Entre caprichos y antojos

Capítulo I

En el lujoso despacho de Villarreal & Díaz Corporation, el silencio pesaba entre Allan Villarreal y Ángel Díaz, dos amigos de toda la vida que compartían el mundo empresarial. Sin embargo, esa mañana, la tensión flotaba en el aire como una tormenta que se avecina.

—Allan, no puedes seguir despidiendo secretarias cada mes. Tu mal genio está afectando el funcionamiento de la empresa —expresó Ángel con seriedad, su mirada firme encontrándose con la de su amigo.

Allan, de pie detrás de su imponente escritorio, cruzó los brazos. Su rostro reflejaba la frustración que había acumulado a lo largo de los días. 

—No me importa, Ángel. Necesito eficiencia, no tolerar incompetencias. —Ángel suspiró, sabiendo que debía ser directo. 

—Estás perdiendo aliados, Allan. Y no solo eso, estás generando un ambiente tóxico en la oficina. La última secretaria que despediste llevaba solo dos semanas. —Allan frunció el ceño, pero antes de que pudiera replicar, Ángel continuó con determinación—. He pensado en una solución. A partir de ahora, la próxima secretaria la elijo yo, y en su contrato estará estipulado que, en el término de un año, no podrás despedirla. Si se va antes de este término, deberás pagarle 20,000 dólares y si en verdad demuestras que es una ineficiente, te los pagaré yo. —La propuesta de Ángel dejó a Allan en silencio por un momento. El tintineo del reloj en la sala resonaba, marcando la pausa incómoda entre los dos amigos. Allan finalmente habló con un tono más calmado. 

—Ángel, esto es ridículo. ¿Quieres que me atenga a tu elección durante un año? ¿Y además pagar una multa si decido prescindir de sus servicios? —Ángel asintió con seriedad. 

—Exacto. Esto ayudará a mantener la paz en la empresa y, de paso, te obligará a controlar tu mal temperamento. Estás poniendo en peligro tu propio negocio.

La tensión entre ellos persistía, pero Ángel esperaba que su propuesta fuera una vía para evitar futuras disputas y mantener la armonía en Villarreal & Díaz Corporation. Mientras esperaba la respuesta de Allan, el destino de la empresa pendía de un hilo, un hilo tejido por la complejidad de la amistad y los desafíos del mundo empresarial. 

Allan se levanta malhumorado y sale de la oficina aventando la puerta mientras Ángel marca a recursos humanos y les informa que él mismo hará las entrevistas para la nueva secretaria de presidencia.

 

(***).

Lily Stuar se paró frente a la imponente recepción de Villarreal & Díaz Corporation, el corazón latiéndole con fuerza. Había soñado con este momento, la oportunidad de reconstruir su vida después del cuento de hadas roto. La recepcionista, una mujer elegante con una sonrisa cálida, levantó la vista de su escritorio al verla.

—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó la recepcionista de manera profesional. Le devolvió la sonrisa con un toque de nerviosismo, necesitaba un empleo por ella y  sus hijos. 

—Vengo a la entrevista para el puesto de secretaria. Tengo una cita con el señor Pineda. —La recepcionista asintió con amabilidad. 

—Perfecto, señorita Stuar. El señor Díaz la espera en su oficina, el señor Pineda no estará disponible. Suba por ese pasillo y tome el ascensor hasta el piso ejecutivo.

Agradeciendo con un gesto, siguió las indicaciones. El pasillo era un túnel de posibilidades, y cada paso la acercaba a una nueva oportunidad. Sin embargo, su camino se vio interrumpido de manera abrupta.

De la nada, un hombre apresurado apareció, colisionando con ella con una fuerza que hizo que todos los documentos que llevaba se dispersaran por el suelo. La velocidad del encuentro los dejó tambaleándose.

—Mira por dónde caminas —gruñó el hombre, su voz ronca resonando con irritación mientras continuaba su camino sin ofrecer ayuda.

Ella, aún recuperándose del impacto, observó cómo el desconocido se alejaba sin siquiera mirar atrás. Sin embargo, su enojo se disipó cuando levantó la vista y recordó la inesperada visión del hombre que la había atropellado. Era guapo, con una mezcla de misterio y dureza en su mirada.

A pesar de la rudeza del encuentro, no pudo evitar sentir una chispa de curiosidad. Se agachó para recoger sus documentos, consciente de que su llegada al piso ejecutivo sería retrasada. Mientras los recogía, pensó en los ojos del hombre por un breve instante, una conexión efímera la dejó intrigada. Con sus documentos en orden, se enderezó y siguió su camino hacia la entrevista.

—Estás  bien, necesitas ayuda —preguntó un joven elegante mientras se acercaba a ella. Era Ángel  que había presenciado la escena desde el otro extremo del pasillo y se apresuró  a ayudarla negando con la cabeza por la actitud de su amigo.

—Sí, estoy bien, aunque no debieran permitir que semejantes individuos circulen libremente, conspira contra la imagen de la corporación —le dice Lily, con una sonrisa—. Tengo una entrevista  con el señor Díaz,  vengo por la plaza de secretaria.

—Estás  de suerte, yo soy el señor Díaz,  y si prometes hacerle la vida de cuadritos al idiota con el cual chocaste, el puesto es tuyo —le informa Ángel  sin poder contener una carcajada—. Vamos a la oficina y te explico.

 —Creo que antes de tomar una decisión así,  deberías  conocer ciertas circunstancias que me rodean —pide mientras le extiende los documentos.




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