Entre caprichos y antojos

Capítulo II

Ángel se despidió temporalmente, dejando a Lily y Allan a solas en la oficina.

Los primeros encuentros con su nuevo jefe transcurrieron en un tenso silencio inicial. Él, un hombre posesivo y misterioso, evaluaba a la recién llegada con una mirada penetrante. Ella, a su vez, intentaba mantener la compostura, consciente de que su jefe representaba un desafío único.

Su jefe, con su rostro adusto y mirada intensa, ideó un plan para poner a prueba a su nueva secretaria. Envió a su correo una extensa base de datos de todos los empleados de la corporación, con la instrucción de eliminar todos los espacios en blanco. Era una tarea meticulosa, pensada para incomodarla y, en su mente, garantizar que no lo molestaría durante toda la mañana.

Lily, al recibir el correo, observó la tarea y, en lugar de mostrar frustración, sonrió desafiante. Con agilidad en sus dedos, comenzó a trabajar en la base de datos con la destreza de una experta. La pantalla de su computadora se iluminaba cuando ella operó el Excel con las instrucciones necesarias y con unos cuantos clics eliminó con eficiencia las celdas en blanco.

En menos de quince minutos, completó la tarea y envió la base de datos modificada de vuelta al correo de Allan, luego se sumergió en la revisión del archivo de la oficina, revisando su orden y contenido con atención.

La paz en la oficina se vio interrumpida cuando Allan, molesto, se acercó a ella con pasos decididos. Su semblante reflejaba una mezcla de irritación y curiosidad por su nueva secretaria.

—Necesito esa información para esta tarde. ¿Por qué aún estás revisando el archivo? —le espetó Allan, sin disimular su mal humor. Lily levantó la mirada de su pantalla, manteniendo la calma y una sonrisa serena. 

—La tarea que me diste ya está completada y en su correo. Respecto al archivo de la oficina, solo estoy revisándolo para familiarizarme con su contenido y orden. Es bueno conocer la estructura de la información que manejamos, ¿no crees? —Él quedó perplejo ante la eficiencia mostrada por ella ante la tarea asignada y aún contrariado por no haber logrado su intento de incomodarla, asintió con gesto adusto.

—Necesito la información para esta tarde. No quiero demoras. —Lily, con su tono sereno, respondió:

—Como ya le dije, la tiene en su correo, puede revisar. No se preocupe, siempre estaré un paso adelante. —La seguridad y habilidad de chica lo desconcertaron, quien, aunque contrariado, no pudo evitar reconocer que su nueva secretaria estaba a la altura de los desafíos. La oficina, testigo de esta dinámica peculiar, se sumergió nuevamente en la tarea cotidiana, donde las tensiones continuaban tejiendo el intrincado lazo. 

—Organiza todos los clics de mi oficina en el mismo orden de arcoíris, quiero todo geométricamente ordenado —ordenó nuevamente, intentando agobiarla. Ella, sin objetar, ubicó todo en el escritorio, como le había dicho, respirando profundo para no perder la calma.

Había Googleado el nombre de su jefe y por la información obtenida era consciente de que él era un jefe posesivo y misterioso que llevaba consigo una reputación de ser difícil de complacer.

Llegó la hora del almuerzo, y Lily Stuar decidió descender a la cafetería de la corporación. Se encaminó hacia una mesa distante, un rincón tranquilo donde podía disfrutar de su comida. La jornada había sido intensa, y la pausa para el almuerzo era bienvenida.

Mientras saboreaba su ensalada, notó que la recepcionista, de elegante sonrisa, se acercaba a la cafetería en busca de su propio almuerzo. La recepcionista, al detectar a Lily, iluminó su rostro con una sonrisa cálida.

—Hola, Lily. ¿Puedo unirme a ti? —preguntó Marla, señalando la silla frente a la nueva secretaria.

Lily asintió con agrado, feliz de compartir la compañía de alguien en ese recóndito rincón de la cafetería.

—Claro. Será agradable tener compañía. —Marla tomó asiento, depositando su bandeja en la mesa con una ligereza que denotaba gracia. El bullicio de la cafetería proporcionaba un fondo animado a su conversación.

—Me llamo Marla ¿Cómo ha sido tu primer día en la oficina? —preguntó, sirviéndose un poco de sopa.

—Interesante, diría yo. El jefe es todo un personaje. —Le respondió con una sonrisa cómplice. Marla soltó una risa ligera, como si las acciones del jefe fueran parte inevitable del escenario laboral.

—Ah, Allan. Siempre tiene maneras peculiares de mantenernos alerta. ¿Te ha hecho alguna jugarreta hoy? —Lily asintió, compartiendo anécdotas sobre las tareas absurdas que su jefe le había asignado en su primer día.

—Me pidió organizar los clips en su escritorio según el color del arcoíris. Parece que su afición por el orden raya en lo obsesivo —comentó, provocando una risa compartida entre ambas.

Marla, con una mirada cómplice, continuó explorando la experiencia de su nueva compañera de almuerzo con su particular jefe.

—Debes tener cuidado con él, no le duran las secretarias, es muy quisquilloso. Aunque parece serio, tiene un sentido del humor peculiar. Pero sé que, detrás de esa fachada, hay alguien más. No es tan malo como parece.

Ella asintió, agradeciendo el consejo de Marla. La conversación fluyó entre risas y anécdotas, creando un lazo inesperado en el marco laboral. La hora del almuerzo, lejos de ser un simple receso, se convirtió en una oportunidad para descubrir la complicidad entre dos mujeres que enfrentaban las excentricidades del jefe.




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