Entre caprichos y antojos

Capítulo III

El sol, en su lento descenso, pintaba el cielo de tonos cálidos y dorados mientras Lily salía de Villarreal & Díaz Corporación al final de su jornada laboral. 

—Señorita Stuar, necesito conocer qué pendientes tengo para mañana —ordenó su jefe.

—En la mañana no tiene nada agendado, al mediodía tiene un almuerzo con los franceses. —Le informó, con su bolso al hombro, mientras entraba a la caja metálica—.  Hasta mañana —Le dijo mientras las puertas se cerraban.  

Él quedó en medio del pasillo sin tiempo para más, maldiciendo por el atrevimiento de su empleada. 

Si algo le gustaban, eran los desafíos y él estaba convencido de que la recién llegada se iría por su propia voluntad. No le pondría las cosas fáciles y mañana será otro día para cobrarle el agravio de irse sin su consentimiento.

Lily decidió dar un respiro a su mente y caminar hacia casa, disfrutando del aire fresco y del paisaje urbano que la rodeaba, con la mirada perdida en las luces que comenzaban a parpadear en la ciudad. 

Se adentró en la rutina de las calles. Los edificios altos la rodeaban, testigos silenciosos de historias que se entrelazaban en el ajetreo de la vida citadina.

El sonido de sus pasos resonaba en el pavimento, una cadencia tranquila que contrastaba con la vorágine del día laboral. Las luces de las farolas se encendieron una a una, marcando su camino como pequeñas guías nocturnas.

Mientras caminaba, reflexionaba sobre su primer día en Villarreal & Díaz Corporación. Allan, su peculiar jefe, le había presentado desafíos inusuales, pero ella había demostrado su destreza y adaptabilidad. Aunque el camino hacia casa estaba salpicado de sombras, ella se sentía firme y lista para enfrentar su nueva vida. Al final él no podía. 

Al llegar a su vivienda, se detuvo en la puerta. Giró la llave con determinación, abriendo la puerta y el silencio de la casa la recibió con una calma reconfortante.

Tras dejar su bolso en un rincón, se permitió un momento de tranquilidad. Observó el lugar con gratitud, como si cada rincón resonara con su propia historia. Las penumbras de la noche comenzaban a envolver la ciudad, pero Lily se sentía iluminada por la posibilidad de reescribir su propio destino.

Se descalzó, sintiendo la familiaridad reconfortante del suelo bajo sus pies. Cerró los ojos por un instante, inhalando profundamente como si pudiera absorber la energía de ese espacio que ahora llamaba hogar.

La jornada de trabajo podía haber sido un desafío, pero estaba decidida a convertir cada obstáculo en una oportunidad. Con una sonrisa serena, se dispuso a preparar su cena y a planificar los próximos pasos de su vida. 

 

(***).

La penumbra del bar envolvía a Ángel mientras aguardaba la llegada de Allan. El sonido de charlas animadas y la tenue luz de las lámparas colgantes creaban un ambiente íntimo. Finalmente, llegó Allan Villarreal, imponente, elegante, aunque con expresión característica de alguien que había tenido un día agotador.

—Ángel, necesitaba esto —dijo Allan, señalando la silla frente a él. Su amigo asintió y esperó a que se acomodara antes de hablar.

—¿Cómo fue tu primer día con la nueva secretaria? —preguntó, con una curiosidad apenas disimulada. Allan resopló antes de responder, sus ojos reflejaban frustración. 

—No sé qué esperabas, pero Lily resultó ser más terca de lo que imaginaba y para todo tiene una respuesta, nunca se queda callada. Se fue sin mi permiso, ¡como si esto fuera un parque de diversiones! —Ángel levantó una ceja, sospechando que había más en la historia. 

—¿Se fue? ¿Por qué?

—No le gustó que la enviara a revisar una base de datos de empleados. Según ella, ya había cumplido su jornada laboral y se largó. No creo que esté hecha para este trabajo. —Su amigo, conocedor de las habilidades de Lily, no podía evitar sonreír ante la descripción que escuchaba. 

—¿No será que simplemente no tolera tus métodos, amigo? —Allan frunció el ceño, bebiendo un sorbo de su bebida antes de responder. 

—¿Mis métodos? Solo quiero eficiencia. ¿Es mucho pedir? —Ángel sabía que Lily estaba más que capacitada para enfrentar cualquier tarea y que su amigo era un tanto difícil y egocéntrico. 

—Allan, creo que deberías darle tiempo. Tal vez solo necesitan entenderse mutuamente. No subestimes a tu secretaria, tiene currículum impresionante.

—Currículum o no, no puedo permitir que una secretaria decida cuándo y cómo hacer su trabajo. Necesito alguien que se adapte a mis estándares. —Ángel, consciente de la obstinación de su amigo, decidió cambiar de táctica. 

—Está bien, Allan. Pero recuerda que la paciencia a veces revela las verdaderas habilidades. Dale una oportunidad, ¿sí? Sobre todo recuerda las clausuras de su contrato. —Allan gruñó en respuesta, pero Ángel podía notar que su mirada había perdido un poco de la rigidez inicial. 

Mientras la noche avanzaba en el bullicioso bar, la incógnita de cómo evolucionaría la relación entre jefe y empleada flotaba en el aire y prometía sorpresas en cada interacción.

 

(***).

Lily cruzó el umbral de las oficinas con la confianza que empezaba a construir en ese entorno laboral. Saludó amablemente a cada persona que encontraba a su paso, dejando una huella de cordialidad en su nueva rutina. Se detuvo en la recepción y dirigió una sonrisa a Marla, la amigable recepcionista.




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