Julián despertó esa mañana para ir a trabajar, y se sorprendió al no encontrar a Valeria en la cama. Todas las demás veces en las que habían dormido juntos, fue quien primero se levantó y en esta ocasión, era diferente.
Lo primero que notó fue que los equipajes de Valeria aún se encontraban dentro de la habitación, por lo que inmediatamente dedujo que aún no se había marchado y menos sin despedirse. Apenas se puso de pies, fue a buscarla al baño, pero tampoco estaba allí, continuó buscándola en el resto de la casa. Una mezcla de aromas entre pan tostado, huevos revueltos con especias y café recién colado, lo guiaron directamente a la cocina. Al llegar se sorprendió bastante, al encontrar a Valeria preparando el desayuno.
Esta era la primera vez que ella cocinaba algo para él, y aunque eso le agradó, también llamó mucho su atención por ser una actitud inusual que desconocía en ella, y también porque era algo que no esperaba que hiciera.
—¡Buenos días! ¿Qué estás preparando? —preguntó Julián, luego de abrazarla por la espalda.
Ella solo iba vestida con una de sus camisetas que le quedaba bastante grande, y aún no había tomado una ducha para arreglarse y marcharse.
—¡Buenos días, mi amor! No es gran cosa, solo una tortilla de huevos… ¡Espero te guste! —contestó ella, luego de darle un pequeño beso.
—¡Si cocinas como haces todo lo demás! Seguro que me gustará. —bromeó Julián.
—¡Entonces te va a encantar! Deberías ir a ducharte y arreglarte. No quiero que llegues tarde al trabajo por mi culpa. —dijo Valeria.
—¡Claro, tienes razón! —contestó Julián, para luego dirigirse a la ducha.
El agua fría de la ducha cayendo sobre su cabeza reactivó por completo sus sentidos y sus pensamientos. ¿Valeria está cocinando? se preguntó así mismo, ¿Estará pensando en quedarse aquí mientras me voy a trabajar? fue otra pregunta que también se hizo. «No, eso es algo que aún no hemos hablado» pensó, dando respuesta a su propia pregunta. En el momento en que estaba vistiéndose, ella ingresó a la habitación y tras ayudarle a abotonar su camisa, le indicó cariñosamente que el desayuno estaba listo.
—¡Ya voy! Dame un minuto. —respondió Julián, mientras buscaba su reloj en la mesa de noche.
Apenas llegó al comedor, observó que el desayuno estaba muy bien servido en la mesa: dos platos llanos, cada uno con un par de panes tostados, una porción de huevos revueltos y una porción de queso blanco. También una taza de café y los respectivos cubiertos, junto a cada plato. Valeria estaba sentada, esperándolo para empezar a comer. Le dio un pequeño beso en los labios y después se sentó junto a ella para comer tranquilamente.
—¡Estaba muy sabroso el desayuno! —exclamó Julián, luego de terminar de comer, haciéndola sonreír.
—¡Ahora sí puedes decir que todo lo hago sabroso! —dijo ella con una mirada pícara que denotaba el doble sentido.
—¡Pues sí, tienes razón! —contestó Julián, devolviendo la mirada llena de picardía.
—¡Ya casi es hora de irme a trabajar y aún no te arreglas! ¿Te irás o te quedarás aquí hasta que regresé? —preguntó Julián con suspicacia, tratando de hacerla revelar sus intenciones.
—¿Quieres que me vaya? —respondió ella, dándole vueltas al asunto de manera sutil.
Aquella pregunta, aunque realizada de una manera bastante sutil y serena, tenía implícito un propósito capcioso para poner a prueba a Julián, quién no tuvo tiempo para analizar y emitir una respuesta que le permitiera salir del atolladero en el que se sintió en ese instante.
—¡No! ¡Si tú no quieres, no! Yo regresaré al final de la tardé. ¿Me vas a esperar? —preguntó nuevamente Julián.
—¡Yo te espero, mi amor! Hasta podría quedarme a vivir contigo si tú me lo pides… Aunque me parece que prefieres que me vaya y no te atreves a decirlo. —contestó Valeria, frunciendo el ceño después de captar el deseo y la preocupación de él.
—¡No, mi amor! No es eso… solo que estarás muy aburrida sin mi. —dijo Julián de forma cariñosa, para evitar que Valeria se sintiera mal.
—¡No te preocupes por eso! Aquí estaré esperándote al regresar mi amor. —dijo Valeria finalmente, confirmando las intenciones de quedarse allí.
Julián, se despidió cariñosamente y después se marchó al trabajo, un poco preocupado. Aunque amaba a Valeria, no lograba asimilar bien su regreso y, menos aún, ese nuevo comienzo, por lo que estar en pareja con ella, era algo para lo que se creía aún no estar preparado, y tampoco estaba en sus planes, sin mencionar que también representaba un obstáculo para poder ver y salir con Alexandra.
En ese sentido, consideraba más sencillo que ellas continuaran viviendo en el mismo lugar, sin embargo parecía que Valeria tenía la capacidad para leer sus pensamientos y estar un paso por delante de él. Pero lo único que no imaginó, era que esto también formaba parte de la estrategia manipuladora que ella había puesto en marcha desde el primer minuto tras su regreso.
La presión que esa situación generaba no le permitía concentrarse bien en sus actividades. Estaba muy estresado, se sentía entre la espada y las mujeres. Por esta razón, consideró que necesitaba hablar con alguien, quería desahogarse y, a la vez, escuchar un buen consejo. Como siempre, terminó acudiendo a Roberto, su fiel amigo y compañero de trabajo.
—¿Puedes ayudarme con un problema que tengo? —le preguntó Julián a Roberto, con cara de preocupación.
—¿Qué pasó? ¿Hiciste algo malo? —contestó Roberto, pensando que se trataba algo respecto al trabajo.
—¡No, amigo! No sé trata del trabajo, es algo personal. —contestó Julián.
—¡Ja ja ja! Tu siempre con el mal de amor… No pierdes la manía. —dijo Roberto riendo.
—¡No te rías! ¡Esto es serio, amigo! —exclamó Julián.
—¡Ok, está bien! Pero si no me cuentas nada, no voy a entenderte. —respondió Roberto, poniendo un poco de seriedad de su parte.
—¡Ando enrollado con Alexandra! —empezó Julián.
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Editado: 04.05.2025