Entre amor y venganza

Entrega

La atraje un poco más hacia mí, acariciando suavemente su mentón antes de besar su cuello. Mis labios recorrieron su piel hasta encontrarse con los suyos, uniendo nuestras respiraciones en un instante cargado de deseo y ternura. Sentía sus nervios tan evidentes, como mi deseo de acercarme más a ella, de hacerla mía en todos los sentidos.

El beso se prolongó, lento, mientras mis manos exploraban su espalda, deslizando con suavidad los tirantes de su sujetador. De repente, recordé su conversación y me detuve, apartándome con cuidado. Quizás trataba de probarme.

—¿Estás bien? —preguntó ella, tal vez al notar la preocupación en mi mirada.

—Sí, solo tengo una duda. Te escuché hablar hace poco… Decías que no estabas segura de lo nuestro. Pero ahora… ahora quieres estar conmigo así. ¿Qué te hizo cambiar de opinión? No creo que tus miedos se hayan desvanecido tan rápido.

Ella me miró, sus ojos brillaban y una leve sonrisa se asomó.

—Aún tengo miedo, pero confío en ti, Rowan. No esperaba que esta noche fuera así, pero… me puse esta lencería pensando en ti, porque aunque tengo miedo, quiero dar este paso contigo.

Sentí un nudo en la garganta. Había tantas cosas que quería decir, tantas emociones que quería expresar, pero todo lo que logré articular fue:

—Yo nunca te haré daño, porque te amo.

Me sonrió, y había algo en esa sonrisa que me llenó de seguridad. Besé su frente, y ella comenzó a desabrochar mi camisa. Cuando mi torso quedó desnudo, sentí el temblor ligero de sus dedos contra mi piel, recorriendo mis pectorales con una mezcla de curiosidad y adoración.

—No tienes que hacer nada hasta que estés completamente segura —susurré, levantando su mentón para encontrarme con sus ojos.

Pero en lugar de palabras, me respondió con un beso. Sus labios, al principio tímidos, se volvieron más firmes, más decididos. Mis manos se movieron por instinto, deslizándose por la curva de su cintura, sintiendo el calor de su piel en cada caricia. Todo en su postura, desde sus miradas tímidas hasta sus manos nerviosas, me hacía sentir emoción.

Nos movíamos con lentitud, con miradas que lo hacían sentir como algo más profundo que el simple deseo de tenerla. Su piel se estremecía bajo mis caricias, y cada respiración suya parecía sincronizarse con la mía. La sensación de sus labios contra mi piel, sus suspiros suaves, el modo en que sus uñas se enterraban en mi espalda, me tenía haciendo un gran esfuerzo por mantener el control.

Ella abrió la boca, tratando de encontrar palabras mientras respiraba entrecortadamente. Sus labios temblaban, y sus ojos buscaban los míos.

—Rowan… yo… yo te amo.

Acaricié su cabello, mis labios rozaron los suyos con delicadeza. Mientras el sonido de la lluvia golpeaba la ventana, nuestras respiraciones se mezclaban con el latido acelerado de nuestros corazones. Cada movimiento me exigía más control, pero al mismo tiempo me hacía sentirla tan mía, que no había dudas de que era la indicada.

La vi cerrar los ojos, su rostro reflejaba una mezcla de miedo y deseo que lentamente se transformaba en algo más. A medida que nuestros cuerpos se sincronizaban, su mirada perdió la timidez, sus manos se volvieron más seguras, y sus labios buscaban los míos con deseo.

Sentí cómo su confianza crecía, cómo su cuerpo respondía al mío, no solo en movimiento sino en emoción. Había algo hermoso en verla así, entregada al momento, explorando su propio deseo. Y mientras continuábamos, cada pequeño gemido, cada respiración entrecortada, me decía que estaba donde quería estar, que estaba conmigo.

Todo fue tan emocionante, que al terminar, sentí una quietud en el aire, momento en el que todo pareció detenerse.

—Te amo —dije sobre sus labios antes de dejarme caer a su lado.

—Y… y yo a ti —respondió con dificultad.

La lluvia comenzó a disminuir como si estuviera marcando el final de nuestra intimidad. La abracé fuerte, manteniéndola cerca, y sentí cómo su respiración se volvía más lenta, más tranquila. Permanecimos así, en silencio.

Eventualmente, me dormí con ella acurrucada contra mi pecho. Al despertar, el sol comenzaba a asomarse a través de la ventana. Estiré la mano y no la sentí a mi lado. Me incorporé, un poco desorientado, y noté que la cama a su lado estaba vacía. Me puse una sudadera y una camiseta, saliendo del cuarto para buscarla.

Me dirigía a la cocina cuando escuché risas provenientes del jardín. Me detuve en la puerta. Era demasiado temprano para que Rumsey estuviera en la mansión.

Apreté la mandíbula, tratando de no avanzar. Tenía que controlar mis celos.

«Calma, puede que solo estén hablando de su trabajo. Ella es tuya, solo tuya.»

Lo intenté, pero al ver a Rumsey posar su mano sobre su hombro, me acerqué con paso decidido.

—Buenos días —dije, sintiendo cómo la ansiedad crecía dentro de mí. Sujeté su rostro y la besé con posesividad.

Pude ver la sonrisa en el rostro de mi padre.

—Le estábamos enseñando a Odys cómo funciona el negocio. Espero que no te moleste. ¿Por qué no te sientas y desayunas con nosotros? Rumsey se encargará de poner a Odys al día.

—Después, debo ducharme. También tengo cosas que hacer

Le dejé un beso en la cabeza y comencé a caminar hacia el interior de la casa. Escuché su voz detrás de mí y me detuve, girándome ligeramente.

—Me levanté por un vaso de agua, y tu padre me pidió que los acompañara —dijo ella en un tono bajo, como si temiera haber hecho algo mal.

—Está bien —respondí, suavizando mi expresión para tranquilizarla.

Ella esbozó una sonrisa tímida, parecía aliviada.

—Voy a ducharme. Si quieres, podemos hacerlo juntos —sugerí con una sonrisa traviesa—. Aunque, por tu aroma y vestuario, supongo que…

—Sí, sí quiero —me interrumpió, sonrojándose un poco—. Thalía me prestó este enterizo.

—Te ves hermosa.

Nos dirigimos a la habitación, y esta vez, ducharnos juntos fue una experiencia excitante. Sentía cada movimiento suyo con delicadeza, como si fuera un descubrimiento nuevo, y me encantaba cómo sus nervios iban desapareciendo bajo el agua tibia.




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