Está vez, todo transcurrió de manera muy diferente entre Julián y Valeria. Existió una comunicación constante que, cada vez, fue en aumentó con la afluencia de una dependencia emocional que fortaleció el vínculo. Los continuos mensajes y las numerosas llamadas fueron parte de este proceso en el que, poco a poco, el uno para el otro se hacían indispensables. Siempre había un “buenos días” al despertar, anunciando otro episodio de sorpresas y sonrisas por descubrir; un “buen provecho”, que a la hora de comer les alegraba la vida y agregaba un toque especial, a esa comida que estaban por digerir.
De igual manera, también se hicieron presentes esas largas llamadas que, durante la noche, hacían que la percepción del tiempo volara a la velocidad de una experiencia agradable, sintiéndose mucho más cortas de lo que, en realidad, habían sido. Esas llamadas siempre concluían en un “no quiero dejar de hablar, pero ya es tarde” y un “buenas noches, descansa”, que los dejaba con una sensación de vacío que aún deseaban llenar. De esa manera, la importancia que, de cara al futuro, tendría cada quien para la vida del otro, creció gradualmente, en un sinfín de nuevos brotes que llenaban sus emociones primaverales de vida y color.
Desde ese momento, no importó lo ocupada que fuera la jornada para Julián, ni tampoco lo sumergida que estuviera Valeria en su mundo de creatividad. Los brotes de esos sentimientos nacidos desde lo profundo de sus almas los invitaban a estar pendientes el uno por el otro, y esto, hizo que siempre hubiera tiempo para hacerse notar y pensar. A medida que los días pasaron, las conversaciones se hicieron más relevantes, profundizando en temas importantes e interesantes, revelando a su vez gustos, miedos y anécdotas. Poco a poco, la confianza se fortaleció y las ganas de verse y estar juntos, crecieron aceleradamente, hasta convertirse en una necesidad urgente, y en una sed insaciable que solo podían calmar con la presencia física.
—¡Te veo mal Julián! Andas como en las nubes—fue algo que Roberto le dijo a su amigo, al ver la actitud sonriente y distraída que mantuvo Julián durante esos días.
Julián mostró cambios muy notables. Pasó rápidamente de ser un cielo oscuro y nublado antes de la lluvia, con esa actitud melancólica mostrada al resignarse a no ver nunca más a la chica del autobús, a una con unos ojos llenos de un brillo capaz de iluminar hasta la noche más oscura. Estaba ilusionado y se le veía más pendiente del móvil, pero, sobre todo, muy sonriente cada vez que sonaba y leía algún mensaje, como si estos trajeran incorporada una melodía que alegraba su corazón. Aunque, en esos días cometió pequeños errores, luego, los corrigió rápidamente, quedando estos tan solo como minúsculos descuidos en la creación de su arte. Su cara de felicidad era muy evidente y agradable para otros en el trabajo.
Por su parte, Valeria mostraba una actitud más risueña, como si la luz de Julián hubiese tenido la osadía de atravesar las nubes oscuras formadas en su mente. Dejó de sentirse molesta con Alexandra, aunque nada había vuelto a ser como antes y solo conversaban lo necesario. Prefería mantener algo de distancia, a pesar de convivir en el mismo lugar, dudando si su cercanía con Julián afectaría a su amiga. Su creatividad dejó de estancarse y recuperó su fluidez, como aquel río seco que recupera su caudal con la llegada de las lluvias. Las nuevas ideas le sirvieron para escribir muchas líneas para alegría de la anciana, quien la observó desde la distancia, en un par de ocasiones mientras ocupaba una de las mesas de la “Estancia de la Abuela”.
Por otro lado, Alexandra daba la impresión de sentirse bien consigo misma trás observar el rayo de felicidad que iluminaba el rostro de su amiga. Tanto apreciaba a Valeria, que todo esto le resultaba extrañamente agradable. En sus muchos años de amistad nunca deseó algún obstáculo entre ellas; por el contrario, deseaba que ella ligara con un buen hombre, alguien con quién pudiera madurar en la vida. Sin embargo, como cualquier persona normal de carne y huesos, tenía sus propios sentimientos y no podía evitar que, de vez en cuando, su subconsciente la traicionara, germinando una pequeña semilla de envidia al pensar en Julián, aunque trato de ser indiferente y optó por sepultar el gusto que había sentido por él, ese que los había llevado a relacionarse de manera muy efímera. Sin embargo, esto la hizo cuestionarse si al ayudarlo había hecho lo correcto, porque aunque daba más importancia a su amistad con Valeria, su amiga era alguien que guardaba secretos de un pasado que siempre la seguía y que a la larga podría resultar como espinas venenosas para Julián. A pesar de todas esas justificaciones y conjeturas, la realidad era más simple: “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Todo marchó viento en popa para Julián, con pasos firmes en el camino a seguir para alcanzar la proeza de conquistar el corazón de Valeria. Se sentía bastante ilusionado y sobre todo bien correspondido. Tan confiado y tan seguro estaba, que dejó que sus instintos lo guiarán en una llamada telefónica que hizo durante el mediodía del día viernes.
—¡Quiero verte hoy! ¿Tienes algún plan? —le dijo Julián a Valeria.
—¡No tengo nada planificado! Y también quiero verte. —contestó ella.
—¿Te parece si nos vemos está noche? —preguntó él.
—¿Y a dónde piensas llevarme? —contestó ella con otra pregunta, esperando la propuesta de Julián.
—¡A ningún lugar en especial! —se apresuró Julián en contestar—. ¡Solo quiero verte! Pensé en que podríamos comer y compartir algún momento juntos… lo especial del lugar lo hará tu compañía. —concluyó.
—¿Cómo negarme a una propuesta tan tentadora? Dime a qué hora y dónde nos vemos. —contestó Valeria, aceptando la invitación de Julián.
Aquella noche, Valeria se presentó al lugar de la cita exhibiendo un outfit casual, que resultaba su figura de una manera que dejó impactado a Julián. Sus jeans ajustados, de tela elástica, se ajustaban perfectamente a sus curvas y delineaban con presicion sus muslos, caderas y un poco más. La blusa de mangas largas, ceñida al cuerpo, realzaba sus atributos, resaltaba la firmeza de su abdomen plano y acentuaba su pequeña cintura, en una imagen que combinaba sencillez y un atractivo irresistible que la hacian lucir muy sexy a la vista de cualquiera. Llevaba sueltos sus rizos castaños y algunos de sus mechones acariciaban su cuello con delicadeza. Su maquillaje casi imperceptible y sus labios de un tono suave y hermoso, mantenían intacta la naturaleza de su rostro. Además usaba una deliciosa y seductora fragancia floral frutal, cuyo aroma se se quedo imprenado en la memoria de Julián y envolvió sus sentidos, haciéndolo sentirse más atraido.
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Editado: 17.05.2025