Entre amor, dudas y traición

Capítulo 1: La chica del autobús.

‎Un ente invisible teje los momentos de la vida con una destreza única e inigualable, escribiendo capítulos en el libro infinito del tiempo. Muchas veces incomprensible, para algunos cruel y para otros, generoso; pero siempre impredecible. En cada giro, cada vuelta, hay mucho por enseñar y nosotros, mucho que aprender. Toda historia tiene un comienzo y un propósito, un lugar y un instante; un camino que recorrer.

Y así fue como él inició esta...

En el antiguo, pero aún funcional, terminal terrestre de la ciudad capital, con su ambiente ruidoso y aire mezclado con el humo saliente del escape de los autobuses, la aglomeración de personas era algo muy normal. La afluencia de nuevos pasajeros que llegaban a ese lugar, era constantemente asediada por vendedores, ayudantes y colectores, quienes les ofertaban puestos para los distintos destinos del país. Aquellos que finalmente encontraban transporte, se apresuraban a abordar después de guardar sus equipajes, eligiendo aquellos asientos de su preferencia, que les permitieran sentirse más cómodos durante el trayecto. Dentro de ese grupo de individuos, se encontraban dos personas totalmente desconocidas, quienes estaban a punto de embarcarse en un viaje que cambiaría sus vidas de una manera que jamás hubieran imaginado.

Julián, era un arquitecto de poca experiencia en el campo laboral, que se había preparado para embarcarse en un largo viaje en autobús hacia la costa oriental del país. Era soltero, y tenía veintiséis años, la piel morena y era de contextura delgada, además de poseer un gran espíritu e ímpetu para el trabajo que lo habían hecho merecedor de una gran oportunidad. Su destino era una población costera, donde se integraría a un proyecto urbanístico en el que tanto había anhelado participar y a través del que esperaba poder darse a conocer en ese mundo empresarial, y así demostrar su valía y su talento.

Apenas subió al autobús, escogió un asiento junto a una ventana, con la intención de entretenerse espectando cualquier cosa interesante en el paisaje, durante las casi ocho horas de trayecto que le esperaban. Su mente se encontraba inundada por un caudal de expectativas provenientes de la oportunidad laboral que había recibido, y de ese lugar desconocido que tenía como destino, que lo hacían soñar despierto con un futuro bastante prometedor. Una vez sentado, este joven arquitecto, concentrado en observar al exterior a través de la ventana, ni siquiera se percató de la persona que se había sentado a su lado.

Una vez que el autobús se puso en marcha, el paisaje urbano fue desapareciendo poco a poco de la vista, y las estructuras arquitectónicas diseñadas por los hombres se desvanecieron ante sus ojos, dando paso, en su lugar, a una obra de arte diseñada por la propia naturaleza, compuesta por campos verdes, árboles y montañas que se observaban a lo lejos.

Julián mientras disfrutaba de aquella visita tardó rato en notar que a su lado, se hallaba sentada una dama, que se había instalado en con una libreta y un bolígrafo en mano, preparada y atenta para capturar cualquier destello de inspiración oportuna que pasara por su mente durante ese viaje.

Valeria, era una escritora que a sus veinticinco años, ya había logrado publicar su primera novela. Ella había decidido tomar ese viaje tratando de desconectarse del bullicio de la ciudad, para sumergirse en un mundo de mayor tranquilidad en el que esperaba que su creatividad fluyera y pudiera escribir alguna historia única y valiosa para su próximo libro. Siempre le gustaba llevar consigo algo a la mano para estar presta y dejarse llevar por la magia de las palabras, en caso de que las ideas nacieran sin previo aviso.

Estos jóvenes, se hallaban sumergidos en sus propios pensamientos, ajenos cada uno a la presencia del otro, como si se encontrasen en universos distantes. Sin embargo, a veces al destino le encanta ser caprichoso y puso en juego otros planes que tenía para ellos.

Luego de un poco más de un par de horas de viaje, el chofer del autobús hizo una parada en un pequeño pueblo, según y que para que los pasajeros estiraran las piernas y compraran algo de comer, pero la realidad era que en ese lugar, para él, la comida corría por la casa, siempre y cuando hiciera parada para llevar clientes. Esto resultó ser esa jugada maestra que la casualidad realizó, para cambiar esa indiferencia existente entre los compañeros de viaje.

Julián, en aquella parada se dispuso a comprar un jugo y un emparedado, no por hambre, sino para tratar de calmar la ansiedad que le producía el tanto pensar. Después de comprar, se sentó en la única mesa a la que le quedaba una silla disponible, aquella donde se encontraba sentada Valeria. Ella tomaba pequeños sorbos de una botella de agua, mientras hojeaba tranquilamente su cuaderno de notas, buscando esa palabra o frase mágica que iniciara el momento de inspiración que había estado esperando, y disfrutaba al mismo tiempo del aire fresco, en ese breve momento de libertad en medio del trayecto.

Julián, al terminar de comer su merienda, repentinamente fue interrumpido por una pregunta inesperada.

—¿Te imaginas cuántas historias se esconden detrás del rostro de cada persona que viaja en ese autobús? —dijo Valeria con curiosidad, observando a Julián con una sonrisa intrigante, como si estuviera develando un misterio oculto.

Julián levantó la mirada y, para su sorpresa, allí, justo a su lado, se hallaba sentada una mujer hermosa, la misma que viajaba junto a él en el autobús y que antes no se había atrevido a detallar. Notó que tenía unos ojos tan claros como el día y un lindo rostro sin maquillaje que, aunque lleno de pecas, la hacía lucir muy bonita, muy natural. Sus rizos de color castaño, lejos de verse despeinados, lucian geniales. Se quedó eclipsado por unos instantes, y al mismo tiempo sorprendido por esa pregunta que lo sacó de sus pensamientos. Socializar nunca fue lo suyo, pero tras una pequeña pausa, sonrió amablemente y se atrevió a responder.




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