Entre amor, dudas y traición

Capítulo 15: Secretos y verdades.

La presencia de Valeria en la casa de Julián, comenzó a sentirse cada vez más. Él empezó a notar como algunas cosas iban tomando poco a poco el toque femenino que antes les hacía falta. Esto no significaba que Julián fuese descuidado o desaseado, sino que su nivel de atención al detalle y percepción no era igual al de ella, quien parecía tener una capacidad muy superior en ese aspecto.

Algunas pequeñeces que solo a los ojos de un buen observador parecían desordenadas, de pronto adquirieron un orden y una organización que nunca antes habían tenido. La cama siempre la hacía con su sábana encimera extendida minuciosamente y de forma uniforme para cubrir el colchón, y el edredón extendido y perfectamente doblado de tal manera que dejaba ver la sábana encimera en la parte superior. Las almohadas las colocaba paralelas al espaldar de la cama; y todo esto contribuía a que tuviera una presentación pulcra.

Hasta la ropa interior que él jamás había doblado también fue víctima de ese régimen sistemático. Demasiadas diferencias, aunque minúsculas, pronto empezaron a hacer el efecto que ella deseaba: Julián se sorprendía cada vez más, y a su vez, mostraba síntomas de comodidad, alegría y felicidad; siendo este el resultado que Valeria estaba buscando.

Además de todo esto, observarla contínuamente como caminaba en ropa interior por toda la casa, era un placer que Julián disfrutaba silenciosamente. Las incursiones a la ducha que, de manera inesperada, ella hacía para bañarse junto a él, también tuvieron su efecto. Incluso, dormir a su lado, abrazarla y sentir su calor, era algo con lo que se sentía muy cómodo.

Ver a Valeria sonreír en cada instante, y todas esas conversaciones que parecían no importar fueron parte de los muchos detalles que lograron que Julián se sintiera agradecido ante la idea de convivir en pareja. Todo eso y mucho más hizo que deseara tenerla todos los días en casa.

En cuestión de cuatro días, Valeria logró que Julián cambiará su forma de pensar al respecto, y eso era algo que ni él mismo se esperaba. La estrategia que puso en marcha desde el momento en que regresó, aún continuaba dando sus frutos. Poco a poco, la confianza que perdió durante las semanas que estuvo junto a Bruno en la ciudad capital comenzaba a recuperarse.

Sin embargo, a pesar de que, en cierto modo, parecía que su plan era vivir en pareja junto a Julián, esto realmente no era así. Todo era parte de una maniobra para recuperar el amor y la confianza de Julián. Quedarse allí para siempre iba en contra de su estilo de vida, ese al que estaba acostumbrada desde mucho antes de conocerlo.

—¡Mi amor! Estoy feliz que lo nuestro aún funcione… pero hay algo que he querido decirte y no encontraba cómo hacerlo, porque disfruto cada momento contigo. —dijo Valeria, esa mañana durante el desayuno.

—No entiendo ¿Pasa algo malo? Puedes contarme cualquier cosa. —contestó Julián, con el ceño fruncido y sus ojos entrecerrados que la miraban fijamente y demostraban una clara preocupación.

—Oh no, no pongas esa cara, mi amor. No es nada del otro mundo, solo es que hoy me voy. —dijo Valeria.

—¿Otra vez te irás? Si apenas regresaste el domingo. —dijo Julián, mientras se llevaba una mano a la barbilla y sus ojos perdían por un breve instante el contacto visual, para luego volver a mirarla fijamente. Sus expresiones faciales aún mostraban sus cejas juntas y la frente arrugada.

—¡No, mi amor! No te molestes… es que no me estás entendiendo. ¡Solo me voy al apartamento! —dijo Valeria tranquilamente.

—¿Pero por qué? ¿Hice algo que no te gustó? —preguntó Julián.

—¡No, claro que no! No me mal entiendas… Me encanta estar aquí contigo y todo lo que hacemos juntos, pero ya debo ir a mi hogar. —respondió Valeria.

Aquella respuesta fue como un baño de agua fría en plena madrugada. Si bien, al principio, esa idea de que ella se quedara a vivir allí no le gustaba, ya se sentía cómodo con ello, y eso de irse no le agradó.

—¡No quiero que te vayas! —dijo Julián, con los hombros caídos y su voz apagada.

—Solo es por unos días, mi amor… un ratito aquí y otro ratito allá. De todos modos, puedes ir a verme o podemos salir a donde gustes. Es que ya debo retomar mis actividades. —dijo Valeria, haciendo esa mirada a la que él nunca había podido decirle que no.

Julián no tuvo más opciones y terminó accediendo. ¿Qué más podía hacer? ¿Suplicarle? Eso era algo que no haría. ¿Obligarla a quedarse? Tampoco podría. Confiar en las palabras de Valeria era lo único que podía hacer, y eso era lo que ella quería.

Valeria sabía muy bien cómo jugar aquel juego de poder. Sin que él lo notase, ejercia un control imperceptible y sutil a través de su presencia y sus acciones. Su partida al apartamento que compartía con Alexandra, solo era parte de una operación que había diseñado para mantenerlo en un estado de ansiedad y deseó. Muchas de las cosas que hacía, formaban parte de esa estrategia puesta de manifiesto para recuperar su amor y su confianza.

Además de esto, su sentido de intuición le indicaba que, desde antes de regresar a la costa, había alguien comiéndose lo suyo o, al menos, tratando de ocupar su lugar en el corazón de Julián. Eso era algo que no iba a permitir, así tuviera esa relación disfuncional y a conveniencia que siempre había mantenido con Bruno, aquel hombre con quién estuvo en la ciudad capital por más de un mes, sin que nadie supiera nada, con la excepción de su amiga.

Al final de la tarde, cuando Alexandra regresó al apartamento después de trabajar, se encontró allí con Valeria. Ella, al igual que Valeria, también era una buena actriz. Al verla, fingió sorpresa y también que aún no sabía sobre su regreso de la ciudad capital días atrás. Julián ya le había contado todo y estaba preparada psicológicamente para ese momento. Sabía muy bien que el sitio de donde venía Valeria, en realidad, era la casa de Julián.

—¡Hola, amiga! Al fin volviste. —dijo Alexandra al verla, para después abrazarla.




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