Capítulo 11: Seducción y enredos (Parte I)

Para Julián, la cita con Alexandra le sirvió como termómetro, para establecer claras diferencias entre lo que, hasta ese momento, había sido su relación con Valeria, y lo que realmente deseaba que fuera. Disfrutó y se divirtió tanto a su lado que simplemente deseaba más; y sobre todo, ya no deseaba continuar idealizando a Valeria ni tampoco aferrarse a sus sentimientos por ella. Quizás, lo único que debía hacer era abrirse a nuevas posibilidades, y Alexandra representaba una de ellas.

Sin embargo, sabía que debía actuar con cautela y no forzar nada, pues conscientemente estaba muy seguro que ella no merecía que se aprovechara de aquello que la hacía vulnerable: la atracción que desde el principio había tenido hacia él, y menos aún después de haberle brindado su amistad en el momento en que más la necesitó. Pero, ¿Cómo hacer para resistirse? Si esa chica también le atraía y, ¿cómo no fijarse en ella? Si además de ser muy linda, era alguien que, con acciones desinteresadas, había logrado ganar bastante terreno de forma fácil hacia el centro de sus pensamientos. Esto era algo que lo hacía dudar sobre lo que en realidad debería hacer.

Ese día, muy temprano por la mañana, Julián recibió una llamada telefónica por parte de Valeria, y aunque la conversación no fue significativa como aquellas a las que se habían acostumbrado durante la etapa de conquista, tampoco resultó muy incómoda para él, si se puede decir. En esta ocasión, Julián prefirió ser más dócil y dejarse llevar por las palabras de ella, evitando asi, según su forma de pensar, una pelea innecesaria que podría haberlo amargado y hacerle que iniciara el día con el pie izquierdo. La única verdad de todo esto era que Valeria, al tratar de mantener control en dos frentes distintos, había comenzado a perder la importancia que Julián le había otorgado, gracias a su descuido y a su prolongada ausencia.

Muy lejos, en la ciudad capital, Valeria se sentía a gusto con lo que estaba viviendo, a pesar de estar plenamente consciente de que esos momentos solo eran parte de un espejismo. Aún así, no dejo de disfrutar ni un solo instante, y además se sentía muy importante para Bruno, con quién nunca antes había compartido tantos días de manera continua. Todo eso era completamente inédito para ella, y también algo que siempre había deseado y creído merecer, durante todos los años en los que había estado relacionada con ese hombre. Estaba viviendo la historia de un cuento de hadas, y se veía así misma como una reina poderosa o más bien, por así decirlo, como una concubina real, a quien ese caballero complacía en todos sus caprichos y deseos.

Bruno, era un empresario poseedor de varias empresas de éxito en el país. Aunque siempre había velado por Valeria, era un hombre casado, con una familia en el exterior, donde pasaba la mayoría del tiempo. Solo aprovechaba las ocasiones en que, por alguna razón o bajo alguna excusa, debía hacer alguna supervisión o algún negocio relacionado con esas empresas para compartir con Valeria. Aparte de esto, él poseía importantes acciones en la editorial que se había encargado de publicar y promocionar la obra literaria escrita por Valeria. Ella y él se habían conocido años atrás, bajo unas circunstancias que ella mantenía oculta, lo que dió inicio a esa relación disfuncional que habían mantenido desde entonces, en la que desde el principio, ella se sometió a sus condiciones, convirtiendo a Bruno prácticamente en su dueño.

Valeria, estaba muy consciente que en todo ese tiempo que había pasado en la ciudad capital junto a Bruno, había descuidado su relación con Julián, pero ¿Él habría la habría aceptado con esa relación?, ella por más que intentó responder favorablemente esa pregunta, siempre concluyo en que la respuesta era que no. Por ello que cuando llegó el momento de decir la verdad, decidió ocultarla, creyendo que a la larga le iría mejor así. Pero, con lo que nunca contó fue qué Bruno, en esta ocasión, tendría mucho tiempo para compartir, lo que a su vez se tradujo en muy poco tiempo para estar pendiente de Julián. Esta situación pronto terminaría por pasarle factura.

Por estos motivos, Julián, desde el principio, nunca tuvo fácil la puja por el corazón de Valeria. A pesar de su calidez y de la forma en que la trataba, para nadie es un secreto que una buena chequera puede más que la galantería de un hombre enamorado, y él, en ese sentido, era un don nadie. Lamentablemente, ese tipo de mentalidad estaba fuertemente arraigado en el pensamiento de una inmadura Valeria que, a pesar de su inteligencia, no comprendía bien la diferencia y la importancia entre ambas cosas, porque la felicidad es algo que ni el dinero ni el lujo pueden satisfacer.

De nuevo en la costa, Julián, muy deseoso de compartir más tiempo con Alexandra y continuar explorando la conexión que ambos estaban experimentando, recordó la propuesta de Roberto y decidió buscarlo para emitir su opinión.

—¡Roberto! —exclamó Julián, para llamar la atención de su amigo.

—¡Julián! ¿Cómo estás? —respondió Roberto.

—¡Bien amigo! Bastante mejor. Estuve pensando sobre tu propuesta de llevar de paseo a las chicas y se me ocurre que tal vez, deberíamos hacerlo hoy en la noche. Ya es viernes.. y ¡El cuerpo lo sabe! —dijo Julián.

—¡Sí claro amigo! Hace rato que no nos divertimos juntos. Le diré a Mariana y ahí mismo aprovecho para que ella invite a Alexandra. ¿Te parece? Estoy seguro que eso es lo que más quieres. —dijo Roberto.

—Bueno si, tu sabes que es así. —respondió Julián.

—¡Perfecto! Entonces quedamos así. —dijo Roberto, para luego despedirse y continuar con sus labores.

Julián no deseaba forzar nada con Alexandra; prefería que todo fuera más espontáneo, aunque cualquier excusa o ayuda externa también era válida. Lo importante era pasarla bien con ella, incluso si eso significaba hacerlo en compañía de otros. Y, ¿quienes mejor para esto que Roberto y Mariana? Ellos también merecían un poco de su atención, algo que el consideraba como “matar dos pájaros de un tiro”.