Sonreí ante su reacción.
—Tu actitud lo dice todo. ¿No crees que es una buena idea?
Kenneth bebió un sorbo de agua antes de responder.
—No es cuestión de lo que yo crea, sino de lo que implica el matrimonio. Por lo que has contado, parece que todo es bastante reciente. Ambos deberían tomarse el tiempo para conocerse mejor. El matrimonio es más que un simple compromiso.
—Lo nuestro no es tan reciente. Sé que acabamos de dar el paso, pero ella me ha amado desde hace mucho. Es mutuo, Kenneth. Estoy por cumplir 30, estoy más que listo para dar este paso.
—¿Lo está ella? ¿Y tu padre? ¿Está dispuesto a aceptar…?
—Ha cambiado de opinión. Las cosas parecen estar yendo bien.
Kenneth frunció el ceño, su expresión reflejaba escepticismo. Decidí explicarle.
—Me alegra saber que tu resentimiento ha disminuido y que todo marcha bien. Cuentas conmigo para lo que necesites.
—¿No dirás nada más? —pregunté, esperando una respuesta más profunda.
Se levantó y me dio un ligero golpecito en el hombro.
—No hace falta. ¿El acuerdo de trabajo sigue en pie? —preguntó con seriedad.
—Por supuesto. Odyssey estará en la empresa apoyando a Rumsey.
—Perfecto. Nuevamente, felicidades. Recuerda pensar bien los pasos a dar. Debo irme, disfruta del lugar.
Me levanté.
—¿Te importa si me quedo a ayudar? —pregunté. No tenía nada que hacer estando fuera de la empresa.
—Esta es tu casa. Siéntete libre de moverte como quieras. Todos aquí saben que serás el nuevo administrador.
Sonrió y se dirigió a la caja. Habló brevemente con la mujer en la caja, me despidió con un gesto de la mano y salió.
Me centré en el anillo. No deseaba nada más que convertirla en mi esposa. Tenía unos días para considerar la propuesta de Georgiou.
Guardé el anillo y me puse a ayudar en las labores del restaurante. Era un lugar muy concurrido, así que me mantuve ocupado. Las horas pasaron rápido, y quienes me reconocían se sorprendían al verme de mesero.
Me pregunté si a Georgiou le molestaría saber que estaba sirviendo en un restaurante en lugar de estar al frente de su legado. Su reacción sería clave para respaldar su cambio.
Eran las 4 de la tarde. Me estaba divirtiendo, lo que me ayudaba a mantener la calma. Odyssey no había llamado ni escrito. En su lugar, fue Georgiou quien me llamó.
No mencionó nada sobre mi trabajo; solo me informó que Odyssey estaba con Rumsey y algunos empleados en la empresa recibiendo una inducción.
Quise llamarla de inmediato, pero me contuve. Debía confiar en ella y darle su espacio, aunque me costara.
Las horas pasaron rápido. A pesar de las miradas curiosas de las personas cercanas a mis padres, que murmuraban o hacían gestos extraños al verme, me sentía bien. La idea de pedirle matrimonio estaba presente en mis pensamientos. No pasó por el restaurante, pero no le di importancia. Decidí ir a casa, eran las 6. Estaba saliendo del restaurante cuando vi entrar a Clío y su hija.
Las saludé con un gesto de cabeza, pero se acercaron.
—Entonces, ¿es cierto lo que dice tu padre?
—Supongo que si él lo dice, así es. Un placer verlas. Debo irme, mi mujer me espera en casa.
—¿Te refieres a la sirvienta… perdón, se me escapa su nombre, ¿la chica de la otra noche? Creí que era una aventura, algo pasajero.
—Odyssey, su nombre es Odyssey, y no, no es nada de eso. Quizás haya boda.
El gesto de ambas fue interesante, hasta que Clío dijo.
—La vi con Rumsey hace poco en mi empresa. Hablábamos de negocios. Quedé en encontrarme con una amiga aquí. ¿Nos atiendes?
Miré a su hija, a quien apenas había notado antes. Parecía nerviosa, pero me sonrió. Controlé la provocación con profesionalismo.
—Pediré que lo hagan. Solo quise ayudar; mi trabajo es otro.
—Lo entendemos.
—Bien, bienvenidas —dije antes de quitarme el delantal.
Recogí mis cosas, me despedí de los empleados y salí del restaurante.
Controlar el impulso de llamarla fue casi imposible, pero me distraje con recuerdos de mi madre. De camino a casa, compré flores y chocolate en su presentación favorita.
Al llegar a casa, esperaba encontrarla allí, pero solo el aroma de su presencia me recibió. Dejé las flores y decidí llamarla.
No respondió, así que llamé a Rumsey.
—Ya te la paso —dijo antes de que pudiera decir algo.
—Hola —su voz sonó baja y temerosa—. Lo siento, mi móvil estaba en silencio. ¿Estás molesto?
—Hola… —me quedé en silencio unos segundos, mirando el anillo junto a las flores sobre la mesa—. No, no estoy molesto, solo preocupado. ¿Estás bien? ¿Te estás divirtiendo?
—No quise faltar a nuestra cita. Tu padre quiere que esté lista antes del próximo mes. Hay mucho que hacer. He aprendido tantas cosas —dijo con una emoción que me hizo sonreír—. Yo… gracias, Rowan.
—Llámame amor. ¿Gracias por qué?
—Fue una noche maravillosa. Estoy muy feliz.
—Me alegra que lo pienses. También lo fue para mí. ¿Quieres que vaya a recogerte?
—¡Ah! Bueno… es que debo quedarme un poco más, pero puedo ir en taxi.
—Está bien, te esperaré despierto. Cuídate.
Colgué el móvil. La inquietud seguía, no había mucho trabajo en la empresa. Me intrigaba saber en qué la estaban ocupando.
Llamé a la mansión. Una de las empleadas me confirmó que Georgiou estaba allí. No dudé en cambiarme de camisa, recoger las llaves y conducir hasta la mansión.
—Buenas noches, señor Rowan. El señor está en la oficina —me informó Eliza al entrar.
—Gracias, Eliza.
—Señor… ¿Odyssey está bien?
—Lo está. Con permiso, Eliza.
—¿Desea que le lleve algo?
Negué con la cabeza sin detenerme. Llegué a la oficina y estaba a punto de llamar a la puerta cuando escuché la voz de Georgiou hablando con alguien. Entreabrí la puerta con cuidado y lo vi hablando con el retrato de mi madre.
Las palabras que le decía me conmovieron. Sentí pena por él. Estaba enfermo; quizás había sido demasiado duro con él. Tal vez aún había tiempo para mejorar nuestra relación.