Entre amor, dudas y traición

Capítulo 19: La calma, esconde tormentas.

Los siguientes días pasaron en calma, y todo, en apariencia, pareció marchar de manera normal. Valeria no volvió a pelear con Julián; no vió motivos para hacerlo, y todo fue amor y armonía, mientras él incondicionalmente accedía y la complacía en todo lo que ella planificaba.

Alexandra, por su parte, se mantuvo firmé en su decisión de mantener distancia con Julián y, en cuanto a Valeria, trato de ser la buena amiga que siempre fué a lo largo de tantos años; esa que siempre la ayudaba y que estaba presente cuando ella la necesitaba.

En cambio, Julián no lo tuvo tan fácil. Se dedicó a mantener contenta a Valeria en todos los aspectos, mientras que, en el silencio de sus pensamientos, solo anhelaba hacer las paces con Alexandra. Al menos, deseaba recuperar la corta amistad que tuvieron antes de que empezará el descontrol y el amorío que existió entre ellos; sin embargo, respetó su decisión, y no intentó hacer nada para cambiarlo; aceptaba las consecuencias.

Toda esa paz y tranquilidad significativas, en realidad, solo era una apariencia, un velo que servía para ocultar las tensiones más profundas entre estos seres. La calma de esos días permitió notar otros problemas que habían pasado desapercibidos para ellos hasta ese punto.

Desde su regreso de la ciudad capital, Valeria se concentró tanto en recuperar y mantener el control en su relación con Julián que, cuando trató de hacer algo diferente y tener tiempo para sí misma, sucedió todo el incidente de la noche en que Alexandra salió sospechosamente, la misma en que Julián también le mintió. Todo eso solo ocasionó que intensificará el dominio que siempre ejercía sobre él. Pero pronto, notó que había estado pasando por alto algunos malestares propios, que día tras día se iban incrementando.

Una tarde, en la que Valeria se encontraba junto a Alexandra en el apartamento, decidió compartir con su amiga un pequeño padecimiento físico, nada grave, pero finalmente algo que la preocupaba al desconocer el posible origen del mismo.

—¡Alexandra! Quiero contarte algo que siento desde hace muchos días y no sé qué puede ser. —dijo Valeria a su amiga.

—¿Dime, Valeria? ¿Cuéntame para saber de qué se trata? —respondió Alexandra.

—¡No se, amiga! Hace mucho que tengo los senos muy sensibles. —dijo Valeria.

—¿Cómo así? ¿Tienes algún tumulto extraño? —preguntó Alexandra.

—¡No amiga, no es eso! Ya me revise y, gracias a Dios, no es nada de eso, es solo que a veces siento molestia cuando me los toco, principalmente en los pezones. —respondió Valeria.

—¿Pero te duelen o qué? —preguntó Alexandra con voz de preocupación.

—¡Bueno, no es que sea un dolor fuerte! Es más bien como una incomodidad que siento, como si los tuviera hinchados y más pesados. —respondió Valeria.

—¡Tranquila, amiga! Eso no es para preocuparse. Seguro debe ser que pronto vas a menstruar. A mi siempre me pasá cuando está por venir. —dijo Alexandra.

—¡Tienes razón, amiga! Debe ser éso. —respondió Valeria.

Valeria, desde muy joven, había tenido problemas con un periodo de menstruación bastante irregular, y para ella, eso era algo que ya le era muy natural. Aunque está vez la sensación era diferente; era más intensa. Sin embargo, estaba tan acostumbrada a esa anormalidad que, incluso, llegó a pensar que nunca podría concebir hijos. La maternidad era algo que no le preocupaba, puesto a que nunca se visualizó a sí misma cuidando a un bebé ni cambiando un pañal. Es por ello, que no le dió mayor importancia, en su mente, tenía cosas más relevantes a las que debía dedicar su atención.

Por otro lado, Julián trató de llevar su día a día, concentrándose en sus actividades laborales y poniéndo de su parte para estar bien con Valeria. Él no había dejado de amarla, aunque sentía que no era lo mismo después de todo el tiempo que ella permaneció en la ciudad capital. Esa prolongada ausencia había debilitado ese amor y también abierto un espacio, o más bien había dejado un vacío que, al tratar de llenar, terminó acercándose a Alexandra. Bueno, con ello vinieron todos esos pormenores que siguieron después. Ahora pagaba un alto precio por jugar con amor, sin poder lamentarse ni hacer nada más; una pena que sufría en silencio.

Con el paso de los días, Valeria prácticamente se instaló a tiempo completo en casa de Julián y solo iba al apartamento de visita o para buscar algunas cosas personales. No estaba dispuesta a permitir ninguna brecha para que alguien se interpusiera entre ellos.

—¿Qué tal estuvo tu día en el trabajo? —era una pregunta que habitualmente solía hacerle Valeria.

—¡Bien, mi amor! Bastante ocupado con los avances de la obra. —respondía Julián, sin dar muchos detalles.

—¡Gracias a Dios, amor! Quiero que hagamos esto hoy… —solía decirle ella para comunicarle que planes tenía para hacer con él.

Valeria siempre estaba ideando cosas nuevas, cualquier ocurrencia para compartir y apegar más a Julián. A veces, solo pensaba en ver una película, y otras, en preparar algo de comer, siguiendo cualquier receta que pudieran degustar juntos. Pero lo que nunca faltó, como en toda relación jóven, fueron todos esos momentos de intimidad que ambos disfrutaban a cada instante como conejos en celo.

—¡Mi amor, me da la impresión de que te están creciendo un poco! —dijo Julián, en una de esas ocasiones en se quedo detallando y jugando con el torso desnudo de Valeria.

—¡No sé, mi amor! A veces siento que me pesan un poco, pero ya… no las agarres mucho, qué las tengo muy sensibles. —respondió Valeria.

—¡Está bien, mi amor! Sabes que me encantan y me cuesta evitarlo. —dijo Julián, manifestando cuánto le agradaban sus pechos.

Hasta Julián había notado ese pequeño cambio, que ella misma había percibido, y al que solo le había restado importancia, pensando en que solo se debía a los problemas de su ciclo menstrual. Pero, esto no era lo único que había visto en sí misma; también sentía una inexplicable fatiga, aunque eso era algo que no le había mencionado a nadie. ¿Acudir al médico para diagnosticarse?, —«ni pensarlo», se decía a sí misma—, eso siempre fue algo a lo que le tenía mucho pavor.




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