y se colgó del cuello de su padre, luego le dio un beso tronado en la mejilla.
—Si quieres puedo darte los dibujos que hice de mamá para que la encuentres más rápido. En mis dibujos ella se parece a mí.
—Gracias mi amor, pero no hace falta.
Ella volvió a besarlo en la mejilla y se aferró a su cuello mientras él la cargaba para salir.
—Por favor, cuida mucho a mi princesa —le dijo a Ingrid—. Encárgate de que se tome su medicamento.