Entre amor y venganza

Propuesta

—No voy a cambiar de opinión, y sé que tú tampoco lo harás. Por lo tanto, una conversación entre nosotros solo sería pérdida de tiempo. Te conozco, Georgiou, y nada de lo que tengas para ofrecerme me interesa, ya tomé una decisión. Que tengas buen día.

Él sonrió con una mezcla de burla y disgusto, pero lo ignoré. Decidí marcharme, no estaba de ánimos para sus juegos.

—Te pareces más a tu madre de lo que puedo soportar —dijo, haciendo que me detuviera—. De nada me sirvió que ella me diera el hijo que tanto deseaba. Resultaste tan débil y fracasado como ella. ¿Vas a irte sin escucharme? ¿Es así como manejas tus problemas, ignorándolos? ¿De verdad crees que a ella le va a gustar saber que le has cerrado puertas?

Mi mandíbula se tensó y mis manos se cerraron en puños. Me giré hacia él, sintiendo cómo la furia se mezclaba con la impotencia.

—¿De qué estás hablando ahora?

—Siéntate y escucha —ordenó, señalando la silla frente a él—. Olvida el orgullo por un momento. No estás en posición de rechazar.

Me acerqué a la silla, con pasos pesados, y me dejé caer en ella, incapaz de ocultar mi frustración.

—Dime de una vez qué quieres —dije con voz áspera—. Estoy cansado de este juego.

—¿Bebes algo? —preguntó con aire de triunfo.

—Al grano —repetí, sosteniéndole la mirada.

—He estado observando a Odyssey. Hablé con ella, pretendía ofrecerle un puesto aquí en la empresa. Se graduará pronto, y eso sería conveniente. Te propongo que Odyssey trabaje aquí, que suba de posición y deje de ser la sirvienta. Así podrás casarte con ella sin importar su origen.

Solté una risa seca y me levanté.

—No me interesa. Me casaría con ella mañana mismo si así lo quisiéramos. Si esa es tu propuesta, olvídalo.

El silencio se cargó de tensión. Nos desafiamos con la mirada, sin ceder.

Negué con la cabeza, rompiendo el duelo visual.

—Estás decidiendo por ella, estás actuando como según tú, lo hice con tu madre. ¿Crees que estará bien cuando sepa que le negaste la oportunidad de progresar? ¿Crees que te verá igual cuando descubra que no tienes nada? Es igual a todas, le gusta el dinero. Te ama más por quién eres que por lo que eres. ¿Ya le dijiste que perdiste todo? ¿Por qué no la pones a prueba y descubres que al igual que a todas la mueve el dinero?

—Ella no es como tú. No le importa lo que tenga o no tenga. Podrá trabajar en otro lugar.

—No seas ingenuo. Tienes 29 años. ¿Cuánto tardará en encontrar algo decente con su falta de experiencia? Trabajar aquí le ayudaría a ocultar su origen y ganar respeto. Podrías casarte con ella sin problema.

Mi mirada se endureció.

—Solo si yo regreso a la empresa.

—No volverás a la empresa. He cambiado mi testamento; Rumsey estará al frente. Esto lo hago para evitar la vergüenza de mis apellidos: mi único hijo casándose con una sirvienta, con una mujer sin nombre. Pero es tu decisión. Tu sirvienta trabajará aquí, pero tú puedes seguir con tus planes.

Contuve mi rabia.

—¿Crees que permitiré que trabaje aquí sin mi presencia para que la humilles?

—Lo único que me interesa es que mis apellidos no se vean involucrados. Tienes dos días para decidir.

—Ya tomé mi decisión.

—¿Estás seguro de que es solo tuya? ¿La sirvienta piensa igual?

Me giré, pensando en sus palabras. Odyssey debía decidir por sí misma.

—No vuelvas a llamar…

—La llamo por lo que es, una vulgar sirvienta que supo aprovechar su oportunidad. Sabes que muchas puertas se le cerrarán con un par de llamadas.

—Eres un…

—Es muy fácil, podrás seguir con tu estupidez y yo conservar mi integridad como un hombre respetable.

Apreté los puños, conteniendo mi rabia.

—Tendrás tu respuesta en cuanto hable con ella —dije entre dientes.

Salí de la oficina, golpeando la puerta detrás de mí con gran frustración. En el pasillo, Rumsey me lanzó una sonrisa que no pude evitar responder con una mueca tensa.

Busqué refugio en el restaurante, el único lugar donde podía ordenar mis pensamientos. Kenneth estaba ocupado, pero me senté con un vaso de agua, bebiéndolo lentamente.

«Estúpida humanidad y sus prejuicios. El dinero no debería determinar el valor o poder de las personas.»

Las acciones de mi padre me atormentaban. ¿Cómo podía sentirse superior? ¿No veía sus propios errores y falta de empatía?

—¿En qué piensas, muchacho? —Kenneth se sentó a mi lado—. ¿Problemas?

—Lo de siempre —murmuré, y me acomodé para contarle lo sucedido.

—Tu padre nunca cambiará. Siempre tan soberbio y manipulador.

—No tiene derecho, no después de todo lo que ha hecho.

—No te atormentes con eso.

—No puedo olvidar, no puedo perdonarlo. Mi madre y yo creímos en sus mentiras. Nos prometió que no volvería a pasar, pero lo hizo. ¿Crees que es buena idea que Odyssey trabaje en la empresa? Me preocupa que esté cerca de él, pero es una gran oportunidad para ella y su progreso.

Kenneth pensó unos segundos.

—Háblalo con ella. Decidan juntos.

—Claro. Entonces, ¿quieres que empiece la próxima semana?

—Así es. —me miró dudoso—. ¿No te avergüenza trabajar aquí? Eres el hijo de Georgiou Kellan Zephy.

Lo miré, mostrando mi entusiasmo por la posible nueva experiencia.

—Al contrario, me da cierta satisfacción. Esto también lo molestará. Espero que estés preparado para un posible intento de cierre del lugar.

Kenneth se rio.

—No sería la primera vez que una relación me costara algo. Mi amistad con tu madre fue un precio alto. Solo espero que lo que sientes por esa joven no sea solo para darle una lección a tu padre.

Agaché la cabeza, con una sonrisa en los labios.

—Lo que siento por ella es real. Nunca había experimentado algo así, es… de verdad la amo. Tanto que no me importaría cambiar mis apellidos solo para estar a su lado. Es hermosa, tierna, y… —me detuve, intentando controlar las palabras que fluían.




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