Valeria realizó los preparativos del viaje y compró el boleto de autobús a la ciudad capital, sin ningún tipo de contratiempos, excepto por aquel que le fue impuesto por su propio estado de ánimo. La hora de salida estaba pautada para las diez de la noche y la llegada, a las siete de la mañana. Antes de recoger el equipaje, lo primero que hizo fue guardar su laptop y sus libretas de apuntes para poder continuar con los trabajos de literatura en aquellos momentos en los que se le presentara la oportunidad. Mientras realizaba todas estas tareas, le resultó imposible escapar de la sombra de la autocrítica y sentirse mal consigo misma. Tal vez se había equivocado al ocultar la verdad a Julián, pero era tarde, el daño estaba hecho; tampoco daría marcha atrás, así que esperaría con fe a que todo saliera bien. No sabía cuánto tiempo estaría ausente, pero imaginaba que le llevaría entre dos y tres semanas poder volver; un periodo de tiempo que esperaba que se fuera volando y se desvaneciera tan rápido como se le esfumaban las ganas de irse.
—¿Cuándo te toca viajar? —preguntó Alexandra, al observar a Valeria recogiendo el equipaje de viaje.
—¡Está noche! Tengo boleto para las diez. —respondió Valeria, quien hizo una pausa y se detuvo a conversar con Alexandra.
—¿Pensabas irte sin decirme nada? —preguntó Alexandra.
—¡No, amiga! Sabes que no… jamás haría eso —contestó Valeria—. Te ruego me disculpes, mi cabeza ha sido un mar de enredos estos últimos días. —añadió después.
—¡Está bien! Entiendo… permíteme ayudarte con tus cosas, siempre eres muy olvidadiza. —dijo Alexandra, tratando de romper la barrera invisible que se había levantado entre ellas durante el último mes por causa de Julián.
—¡Claro que sí, amiga! Me da mucho gusto saber que siempre puedo contar contigo. —contestó Valeria sonriente.
Valeria aprovechó la ocasión y la ayuda que ofreció Alexandra para hacer las paces con ella. Aunque nunca había dejado totalmente de hablarle, a pesar de convivir en el mismo lugar, ambas habían estado distantes desde que comenzó el romance con Julián, por lo que ese instante sirvió para acercarlas nuevamente. Además de ello, Valeria sabía que, para que el plan que se había trazado funcionara, era necesaria la ayuda indirecta de Alexandra al seguir guardando su secreto. Por lo tanto, para que eso continuara así, lo más conveniente era estar en buenos términos con ella; pensando de ese modo, la ayuda que su amiga le ofreció ese día le cayó como anillo al dedo.
Por su parte, Julián, esa mañana en el trabajo estuvo muy cabizbajo, pensativo y triste. Prefería creer que los días que se estaban por venir eran tan solo una prueba de amor; no terminaba de aceptar la idea de separarse tan pronto de Valeria, y menos aún, después de permitir que su mundo girara en torno a ella. Una vez más, y como ya se había vuelto costumbre, esto no pasó desapercibido para su amigo Roberto, quien siempre estaba cerca para animarle de una u otra manera cuando esto ocurría.
—¿Qué pasa, Julián? Pareciera que hoy no estás en este mundo. —preguntó Roberto, tratando de indagar sobre el mal que parecía acaecer sobre su amigo.
—¡Se va, Roberto! Esta noche se va. —contestó Julián, con voz queda.
—¿Quién se va, hermano? ¿Quién se está muriendo? —preguntó Roberto, con la imprudencia que siempre solía caracterizarlo.
—¡Por Dios! Nadie, amigo… Valeria se irá de viaje está noche. —contestó Julián, con una sonrisa que costó dibujarse en su rostro ante la imprudencia de su amigo.
—Ya me había preocupado, amigo. ¿Acaso te dijo que no volviera nunca más? —continuó indagando Roberto.
—No es eso… lo que pasa es que la voy extrañar y me cuesta imaginarme sin ella. —dijo Julián.
—¡Ja ja ja… tu y tus cosas! Ni que se fuera a morir. ¿Cuánto tiempo estará ausente? —río inicialmente Roberto, para luego ponerse un poco serio.
—¡Me dijo que volverá entre dos y tres semanas! —contestó Julián.
—!Tampoco es tanto tiempo! Ya verás que el tiempo pasa rápido y en un abrir y cerrar de ojos estarás nuevamente con ella. —dijo Roberto, tratando de animar a su amigo—. Además, si te llegas a sentir muy solo, aún te queda Alexandra. —culmino diciendo en tono de broma.
—No lo sé, amigo… ya veremos cómo marcha todo. —contestó Julián, haciendo caso omiso a esa sugerencia.
Julián, aquella tarde, tras culminar la jornada laboral, pensó en visitar a Valeria. Estaba ansioso y deseaba despedirse. Era consciente de que tal vez esa sería la última vez en que sus caminos se cruzarían, a pesar de que ella hubiera dicho lo contrario al prometer que volvería. Sin embargo, aunque lo pensó, con la posibilidad de crear incomodidad tanto para él como para Alexandra, prefirió no ir al apartamento que ambas compartían, considerando que, dadas las circunstancias actuales, eso era muy poco conveniente. Con esa ansiedad revoloteando en su cabeza, optó por seguir un camino más seguro y efectuó una llamada telefónica para saber de ella.
—¡Hola mi amor! —contestó Valeria.
—¡Hola amor! ¿Cómo estás? —preguntó él.
—¡Bien! Aunque llena de tristeza mi amor… sabes que no quiero, pero aún así tengo que irme. —dijo Valeria, con un tono de voz que hacía juego con aquello que estaba expresando.
—¡Lo sé mi amor! Pero ya verás que el tiempo pasará de prisa. —dijo Julián, tratando de animarle— ¿Ya hiciste equipaje? —preguntó luego.
—Si, claro… Alexandra me ayudó amablemente… ella siempre está pendiente, para que no olvide nada. Sabes que soy muy olvidada. —contestó Valeria.
—¿Te importa si paso por ti para llevarte al terminal de pasajeros? —preguntó Julián.
—No, no será necesario mi amor. Alexandra se ofreció a acompañarme. —contestó Valeria, destruyendo el plan de Julián con esa respuesta.
—Está bien… te voy a extrañar mucho mi amor. —dijo Julián, despidiéndose de Valeria.
—¡Yo también te voy a extrañar! —contestó ella bastante melancólica, despidiéndose de ese modo.
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Editado: 04.05.2025