Entre amor y venganza

Elección

—Buenos días —repetí al acercarme, con Odyssey aún detrás de mí—. Lo que escuchaste, Georgiou. Clío, Aurora, buenos días. Ella es Odyssey, supongo que ya la conocen.

—Bu… bu… buenos días —susurró Odyssey, apenas asomando la cara.

El color desapareció del rostro de Clío y su hija, dejando traslucir su sorpresa.

Con una sonrisa forzada, Georgiou salió de su puesto.

—Ve a tu lugar de trabajo, Odyssey. Buena broma, quisieron jugarnos —dijo, palmeándome el hombro con una risa despectiva.

—No, no es ninguna broma. Odyssey y yo estamos juntos, y estamos aquí para anunciar nuestra relac…

Georgiou levantó la mano, cortándome en seco.

—Clío, Aurora, disculpen este espectáculo. Lo mejor será que reprogramemos el desayuno. Por favor, disculpen este bochornoso momento —dijo con evidente molestia.

Las acompañó hasta la salida. Aproveché el momento para consolar a Odyssey; sus manos temblorosas revelaba su estado de nerviosismo.

—Todo va a salir bien —le susurré antes de besar sus labios suavemente.

—¿Es así como me pagas lo que he hecho por ti, Odys? —nos interrumpió Georgiou.

—Se… se… señor, yo no…

—¡Cállate, malagradecida! Eres una…

—¡Basta! —dije, elevando mi voz mientras me interponía entre ellos—. No te atrevas a hablarle así. No en mi presencia, nunca más. Odyssey es la mujer que he elegido para estar a mi lado, y eso no va a cambiar por tus insultos ni por tus prejuicios. Su valor no se mide por su empleo, sino por quién es, y si no puedes verlo, eso es un problema tuyo, no de ella.

Georgiou soltó una carcajada sarcástica y comenzó a golpear el suelo con su bastón mientras paseaba frente a nosotros.

—¿Una sirvienta? ¿Esto es lo que quieres para tu vida? —preguntó con un tono inseguro.

—Sí, es la mujer que amo. Su empleo no la hace menos, al contrario, la convierte en una persona fuerte y digna de admiración. No necesito tu aprobación ni tus consejos. Te lo estoy diciendo para que dejes de buscarme esposa, para…

De nuevo, soltó una risa burlona, clavando su mirada en Odyssey con desdén.

—¿Es una venganza por lo que hice? ¿Intentas llevarme la contraria?

—No se trata de venganza. Es la mujer que estoy eligiendo para mi vida, por amor, no por capricho ni resentimiento.

—¿Te estás escuchando? Es una sirvienta, una muerta de hambre, una mujer sin educación. ¿Qué puede ofrecerte? ¿Y tú? ¿Así es como me pagas lo que he hecho por ti? ¿Esto es lo que merezco por haberte tenido bajo mi techo?

—¡No te atrevas a hablar de ella así! —exclamé sin medir mis palabras—. Su dignidad está por encima de tus ofensas y de cualquier título que puedas ofrecerme. No vuelvas a faltarle al respeto, porque si lo haces, sabrás lo que es perder a un hijo por completo. Odyssey no necesita demostrarte nada, ni a ti, ni a nadie. Es la mujer que amo, y eso es todo lo que importa.

Me miró y luego a ella, pretendía hablar y lo interrumpí diciendo:

—No voy a seguir tolerando esto. Si no puedes respetar mi decisión y a la persona que he elegido, entonces es mejor que no volvamos a hablar del tema. No estoy aquí para pedir tu permiso ni para justificar mi decisión. Solo vine para informarte, y si no puedes aceptar eso, es tu problema, no el mío.

De nuevo intentó retomar la palabra, pero lo interrumpí.

—No vuelvas a faltarle al respeto —dije con firmeza—. No te atrevas a…

—¿Si no qué? ¿Vas a dejarme como hiciste hace años? ¿Un capricho lo vale?

—No debí regresar, pero me alegro de haberlo hecho —la abracé con fuerza—. Solo quería que lo supieras. Que tengas un buen día.

Se quedó en silencio. Lo miré y supe que era mejor irnos.

—Espera, vamos a hablar a solas —dijo interponiéndose en mi camino.

—No tenemos nada de que hablar a solas. Di lo que sea delante de ella.

—No seas idiota, Rowan. Deja de actuar como un adolescente rebelde, que no lo eres. Tú, ve a recoger tus cosas mientras hablo con él, recoge todo lo tuyo, estás despedida.

Apreté la mandíbula, controlando la rabia que empezaba a hervir en mi interior.

—Ve —le susurré a Odyssey—, te quedarás en mi apartamento. Prometo que todo va a estar bien. —La besé con ternura, pero ella bajó la mirada.

Su semblante se desmoronó mientras se alejaba.

—Debí educarte yo y no dejar que tu madre lo hiciera. Tanta educación para que termines con una sirvienta.

—No pretendo discutir mis decisiones contigo, pero debes saber que me alegro de no ser una copia de ti.

—Tienes que madurar. Somos una familia influyente. Lo que sientes por esa sirvienta no es más que un capricho. Lo haces para molestarme, para castigarme. No me perdonas lo que sucedió, a pesar de saber que fue un accidente.

—Te equivocas. No es una aventura, y mucho menos un acto de venganza. Es la mujer que amo. ¿Qué es lo que quieres decirme a solas?

Se quedó en silencio mientras caminábamos al estudio. Una vez allí, abrió la puerta. Se sentó y comenzó a rascarse la barbilla.

—Debo ir a la empresa. ¿Qué quieres decir? —insistí, notando su vacilación.

—Tu madre no te dejó más que unas acciones en la empresa. No tienes nada. Si no terminas tu relación con esa sirvienta, olvídate de ser mi heredero.

Sonreí con ironía y me senté frente a él.

—¿Dónde firmo para que sea legal? ¿Crees que me importa tu herencia? ¿De verdad piensas que pondré el dinero por encima de ella? No me conoces, Georgiou.

—Eres un imbécil. ¿No te das cuenta de que está contigo por interés? ¿Crees que seguirá contigo cuando sepa que te quedas sin nada?

—No la conoces. No sabes nada de ella. No todos somos iguales a ti. No me importa lo que digas; no cambiaré de opinión. No tenemos nada más que hablar. Que tengas un buen día.

—Espera… —se levantó de golpe.

Me giré hacia él con desdén.

—Eres mi único hijo. Creí que me darías nietos, esperaba verte casado con una mujer a tu nivel, asumir las riendas de este apellido, continuar mi linaje. Pero veo que eres tan débil y ridículo como tu madre.




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