Entre amor, dudas y traición

Capítulo 2: Destino caprichoso.

Los días pasaban lentos para Julián. El tiempo pareció ralentizarse tras cada intento fallido, sin poder encontrar el camino y la forma de llegar hasta la chica del autobús. Ya habían transcurrido varias semanas desde ese viaje y con estas, ya se había ido de sus pensamientos aquella euforia y emoción inicial, que sintió al conocerla.

Sus anhelos se enfriaron como un café en la madrugada, y todo, producto de las numerosas llamadas y mensajes sin respuesta, que dieron origen a la resignación y a la desilusión. Mucho tardó para convencerse a sí mismo que, quizás en esa ocasión, sólo habían sido las marionetas de algo muy superior, algo fuera de su control, y que el destino solo se había empeñando en jugar con los hilos de la vida, haciendo una mala jugada al cruzar su camino con el de Valeria aquel día.

Sin embargo, la vida siempre nos regala sorpresas inesperadas y el destino, aunque muy caprichoso, siempre nos guiá por una red de caminos cortos y rápidos o por caminos largos y lentos, hasta finalmente llevarnos a esos lugares donde ocurrirán los eventos de nuestras historias. Una tarde del fin de semana, Julián, convencido de que lo mejor, para él, era salir de la rutina, decidió aceptar la propuesta de su amigo Roberto para acompañarlo a una fiesta. Nunca había sido bueno para socializar, ni las fiestas llamaban su atención, pero al sentirse a la deriva y deseoso de encontrar pronto un lugar para continuar con su vida social y amorosa, la idea de distraerse y salir de su propio encierro le resultó muy atractiva.

Roberto, era un hombre soltero, de unos veintinueve años de edad, con una personalidad bastante extrovertida y muy alegre. Siempre andaba ideando la forma de romper con la rutina para pasarla bien, dejando que la noche lo llevase sin rumbo fijo hasta dónde quisiese, como el alma libre y errante que era. A pesar de ser muy distinto en comparación a Julián, desde el momento en que habían iniciado los trabajos en la construcción del urbanismo, habían sido grandes compañeros y amigos, indiferentemente, de que este último siempre le había rechazado cuando lo invitaba a unirse a sus aventuras, hasta ese dia.

Esa noche, en el lugar de reunión, el ambiente estaba animado y lleno de risas, mientras la alegre música sonaba con fuerza, contagiando a todos los presentes a disfrutar entre bailes y tragos. Aunque Julián intentaba disfrutar de la velada, esto solo era una fachada, una forma de proyectar felicidad, pues sus sentimientos no se alineaban a las circunstancias externas, y una parte de él seguía añorando la presencia de Valeria.

—¡Vamos amigo! ¿Qué pasa? Estás aquí para divertirte. —dijo Roberto, tratando de animar a Julián, quien a pesar de encontrarse en un lugar alegre y festivo, por breves instantes su estado de ánimo tan apático, se asemejaba a un día triste y nublado.

—¡Claro que sí amigo!… y así será. —contestó Julián, mientras tomaba un buen trago de la bebida tratando de ahogar sus anhelos en el alcohol.

—¡Te prometí que hoy ibas a pasarla bien y siempre cumplo mis promesas! —exclamó Roberto, para luego tomar hasta el fondo su bebida y señalar con su mirada en dirección a un tesoro valioso que ofrecía aquella fiesta—. ¡Vamos! Sígueme. —dijo luego.

Roberto, quien estaba acostumbrado a socializar, hacer nuevas amistades y a ser siempre el alma de la fiesta, sin ningún tipo de pena ni temor al fracaso, lo llevó directamente a una mesa donde se encontraban dos hermosas chicas desconocidas.

Allí se hallaba Mariana, una morena clara con una presencia llena de confianza, vestía un outfit casual, pero elegante que realzaba sus curvas y completaba su tono de piel bronceado, mientras su dulce aroma y su risa contagiosa, retaban a Roberto a conquistarla. Junto a ella, se encontraba Alexandra, una joven hermosa de piel blanca y cabellos negros, con la sonrisa propia de una diosa, que reflejaba una dulcura capaz de cautivar a cualquiera. Está chica lucía un conjunto elegante, pero sexy, que realzaba su esbelta figura y hacía soñar a cualquiera con semejantes atributos. Su ojos oscuros y sus bien definidos labios, llamaban la atención, y Julián posó su mirada en ella. Ambas chicas, eran solteras y habían acudido a esa fiesta esperando conocer a alguien interesante y, ¿Por qué no? si la ocasión se prestaba, también a alguien con quién divertirse un poco más.

Roberto en un intento por hacer que Julián abandonará los pensamientos melancólicos que siempre llevaba consigo, lo incluyó involuntariamente en la conversación con aquellas féminas. Al inicio, Julián se sintió como la pieza de un rompecabezas que no encajaba en el lugar, pero poco a poco y trago tras trago, los ánimos cambiaron y el ambiente festivo se hizo más llevadero; y el empezó a revelar una personalidad oculta.

—¡Vamos, Julián! Brindemos —exclamó Roberto, mientras levantaba su vaso, en señal de brindis—. ¡Por las nuevas amistades y las oportunidades inesperadas! —. Dijo luego, como parte de aquel acostumbrado ritual que, en ambientes festivos, solemos hacer.

Las risas y la buena música, eran el denominador común en la escena, y a medida que Julián trataba de concentrarse cada vez más en el presente, el alcohol tomo el rol de escritor, y tras cada trago, suprimió de su mente aquellos pensamientos que lo habían estado afligiendo, dando cabida en su lugar a una actitud más alegre y picante. Así, la noche avanzó entre juegos, conversaciones, bailes, música, y sobre todo, muchos tragos, y muy atrás quedaron esos pensamientos tristes.

—¿Y tú, qué nos dices Julián? —preguntó Mariana, con curiosidad—. ¿Qué es lo que prefieres hacer en tu tiempo libre?

—La verdad es que no hay nadie especial a quien dedicar el tiempo libre —respondio Julián con una indirecta para Alexandra—, pero, en cuanto a mi profesión, que también es mi pasión —continuó diciendo—, siempre me ha gustado explorar y encontrar lugares nuevos en cuanto a arquitectura me refiero. —respondió Julian, sin titubear y con mucho dominio, despertando más el interés en la chica, en quien se había fijado.




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