Entre amor y venganza

№5 Decisiones

Asintió con evidente preocupación.

—No comprendo tu actitud. ¿Cuál es realmente el problema?

—El señor Georgiou podría no tomarlo bien.

Me alejé, frunciendo el ceño.

—¿Te importa más lo que piense él que lo que tú sientes, Odyssey?

—No, pero…

—Olvida ese tema y cuéntame lo que crees que no sé de ti. Introdúceme un poco en la vida de Odyssey Xanthe.

Suspiró y se sentó en el sofá.

—Me gustan las mascotas, los…

—Sé la mayoría de tus gustos. También sé a qué eres alérgica y muchas de tus aversiones. Sé cuál es tu película y género favorito, que ves novelas y lees romance. Te gusta el clima frío y los sabores ácidos —reí por la forma en que me prestaba atención—. Sé que haces tus propios perfumes, son únicos y fue lo primero que llamó mi atención. Sé que eres tímida, que te frustran las matemáticas y luchas con ello por tu carrera. Eres noble y sentimental. Sé muchas cosas de ti, Odyssey. Saber de ti estaba siendo mi pasatiempo favorito.

—Entonces, ¿por qué me preguntaste si tenía novio?

Esbocé una sonrisa culpable.

—Porque soy celoso, y un idiota cuando lo estoy. Creí que eras una buscadora de fortuna, porque te vi con amigos y siendo demasiado atenta con mi padre. Ya sabes cómo es.

—Solo soy agradecida, el señor nunca me ha insinuado nada. ¿Es fácil, verdad?

Me senté a su lado y besé su hombro.

—¿De qué hablas? —inquirí, desviando mi rostro hacia su cuello—. Hueles delicioso, Odyssey.

—No quiero ser intensa, pero si tú creíste que era una buscadora de fortuna, ¿has pensado en cómo me verán el resto de tus familiares?

—Fue un error, más por Georgiou que por ti. Tal vez no sepas toda la historia. No puedo confiar en él ni darle oportunidades, como lo hizo mi madre. No me interesa lo que piensen. Nos amamos, y eso es lo único que debería importar, en un sentido figurado.

—Está bien.

No sonó convencida, pero decidí no insistir. Quizás todo era demasiado para ella, y en el fondo podía entender sus miedos. Conocía a mi familia; eran tan diferentes a mi madre. A ella le habría encantado que finalmente me hubiera enamorado de verdad.

—¿Quieres saber algo sobre mí?

Sonrió, luego negó con la cabeza.

—Lo que no sabemos del otro lo iremos descubriendo con la convivencia. Mi padre solía decir que es la mejor manera de conocer a alguien; lo demás es solo de palabra.

—Tienes razón. Me gusta que estés entrando en confianza. ¿Quieres ver una película?

Asintió, y me dispuse a preparar todo. No me gustaban las palomitas, pero comí un paquete mientras ella las disfrutaba. La recosté sobre mí y en silencio comenzamos a ver la película.

A la mitad, noté que bostezaba, así que pausé la película.

—Lo siento, he sido desconsiderado. Debes de estar cansada, tener sueño. Ven, es mejor que descanses.

—Sí, tengo clases al mediodía.

Asentí, apagué todo, recogí y la guie hasta la habitación.

Ella sonrió. Al igual que la mayoría de mis espacios, esta carecía de decoración. Además de la cama y el armario, había un sofá, un par de fotos de mi madre sobre la mesa de noche y una lámpara.

—Te buscaré ropa.

Agradeció mientras observaba algo, no sé qué. Le entregué una camisa roja y salí para hacer una llamada mientras ella se cambiaba.

Había tenido razón al pensar en Axios; él le ofrecería un puesto como auxiliar contable. Decidí entrar de nuevo y la encontré acomodándose la camisa.

—No se hará más larga. ¿Te incomoda?

—No —respondió de inmediato.

Reí y me acerqué, besé sus labios mientras la apretaba contra mí. Su aroma era adictivo.

—Buenas noches, Rowan —se subió a la cama y se cubrió hasta el cuello.

Por su actitud, pensé que se cubriría el rostro al verme quitarme la camisa. En su lugar, se quedó mirándome atentamente. Cambié mi pantalón por una bermuda y me subí a la cama.

Me acosté en el lado libre, apoyando mi cabeza sobre los brazos. Ella se recostó sobre mi pecho. Levantó su rostro y me besó. Mi mano se deslizó por su espalda, acercándola más a mí.

Después de unos minutos de besos apasionados, además de la erección que ella parecía ignorar, pude sentir mi líquido pre seminal humedecer la bermuda. Los besos cargados de intensidad se volvieron más desesperados.

—Bu… bue… buenas noches, Rowan —dijo al apartarse, casi sin aliento.

Se acomodó de nuevo sobre mi pecho. Me pasé la mano por el rostro y suspiré profundamente. Nunca antes me había acostado con una mujer solo para dormir. Mi erección no bajó, al contrario, cuando subió su pierna sobre mí y la camisa se levantó, dejando al descubierto sus glúteos, la tortura comenzó.

Quería hablar para sacar de mi cabeza la idea de tenerla, de que sería el primero. Eso era evidente.

Cerré los ojos, centrando mis pensamientos en las reacciones de la familia. Estábamos entre las cuatro familias más influyentes de la ciudad. Ella tenía razón y yo lo sabía, pero no permitiría que decidieran por mí, por nosotros.

«Me importa muy poco que quieras mantener las apariencias, Georgiou».

Ella se giró dándome la espalda, y en pocos minutos ya estaba profundamente dormida. La observé en silencio, resistiendo la tentación de acercarme más de la cuenta, así que decidí cubrir su cuerpo con la manta, protegiéndola de mis propias debilidades.

Me levanté varias veces durante la noche, incapaz de conciliar el sueño, mientras mi mente giraba en torno a las posibilidades. No había manera de que pudiera olvidar lo que sentía por ella; era un sentimiento que había soportado en silencio, una emoción que me llevó a tratarla injustamente. Mi desconfianza hacia Georgiou estaba empezando a infiltrarse en mi vida.

Tras un rato, me dirigí a la cocina para beber un vaso de agua, intentando calmar mis pensamientos. De vuelta a la cama, dejé un beso suave en su espalda antes de acomodarme a su lado, decidido a elegirla por encima de todo lo demás.




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