Alessandra
Regresar a Los Ángeles después de diez años era como volver a una vida que había dejado atrás, una vida llena de recuerdos amargos y desafíos que había decidido enfrentar de nuevo. Mientras el avión descendía, miré por la ventana, observando cómo la ciudad se extendía ante mí. Esta era mi oportunidad de reclamar lo que me pertenecía, de demostrarle a mi padre, y a todos, que yo era digna de la posición que me correspondía.
El aeropuerto estaba lleno de caras desconocidas, pero la presencia familiar de mi amiga Alejandra me recibió con una cálida sonrisa. Nos abrazamos con fuerza, sintiendo la conexión que nunca habíamos perdido a pesar de la distancia.
—¡Alessandra! No puedo creer que estés de vuelta —dijo Alejandra, con los ojos brillando de emoción.
—Yo tampoco —respondí, devolviéndole la sonrisa—. Ha pasado tanto tiempo.
El trayecto hacia la casa de mi padre estuvo lleno de conversaciones y risas, pero no pude evitar sentir un nudo en el estómago al pensar en lo que me esperaba. La mansión de Daniel siempre había sido imponente, pero ahora me parecía aún más intimidante. Respiré hondo mientras subíamos los escalones de la entrada.
Mi padre estaba esperándome en la puerta. Su rostro se iluminó al verme y me abrazó con fuerza, como si temiera que me desvaneciera en el aire.
—¡Alessandra! ¡Mi querida hija! —exclamó, su voz llena de emoción.
—Papá —dije, sintiendo una cálida ola de cariño al estar en sus brazos.
Dentro de la casa, todo parecía exactamente igual. Eloisa estaba sentada en el elegante salón, su presencia siempre imponente y perfecta. La saludé con una sonrisa tensa.
—Bienvenida, Alessandra —dijo Eloisa, su voz tan fría como la recordaba.
—Gracias —respondí, tratando de mantener la cordialidad.
Entonces lo vi. Alex estaba de pie junto a la chimenea, mirándome con una intensidad que me sorprendió. Ya no era el niño que recordaba, sino un hombre fuerte y seguro de sí mismo. Su mirada parecía atravesarme, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
—Hola, Alessandra —dijo Alex, su voz profunda y segura.
—Hola, Alex —respondí, sintiendo una extraña mezcla de emociones.
La tensión en la sala era palpable. Sabía que este regreso no sería fácil, pero estaba decidida a enfrentarlo. Tenía muchas cosas que resolver y muchas verdades por descubrir. Este era el comienzo de una nueva etapa, una etapa en la que no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en mi camino.
Mientras me instalaba en mi antigua habitación, miré por la ventana y me prometí a mí misma que esta vez todo sería diferente. No solo había regresado para visitar a mi padre, sino para reclamar lo que era mío. Con mi empresa de diseño establecida en Los Ángeles, demostraría que podía alcanzar todo lo que me propusiera. Y, aunque aún no lo comprendía del todo, sentí que mi relación con Alex también jugaría un papel crucial en este nuevo capítulo de mi vida
La tarde transcurrió rápidamente mientras desempacaba y me acomodaba en mi antigua habitación. Aunque los muebles y la decoración eran los mismos, todo se sentía diferente, cargado con la tensión del pasado y la promesa de un futuro incierto. Me cambié para la cena, eligiendo un vestido sencillo pero elegante. Quería proyectar seguridad y sofisticación, mostrar que había cambiado y que estaba lista para enfrentar cualquier desafío.
Al bajar las escaleras, el aroma delicioso de la cena llenaba la casa. Mi padre me esperaba al pie de las escaleras, con una sonrisa orgullosa en el rostro.
—Estás hermosa, Alessandra. ¿Lista para la cena? —me preguntó, ofreciéndome su brazo.
—Gracias, papá. Sí, lista —respondí, tomando su brazo mientras nos dirigíamos al comedor.
Eloisa y Alex ya estaban sentados en la mesa, conversando en voz baja. Eloisa, como siempre, lucía impecable, y Alex se veía imponente en su traje. Sus miradas se dirigieron hacia mí cuando entramos, y sentí la tensión aumentar.
—La cena huele delicioso —dije, tratando de romper el hielo mientras tomaba asiento frente a Alex.
—Nuestro chef ha preparado una cena especial para celebrar tu regreso —dijo Eloisa, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
La conversación comenzó de manera formal, con mi padre hablando sobre su empresa y los recientes logros tecnológicos. Trató de incluirme, preguntándome sobre mi empresa de diseño y mis proyectos en Los Ángeles. Hablé sobre mis últimos diseños, los eventos de moda y cómo había crecido mi empresa, tratando de mostrar la confianza que sentía en mi trabajo.
—Es impresionante lo que has logrado, Alessandra. Estoy muy orgulloso de ti —dijo mi padre, llenándome de orgullo y emoción.
Eloisa escuchaba en silencio, ocasionalmente haciendo algún comentario educado, pero superficial. Alex, por otro lado, me observaba con una intensidad que me hacía sentir incómoda y curiosa al mismo tiempo.
—He oído mucho sobre tus diseños, Alessandra. Parece que has dejado una marca importante en la industria —dijo Alex, su voz suave pero cargada de significado.
—Gracias, Alex. Y tú has hecho un trabajo increíble con las empresas que heredaste. Tu éxito es admirable —respondí, sorprendida por mi sinceridad.