Valeria apenas regresó a la costa desde la ciudad capital, lo primero que hizo fue dirigirse a la casa de Julián, con equipaje en mano. No estaba al tanto de los últimos acontecimientos, pero sí estaba muy consciente de todo lo que había hecho durante esas semanas que compartió con Bruno, aquel hombre al que ella no amaba, pero al que convenientemente aceptaba.
Sabía que Julián no estaría contento al verla, pero aun así, confiaba ciegamente en que él cumpliría aquella promesa de esperarla. Ella tenía un plan: emplear todos sus encantos de mujer para manipular la situación a su favor y asi retomar la relación con buen pie.
—¡Hola mi amor! —exclamó Valeria, apenas Julián abrió la puerta.
—¡Va - Va- Valeria! —contestó Julián, muy sorprendido al verle.
La figura de Valeria emergió como un espejismo. Sus ojos se negaban a creer lo que veían. Los rizos de color castaño, las pecas en su rostro y sus ojos claros, detalles de su apariencia física que tanto le encantaban, no causaron ni una chispa de alegría.
La fragancia de su perfume, con su delicioso y seductor aroma que siempre embriagaba sus sentidos, y lo hacía soñar despierto, resultó amarga. La ropa ajustada que llevaba, aunque casual, resaltaba su bien definida figura y dejaba entrever una clara intención de seducirlo y alegrarlo con su presencia; tampoco logró el efecto deseado. Julián al verla, solo sintió un nudo en el estómago y un desdén que lo hizo desviar brevemente la mirada al suelo.
—¡Ya estoy aquí! —dijo ella, abrazándolo—. ¡Al fin puedo mirarte y abrazarte otra vez! —continuó diciéndo—. ¡Te extrañe tanto! —finalizó, para luego darle un pequeño beso en los labios.
—¡No te esperaba! No me dijiste nada… ¿Por qué no me llamaste? —dijo Julián atónito, para luego finalizar con aquella pregunta.
—¡Quería que fuera una sorpresa! Pero no pareces muy contento de verme. ¿Me invitas a pasar o vas a dejarme aquí afuera con estas maletas? —preguntó Valeria.
—¡Claro, claro! Discúlpame… ¡Que tonto soy! De verdad estoy muy sorprendido. ¡Ven! —contestó Julián, tomando el equipaje de Valeria y llevándolo al interior de su casa, mientras ella ingresaba detrás de él, para luego cerrar la puerta.
Julián fue incapaz de rechazar a Valeria, deseaba oír alguna explicación. Era como si luego de abrir la puerta los instantes de felicidad que apenas horas atrás había experimentado junto a Alexandra, se desvaneció ante la presencia de Valeria que, a pesar de la incomodidad, despertó una curiosidad innegable por confirmar lo que creía saber. Tenían tantas cosas de las que hablar, y sobre todo, tantas cosas que ella debería explicar.
—¿Ya comiste algo? —preguntó Julián.
—¡No mi, amor! Aún no como nada. ¿Qué te parece si ordenas alguna pizza, mientras tomo una ducha? Estoy cansada del viaje, pero muy feliz de verte. ¡Tengo tantas cosas que contarte! —dijo Valeria, adelantándose a la situación.
—¡Perfecto! El baño está en la habitación. —dijo Julián.
—¡Está bien! Pero ven y acompáñame por favor. —respondió Valeria, lanzando una carnada que él sin querer pico.
Julián, acompañó a Valeria hasta la habitación. Allí, ella aprovechó para hablar de pequeñeces sin importancia sobre el viaje, mientras aprovechaba para desvestirse en su presencia. Cada movimiento que hizo, desde desabrocharse la blusa hasta deslizar su pantalón, suavemente, a través de las piernas fue hecho con una gracia y una elegancia innata que Julián disfrutó en silencio. Su ropa interior, delicada y de un color suave, contrastaba con el color de su piel y acentuaba su figura, haciéndola lucir muy radiante, hermosa y sexy, Todo esto sucedió en cámara lenta, y Julián, sin quererlo, se vio atrapado entre la admiración y el repentino fenómeno climático que se desató a través de su vista, haciéndolo sentir un incremento en la temperatura que poco a poco comenzó a calentar la frialdad con la que recibió a Valeria.
Ella notó que Julián, eclipsado ante la sensualidad del momento, no escuchó ni entendió nada de lo que había contado, pero no importó, eso era lo que buscaba para que cediera el muro de defensa.
—¿Me permites una toalla? —preguntó Valeria.
—¡Están afuera! Junto a la lavadora. Ya te traigo una. —respondió Julián, mientras detallaba cada trozo de piel en el cuerpo de Valeria.
—¡Está bien, mi amor! Tráela pronto y por favor ¡No olvides ordenar la pizza! —dijo Valeria, para luego ingresar al baño a tomar la ducha, dejando intencionalmente la puerta abierta.
Julián salió de la habitación indeciso y casi en shock. No asimilaba la llegada imprevista de Valeria. Su mente no procesaba con rapidez lo que estaba ocurriendo. Sin darse cuenta era ella era quién estaba dirigiendo sus acciones. Hizo una llamada telefónica y ordeno la pizza, luego buscó la toalla y se dirigió a entregársela.
—¿Valeria? Aquí está la toalla. —dijo Julián, desde la puerta del baño.
—¡Traela, por favor! —contestó ella, incitandolo a pasar.
Julián entró al baño, y en el momento en que estaba por dejar la toalla para luego salir de allí, ella abrió la puerta corrediza y, sin pudor, muy segura de sus encantos, se plantó frente a él con una sonrisa provocativa y el deseo reflejado a flor de piel. Las gotas de agua que, suavemente, se deslizaban a través de su piel lo invitaron a disfrutar del momento en un espectáculo visual al cual no pudo resistirse. Valeria aprovechando la sensualidad del momento, lo guió hacia dentro de la ducha, y Julián, sin oponerse, se dejó llevar fácilmente en aquel juego de poder que ella jugaba; uno con el que esperaba mitigar los reclamos que pronto vendrían.
Julián sin buscarlo, pronto se vio envuelto por sus besos y caricias, dejándose llevar por toda la pasión que esto generaba. Tantas semanas sin verla y sin sentirla, que fácilmente se vio confundido por ese momento de intimidad que le hizo creer que ella lo había extrañado y necesitado tanto como él a ella. Julián, sin darse cuenta, permitió que ella alcanzara su objetivo.
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Editado: 04.05.2025